La guerra en Europa del Este dejará a los drones como protagonistas del nivel táctico y estratégico
El uso de los aviones no tripulados militares y los pequeños artefactos con hélices, de corriente uso civil, reconfiguran las preocupaciones y las formas de desarrollo en el frente de guerra, pero también en la conducción de la misma. El análisis alusivo de un ex jefe del ejército.
La guerra en Europa del Este dejará a los drones como protagonistas del nivel táctico y estratégico
Ver desde la altura, da otra visión de las cosas. Es un principio que rige acciones desde los inicios de la humanidad. En las guerras modernas, fue canalizado por todo tipo de artefactos que buscan dar esa visión preferencial. Por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial fueron utilizados globos aerostáticos (fáciles de desafectar) para reglar el tiro de artillería y en la Segunda se aprovechaban los aviones – observación aérea del tiro de artillería – cuya precisión era muy satisfactoria.
Actualmente, los drones permiten hacer observación del tiro como si fuese un avión, pero con menor costo y riesgo. Permite, además, otros procedimientos como la señalación de objetivos y la vigilancia del campo de combate que agiliza, con otros artefactos como radares, la obtención de información de manera pasiva o subrepticia para que cualquier nivel de la conducción pueda analizar el panorama de la forma más completa posible.
La aparición de los drones “kamikaze” o “merodeadores” llamó la atención de muchos cuando comenzaron a generar los primeros impactos de relevancia dentro de territorio ucraniano. Fueron desarrollados poco tiempo atrás y poco se hablaba, en mesas comunes, sobre su existencia y alcance. Más allá de ellos, observando lo que ocurre en las hostilidades entre Rusia y Ucrania, el uso de drones civiles o comerciales – esos que se ven filmando cualquier evento – también es un factor de suma relevancia en los acontecimientos y en la forma de operar de las tropas.
A sabiendas de que los drones de tipo militar utilizados en el teatro de operaciones de la guerra visitada permiten sobrevolar la zona, obtener información, localizar un objetivo (predeterminado con anticipación o no) y atacarlo a varios kilómetros desde el origen de su lanzamiento, con una carga explosiva de implicancias severas para el enemigo, es pertinente aclarar de qué forma se emplean los de “tipo civil” (cuya clasificación cambia automáticamente cuando su uso deja de ser inmortalizar una boda, para responder a un mando militar).
Un soldado ucraniano operando uno de los drones. Crédito: Reuters
Al margen de algunas modificaciones tendientes a mejorar la velocidad de vuelo; rapidez de movimientos; minimización de peso y para hacerlos menos visibles (y audibles) para el enemigo, la principal configuración que puede verse en los drones civiles es el retiro de la pieza de cámara de grandes dimensiones para reemplazarla por algún explosivo (pueden verse ejemplos de algunos que transportan granadas y otros bombas químicas, con todo el abanico intermedio de explosivos posible). Para su localización y control se prioriza el seguimiento GPS, que puede incluir o no una pequeña cámara en su estructura.
“Cuando lo escuchás, te quedan pocos segundos para intentar salvarte” dice un militar ucraniano en el frente a El Litoral. Hace referencia a la constante presencia de drones lanzando ataques a posiciones en primera línea. Su tamaño, velocidad y capacidad de vuelo a baja altura lo hace prácticamente indetectable por los radares promedio y de difícil alcance para las armas de defensa antiaérea o portátiles de los soldados de infantería. Por otra parte, su bajísimo costo (en promedio 200 euros, contra más de 20.000 cada uno de tipo “kamikaze”) hace que sea un recurso casi inagotable y al que puede acceder incluso cualquier vecino y sumarse al ataque o defensa de los intereses en litigio. Esto implica también una revisión de las definiciones de medios “civiles” y “militares”, el rol y tratamiento de aquellos que se involucran. “¿La casa de un vecino que compró drones, les adaptó granadas y los lanza en posiciones enemigas pasa a ser un objetivo militar o no? ¿Cómo se controla todo lo que esto abre a partir de este momento?” se pregunta una de las fuentes consultadas.
En concreto, más allá de su pérformance a la hora de alcanzar objetivos y el daño a infraestructura crítica, el uso de drones cambia el desarrollo táctico de las operaciones no solamente por la implicancia de lo expuesto en esta misma oración, sino también por la forma de operar de las tropas que buscan evitarlos. “Esta guerra nos enseñó que cada fracción tiene que tener personal mirando permanentemente hacia arriba, ya no sólo debemos esperar una alerta de ataque con misiles o de fuego aéreo por aeronaves típicas, sino también la llegada sin preaviso de estos drones” explica un oficial de prensa del país invadido por Rusia, como ejemplo de cómo hasta la forma de brindar seguridad a la tropa fue un punto retocado.
