La salida de Joe Biden de la carrera presidencial en Estados Unidos planteó un nuevo escenario de campaña para los demócratas al tener que reubicar a Kamala Harris y a los republicanos con un Donald Trump que debió modificar rotundamente su discurso.
El golpe al actual presidente estadounidense pasaba por su condición física y mental. Las dudas sobre Biden venían incluso desde su propio partido y parecía el contendiente más fácil para Trump. El arribo de Harris corrió el eje y esta herramienta resultaba incluso una agresión para sí mismo: el “viejo” de 78 años ahora era el.
Con una leve escalada del oficialismo en las encuestas de agosto, la estrategia opositora apuntó al comunismo, un rival de antaño y formador de la idiosincrasia moderna del país norteamericana.
Sin complejos acertijos o elaboradas metáforas, Trump acusa a Harris abiertamente de “comunista”. En su reciente regreso a X (ex Twitter) ha realizado una serie de publicaciones en la que el discurso profundiza el anterior concepto de “socialismo”. El mismo Elon Musk ha replicado este mensaje, en lo que representa una nueva cruzada del magnate.
Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos y candidata a presidenta. Crédito: Kevin Lamarque/Reuters
Musk se mostró muy cercano a Trump en las últimas semanas. Por encima de los posibles vínculos ideológicos, existen ciertos puntos estratégicos que favorecerían al fundador de SpaceX y Tesla y al excéntrico ex mandatario en la estrecha relación. El propietario de X es el principal aportante de la campaña y planea mayores regulaciones contra los vehículos eléctricos chinos, entre otras.
Un informe de Clare Duffy en CNN destaca el proceso de construcción del anterior Twitter en un máquina de campaña para Donald Trump, la cual habría terminado de moldear al candidato republicano.
¿Por qué de vuelta los comunistas?
El choque de modelos al que se enfrentó Estados Unidos post Segunda Guerra Mundial parecía haber quedado atrás. Con las décadas del ‘50 y ‘60 como principales etapas de la construcción anticomunista, el 2024 se posiciona muy lejano.
Cambiando la figurita de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) por la de la República Popular de China, Trump mantuvo en parte la discusión de dos grandes bloques a nivel mundial.
El origen de este regreso potenciado no se trata sólo de una herramienta de coyuntura, sino que apela a lo más profundo de la formación política del hombre elegido por los republicanos.
El ex senador estadounidense Joseph McCarthy es uno de los nombres emblemas de la lucha anticomunista entre 1950 y 1956. El término “macarthismo” proviene de su estructura de “caza de brujas” en la lucha por el temor del espionaje y el activismo soviético en el país norteamericano.
El senador McCarthy (izquierda) con el asesoramiento de Roy Cohn en 1954. Crédito: vía Artforum
Roy Marcus Cohn es uno de los nombres que acompañó, con medio cuerpo entre las sombras, la carrera de McCarthy. El abogado fue uno de sus principales asesores y el encargado de enviar a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg en 1953, acusados de espionaje.
Tras la muerte de McCarthy a sus 48 años por cirrosis y hepatitis a causa de su alcoholismo crónico tras ser vetado por el propio Dwight D. Eisenhower, Roy Cohn continuó sus tareas privadas y uno de sus clientes fue la familia Trump.
Cohn en el documental Where's My Roy Cohn?. Crédito: James Meehan
En los ‘80, el millonario Fred Trump pretendía construir su legado por fuera de lo económico de la mano de su hijo Donald, ampliando los brazos de la Trump Corporation hacia lo político. Su heredero debía formarse y el elegido fue Cohn, modista del discurso anticomunista.
Un joven Donald Trump acompañado en 1984 por Roy Cohn, su mentor. Crédito: Bettman /Getty
En su primera campaña de 2016, Donald Trump mostró una propuesta novedosa, disruptiva y acorde a las problemáticas de la época. En 2024, apela a un temor colectivo de hace 70 años.
¿Es acertada la campaña anticomunista?
Desde la lejanía, la idea de un Estados Unidos “comunista” resulta irrisoria. Pero en los tiempos que corren, la lógica no aplica a las campañas políticas. Los resultados lo han demostrado en Argentina y el mundo.
Durante la Guerra Fría, el peligro del comunismo para los estadounidenses respondía a una eventual pérdida de hegemonía económica y un posible conflicto bélico directo con la Unión Soviética. Actualmente, dicho escenario pone en el blanco a China, pero sin foco en su ideología.
Iósif Stalin y Harry Truman, de aliados a enemigos, con espionaje de por medio.
Escuchar a Trump diciendo “China” se convirtió en un meme, pero siempre girando en torno a críticas por su responsabilidad en la pandemia de Covid-19 y por el deseo de devolver a suelo estadounidense los establecimientos industriales.
El anticomunismo regresa no como una propaganda contra los rusos o los chinos, pelea en la que aparenta no tener sentido, sino en la construcción de un miedo interno basado en la posibilidad de que la tierra del capitalismo devenga en una nación “antidemocrática y autoritaria”.
Nikita Khrushchev y John F. Kennedy, unos de los protagonistas de la mayor tensión comunismo-capitalismo.
Estas acusaciones contra Kamala Harris son las más recientes y particulares, pero van de la mano de las críticas por su apego a la “Agenda 2030” y la responsabilidad de la gestión en los conflictos de Ucrania y Franja de Gaza. En sus últimas dos apariciones, Trump le quitó responsabilidad a Vladimir Putin y se la adjudicó a Joe Biden.
Esta cercanía con el Kremlin, plasmada en la figura de su candidato a vice J.D. Vance, con lazos con los ortodoxos, y la relación con Viktor Orbán, primer ministro de Hungría y aliado de Putin en Europa, demuestran que el “comunismo” no se presenta como un problema concreto o viable para los republicanos, sino más bien como una herramienta propagandística.
La situación no implica ausencia de efectividad en la estrategia. El mundo virtual ha sido uno de los terrenos donde el trumpismo ha hecho escuela y planea lanzar un nuevo tomo en noviembre de este año. La estrategia pareciera tomar gran aceptación entre sus votantes y se posiciona como una de las últimas opciones que quedan en campaña.
Donald Trump, ex presidente y candidato a regresar a la Casa Blanca. Crédito: Jeenah Moon/Reuters
"Según su plan, Kamala implementará controles de precios al estilo soviético. Abolirá la atención médica privada y convertirá en ley las ridículas políticas impositivas de California, lo que significa que TODOS los estadounidenses pagarán impuestos de hasta el 80% de sus ingresos. Si quieres más EFECTIVO y menos IMPUESTOS, ¡VOTA A TRUMP!", indica uno de las más recientes publicaciones de @realDonaldTrump.
El extremismo de los puntos flacos de la vicepresidenta, que engloban aspectos que califican de progresistas y se contradicen con las políticas de esta gestión, son el camino más viable en el regreso del magnate a Washington. Las otras municiones republicanas llevan el nombre de los inmigrantes, la comunidad LBGTQ+, el déficit y el trato a los criminales.
Actualmente, Trump corre por detrás de Harris con 219 votos electorales contra 225. Todavía hay 94 que según los encuestadores se posicionan como “en disputa”, de cara a los 270 necesarios para obtener el triunfo.