Lunes 21.3.2022
/Última actualización 12:15
“Nuestra ciudad estaba sitiada” es la razón que Natasha indica para explicar por qué está a más de 1.135 kilómetros de su hogar, junto a su hija Victoria y su nieto Bogdan. Ante esa condición, explica que hubo a disposición no más que 15 colectivos para huir y que no sabían si habría lugar suficiente para llevar algunas de sus pertenencias, ni hasta dónde deberían cargarlas, por lo que sólo llegaron a Cracovia (Polonia) “con lo puesto”. El viaje también fue difícil: el colectivo los dejó en un potencial objetivo ruso, Odessa, donde tomaron un tren por más de 12 horas, donde usaban el compartimiento con otras seis personas y sin calefacción. Nunca está de más recordar que se afronta en la región una fuerte ola polar. Atrás quedaron sus hogares, sin cuidado de nadie y dentro todas sus pertenencias: “Tuvimos que huir”.
Quedaron familiares obligados en Ucrania. El hermano e hijo de Natasha debieron quedarse y explica que “no pueden salir porque son hombres, tienen más de 18 y menos de 40 años”. Sin bien es posible que ellos tomen las armas para defender el suelo invadido, las mujeres coincidieron en que la “la única pretensión que tenemos es que la guerra termine y volver a casa”.
El Litoral Asistencia a refugiadosLa familia entrevistada llegó el último viernes a Polonia. No tienen proyectos, planes, ni dinero. “Estamos esperando vivir el día a día. Estamos viviendo en un hostel y venimos a la estación central de Cracovia a buscar algo de comida que nos regalan a los refugiados” dijo la abuela. Victoria indica que por lo pronto “esperamos avanzar próximamente con los papeles para que pueda ir a un colegio polaco”.
Sobre la situación que atraviesan, afirman que “no esperábamos que esto pase” y entre lágrimas nos cuentan que Rusia y Ucrania eran países hermanos. También demuestran impotencia comentando que ellos (ucranianos) no le hicieron nada a sus vecinos (rusos) “pero nuestros niños mueren y los de ellos no” para reafirmar: “No somos los agresores”. En ese momento de dureza, la esperanza se abre paso y confían que “la estadía aquí es temporaria y cuando esto pase volveremos a casa”. Los analistas son menos optimistas.