La estandarización del uso de drones
Consultado en la materia, el teniente general Agustín Cejas explica que “el diferencial de aplicar tecnologías es que éstas cruzan todo el espectro de la acción militar y llegan hasta el puesto comando del comandante, donde se centraliza todo el input disponible para configurar la situación y determinar la siguiente toma de decisiones”. El último jefe del Ejército Argentino apunta que “en el caso de los drones, se diferencia a los de vigilancia y de ataque” y que, sobre lo visto en Ucrania, “para el apoyo de fuego, estos ingenios voladores concretan el ciclo completo de: detección, identificación, localización, ataque y control de daños”.
La aparición de los drones “kamikaze” o “merodeadores” llamó la atención de muchos cuando comenzaron a generar los primeros impactos de relevancia dentro de territorio ucraniano. Crédito: Reuters
El profesional expone detalles a tener en cuenta para entender la amplitud de la capacidad de los aviones no tripulados: “están catalogados por su capacidad (alcance, carga portante, autonomía, etc.) facilitando la asignación a cada Fuerza. Por ejemplo, los drones clase III (estratégicos) deberían estar operados por la Fuerza Aérea, pero los de clase I y II (tácticos) por cada una de las Fuerzas, aplicándolos de manera específica”. En esto último, Cejas es determinante: “quien los opere no es lo importante en un principio, sino la calidad del sistema para condensar lo obtenido y decidir qué hacer”. Suma fuerza a su último argumento al recordar que “en el puesto de comando hay representantes de todas las armas u organizaciones que sabrán derivar el producto o requerimiento a su medio de empleo”.
Así las cosas, no es menor distinguir el uso visto por este medio en su trabajo de campo en el teatro de operaciones donde combaten rusos y ucranianos: drones de ataque, de obtención de información del enemigo y de las condiciones meteorológicas para reglar las piezas de artillería, sin arriesgar un observador adelantado y efectivizar los recursos, además de cuidar al personal.
Los drones en Argentina
La última novedad más reconocida en el desarrollo de aviones no tripulados en nuestro país tiene que ver con el proyecto LIPAN, que recibe fondos para su desarrollo desde el 2000. Pese a la fuerte inversión en el proyecto, como tal, nunca se estandarizó su uso, producción y fin, incluso durante la gestión de César Milani se planteó la posibilidad de su uso para espiar la actividad en torno a Malvinas. Técnicamente, es operativo de forma autónoma por unas cinco horas y en un radio estimado de 40 kilómetros. Su cámara infrarroja le permite obtener información diurna y nocturna. Por otra parte, la mayoría de las pruebas incluyeron serios problemas vinculados a la pérdida de control por parte del mando; exceso de ruido y poca adaptabilidad a diversos terrenos para su despegue, vuelo y aterrizaje.
En Argentina, la Secretaria de Investigación, Política Industrial y Producción para la Defensa lleva tres años intentando “definir la unificación de esfuerzos” a través de estudios, diseños piloto y escasos desarrollos en la materia. Lo cierto es que, excepto como medio de obtención de información a corto alcance, el pensamiento en la materia – por caso el propio LIPAN - poco tiene que ver con un fin de apoyo de fuego, como lo que ocurre en Ucrania. Al margen del Ejército, cuyo desarrollo estanco depende de la dirección general de inteligencia de esa institución, sí habría un tenue movimiento en la Fuerza Aérea, que instaló una base en Chamical, aunque de momento no se lleva a cabo mayor actividad, y la Armada está en proceso de adquirir una aeronave no tripulada que lleva adelante el INVAP en Bariloche, que tendría despegue vertical para salida desde buques.
Otro punto sensible a considerar en el tema que concierne a estas líneas es que tampoco existe desarrollo de doctrina nacional alusiva a esta novedad de tecnología militar. Al respecto, Cejas señala que “el primer paso es definir qué funciones son posibles llevar adelante y qué producto o efecto se obtiene a cambio”. A partir de allí, “se asignan responsabilidades a las diversas Fuerzas y sus diversas ramas para cubrir las funciones que se materializan a través de las tareas que deben cumplir con los medios disponibles”.