Télam
Este domingo se cumplen mil días desde que la milicia islamista nigeriana Boko Haram secuestrara a 276 estudiantes de un pequeño pueblo. Algunas lograron escapar y otras fueron rescatadas por el Ejército de Nigeria, pero aún cerca de 200 niñas de Chibok, como se las conoce mundialmente, siguen en cautiverio y muchas de ellas sufren hasta 15 violaciones diarias.
Télam
El Litoral
La madrugada del 14 de abril de 2014, decenas de yihadistas nigerianos irrumpieron en un colegio femenino de Chibok, en Borno, en el noreste de Nigeria -cuna de Boko Haram-, raptaron a 276 estudiantes y obtuvieron el récord del mayor secuestro realizado por la milicia, que rechaza cualquier educación no islámica, hasta entonces.
Mientras las jóvenes secuestradas eran trasladadas en camiones a los bosques de Sambisa, 57 lograron escapar saltando. Pero el resto se encaminó hacia el infierno.
Tras casi tres años de cautiverio, sólo otras 21 chicas lograron huir.
El gobierno, apático y acostumbrado a secuestros, decapitaciones y atentados de este grupo yihadista, tardó 19 días en reconocer oficialmente el secuestro, y lo hizo por la presión mediática de la comunidad internacional.
El rapto de estas jóvenes tuvo un rebote impresionante con una campaña mundial en Twitter llamada #BringBackOurGirls (Regresen a nuestras niñas), de la que participaron personalidades, como la Premio Nobel de la Paz 2014 Malala Yousafzai y la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama.
Tres semanas después del secuestro, el líder del grupo islamista nigeriano, Abubakar Shekau, reivindicó el crimen y aseguró que las niñas iban a ser “tratadas como esclavas”. “Yo soy el que las secuestró”, anunció en un video, donde se veía a decenas de niñas enfundadas en un chador negro, un tipo de velo islámico que deja sólo el rostro descubierto.
Varias de las 21 niñas que lograron escapar en los últimos años contaron que las rehenes más jóvenes sufrían hasta 15 violaciones al día y que los secuestradores las obligaron a convertirse al islam.
También contaron que les amenazaban con degollarlas si se negaban a seguir sus instrucciones y otras, por ser vírgenes, fueron vendidas por 2.000 nairas (menos de 10 euros) o entregadas como esposas a líderes de la milicia armada.
“El asunto de las niñas está olvidado porque hace tiempo que fueron casadas”, se jactó Shekau en otro video, cerrando la esperanza de muchos padres que trataban, desesperados, de reconocer a sus hijas en las imágenes.
Con este masivo secuestro, Boko Haram se presentó al mundo, incluso antes de venderse como una franquicia del Estado Islámico (EI) en África al declarar su propio califato islámico en el norte del país.
Actualmente la milicia ostenta el récord de ser el grupo más despiadado del continente y el más buscado, con más de 20.000 muertos y un millón de desplazados.
Y si bien el grupo liderado por Shekau se encuentra hostigado por una contraofensiva del Ejército nigeriano desde el sur y arrinconado en las islas del Lago Chad, aún posee la capacidad de atacar objetivos civiles, como pueblos y campos de refugiados.
Un informe de 2016 publicado por Unicef denunció que el número de atentados en los que el Boko Haram utiliza a niños y niñas -a veces drogados, otras veces con control remoto- en ataques suicidas aumentó 10 veces en un año, pasando de cuatro en 2014 a 44 en 2015, sobre todo en Nigeria y Camerún.
El 75 % de estos atentados fue protagonizado por niñas.
Al mismo tiempo que las reivindicaciones mundiales se edulcoraron, el gobierno nigeriano también se encargó de achicar las esperanzas familiares.
El ex presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, consideró “inconcebible” el regreso de las secuestradas: “Nunca serán encontradas, es inconcebible traerlas a todas de vuelta. ¿Creen que todavía las mantienen a todas juntas?”.
Sin embargo, la liberación de 21 de ellas en octubre del pasado año, más de dos años después del secuestro, y de otra poco después -junto a un bebé de seis meses-, abrieron una luz de esperanza para las familias.
“Durante un mes y diez días estuvimos sin comida (...) Nunca pensamos que llegaría este momento, pero Dios lo hizo posible”, celebró en diálogo con la cadena de noticias CNN Gloria Dame, una de las pocas víctimas que ha logrado un final feliz, tras reencontrarse con su familia.