España: mató a sus hijas porque querían pasar las fiestas de fin de año con el papá
Una oficial de la Guardia Civil española mató a quemarropas a sus hijas de 9 y 11 porque no quería compartir la custodia con la familia paterna de las niñas. Luego, se suicidó.
España: mató a sus hijas porque querían pasar las fiestas de fin de año con el papá
Viernes 16.12.2022
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Última actualización 20:51
Paola quería irse de Quintanar del Rey (Cuenca). Llevaba años fantaseando con cambiar el cuartel de la Guardia Civil del pequeño municipio manchego por el de su Algeciras natal. El traslado fue, primero, un proyecto común con su marido Santiago y una decisión unilateral, después, cuando firmaron el divorcio y la custodia de Iris y Lara, sus hijas de 9 y 11 años, se la quedó Paola. Él la demandó para pedir la compartida al constatar que la intención de su ex mujer era llevárselas a Cádiz. No quería que sus hijas se fueran lejos. Las niñas tampoco.
Paola las mató a tiros en su piso de la casa-cuartel y después se suicidó en algún momento entre la tarde del martes y la madrugada del jueves. La Guardia Civil y un juez de Motilla de Palancar investigan las muertes e intentan aproximarse a sus circunstancias.
Desde hacía meses, la relación entre la ex pareja era inexistente. Tampoco había trato directo con los padres de Santiago, con los que se había ido a vivir tras la separación. Eran los cuidadores de las menores mientras Paola trabajaba como guardia civil, la única mujer en el acuartelamiento de Quintanar del Rey, y él como albañil y electricista.
El sentimiento de Paola hacia su familia política creció desbocado y anárquico a medida que la relación de sus hijas se estrechaba con Santiago, con los abuelos y con la tía. Iris y Lara eran inocentemente conscientes de esa animadversión y la verbalizaban en ocasiones con despreocupación. «Mami se ha enfadado porque vamos a pasar la Nochebuena con vosotros y porque también queremos pasar la Nochevieja aquí», dijo una de las pequeñas a Mari, su abuela paterna, hace escasas semanas en una tarde de juegos en su casa.
«No le digáis a papá que nos vamos a ir a vivir a Algeciras». Era la frase que, según revelaron las niñas a Santiago, más les repetía Paola en los últimos tiempos. Fue lo que le alertó y lo que hizo que, rápidamente, buscara un abogado para solicitar una modificación de custodia y pedir la compartida. Era la primera vez que Santiago se medía a ella. Nunca antes había querido contrariarla.
Las niñas, según fuentes próximas a la familia, querían quedarse en el pueblo con su padre, sus abuelos y su tía. Esta conexión y el hecho de que Santiago la hubiera demandado inflamaban a Paola, poco acostumbrada a que su ex marido la importunara. No se hablaban y cuando ella iba a recoger a sus hijas a casa de Mari y su marido, las esperaba en la esquina para no cruzar palabra con sus ex suegros. Paola comenzó a mostrar su deseo de trabajar como guardia civil en Algeciras pocos después de que naciera su primera hija. En ese momento, el matrimonio funcionaba y Santiago, incluso, llegó a sacarse el carnet de camión con la idea de encontrar un trabajo en el puerto de Cádiz.
Cuando la relación se enfrió, se separaron y hace poco menos de un año firmaron el divorcio, ella siguió con esa idea en mente, algo que sumía a Santiago en el desconsuelo. Pese a ello, la agente continuaba adelante con sus intenciones, tal como confirmaron fuentes de la investigación. En paralelo, transcurría con aparente normalidad la vida de sus hijas y de su ex marido. Pese a que no se hablaban, sí habían diseñado cómo pasarían las niñas las fiestas navideñas: la Nochebuena con Santiago y su familia y el Fin de Año con su madre. Las menores insistían en celebrar la Nochevieja también con la familia paterna y así se lo hacían saber a su madre.
Paola se había ido a Algeciras a pasar el puente de diciembre con su familia. Iris y Lara se quedaron en el pueblo. El lunes, Paola fue a recogerlas y el martes fue el último día que llevó a sus hijas al colegio. Ese día por la tarde, la niña mayor ya no respondía a las llamadas a su teléfono móvil. Tampoco Paola. Sin embargo, la familia no le dio más importancia.
El miércoles por la tarde, los padres de Santiago intentaron contactar con ella para saber cómo iban a organizarse al día siguiente ya que Paola entraba de servicio a primera hora de la mañana y ellos tenían que hacerse cargo de las niñas. Se comunicaba a través de whatsapp pero, al ver que no había respuesta, la llamaron. Sucedió lo mismo.
A quemarropa
El filicidio quedó al descubierto poco antes de la siete de la mañana del jueves cuando, extrañado por el hecho de que Paola no acudiera a su puesto de trabajo, uno de sus compañeros del cuartel se dirigió directamente a la casa de la agente. Llamó a la puerta insistentemente pero nadie respondió. Decidió forzarla. Entró y encontró a Paola y a sus hijas muertas. Ella todavía tenía el arma reglamentaria en su mano derecha. Las niñas presentaban dos disparos a «corta distancia», según constataron los investigadores tras la primera inspección ocular.
Un médico de emergencias del 112 y el personal de una ambulancia de urgencias se desplazaron hasta el acuartelamiento pero únicamente pudieron confirmar las tres muertes. Santiago era la máxima exposición del dolor cuando abandonó el cuartel donde había vivido hasta su separación. Ambos firmaron el divorcio de manera amistosa y sin sobresaltos hace un año, según precisaron fuentes de la investigación.
Paola accedió a la Guardia Civil como miembro de la 112 promoción (2006-2007) del Cuerpo. Su primer destino en prácticas había sido El Ejido (Almería). Después, pasó por Guadalajara y, de allí, fue destinada en 2009 a Motilla del Palancar, municipio cercano a Quintanar del Rey donde conoció a Santiago. En 2018 logró hacerse con una plaza en Quintanar del Rey.
A lo largo de su carrera en el Instituto Armado llegó a ser condecorada y en la actualidad se dedicaba a labores de Seguridad Ciudadana en el pueblo en el que estaba destinada. El juzgado de Instrucción número 1 de Motilla del Palancar decretó ayer el secreto de las actuaciones.
El suceso concitó la atención de la ministra de Igualdad Irene Montero, quién mostró su consternación en redes sociales en «estos momentos de inmenso dolor». «Consternada ante el asesinato de las dos niñas de 9 y 11 años en Cuenca. Todo el cariño a su familia en estos momentos de inmenso dolor. La protección de la infancia ante todas las violencias debe ser una prioridad para toda la sociedad», escribió.