Tokyo Metro y familiares de las víctimas guardaron un minuto de silencio a las 8:00 hora local (23:00 GMT del viernes), más o menos la misma hora a la que el gas fue esparcido en varios coches en varias estaciones el 20 de marzo 1995. Trece de los fallecidos, entre ellos dos empleados del metro, murieron antes de terminar 1996, mientras que la víctima número 14, Sachiko Asakawa, que quedó postrada en cama con daño cerebral severo, murió el 10 de marzo de 2020 a los 56 años.
Tras depositar una ofrenda floral, Shizue Takahashi, de 74 años, cuyo marido Kazumasa, el entonces jefe adjunto de la estación de Kasumigaseki, murió en el atentado, dijo que seguirá transmitiendo sus recuerdos de terror para concienciar sobre la secta que perpetró el ataque, Verdad Suprema (Aum Shinrikyo en japonés). “El tiempo nunca cura la soledad y la tristeza”, dijo Takahashi en declaraciones a la agencia de noticias japonesa Kyodo.
Tenés que leerLa ONU confirmó "de manera objetiva e inequívoca" un ataque con gas sarín en SiriaAdemás de en la estación de Kasumigaseki, se instalaron altares de duelo por las víctimas en las de Tsukiji y otras cuatro del centro de la metrópolis, donde se produjeron las víctimas mortales. El atentado fue coordinado y el agente nervioso liberado en cinco coches del metro en tres líneas distintas en hora punta matinal, causando estragos en toda la red de transporte capitalina.
En la víspera de la conmemoración del aniversario, un grupo de víctimas y familiares se reunió con la ministra de justicia, Yoko Kamikawa, para solicitar que el gobierno intensifique sus medidas para mantener controlado al culto. Fundada en 1984, Verdad Suprema se convirtió en apenas una década en una temible organización y se la considera la primera en el mundo en desarrollar agentes químicos y biológicos y armas ligeras y en ser capaz de atacar a civiles a gran escala sin apoyo estatal.
En el año 2000 se rebautizó como Aleph. Junto a otros dos grupos que se escindieron del principal, el culto tiene en la actualidad unos 1.650 seguidores que permanecen bajo vigilancia estatal. El líder de Aum, Shoko Asahara, y doce miembros de la secta condenados por su implicación en el ataque fueron ahorcados en 2018, en cumplimiento de la pena capital que todavía se ejecuta en Japón.