Viernes 24.9.2021
/Última actualización 7:16
Las deportaciones masivas a Haití, así como la precaria y tensa situación que aún viven miles de migrantes de ese país caribeño en una zona fronteriza de Texas (sobre la vera del río Bravo), complican cada vez más al presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Tal es así, que el titular de la Casa Blanca sufrió este jueves un nuevo revés en su política internacional, con la renuncia de su enviado especial a Puerto Príncipe, disconforme con "la inhumana y contraproducente decisión de deportar a miles de refugiados haitianos".
"No me asociaré con la decisión inhumana y contraproducente de Estados Unidos de deportar a miles de refugiados y migrantes ilegales haitianos a Haití", dijo el enviado especial del Departamento de Estado, Daniel Foote, en su carta de renuncia. Foote acusó a Washington de tener una política "profundamente defectuosa" con respecto a Haití y recordó al secretario de Estado, Antony Blinken, que el país antillano está "destrozado" debido a la pobreza, el crimen, la corrupción gubernamental y la carencia de recursos humanitarios.
"Sumida en la pobreza y rehén del terror", la población haitiana "simplemente no puede soportar el flujo forzado de miles de migrantes que regresan y que carecen de comida, refugio y dinero sin provocar una nueva e inevitable tragedia humana", escribió. A su juicio, más impactos negativos en Haití tendrán consecuencias "calamitosas", no solo para el país, sino también para Estados Unidos y el resto de países del hemisferio.
La renuncia del funcionario ocurrió luego de que el gobierno demócrata empezara el domingo pasado a embarcar en aviones a ciudadanos haitianos que entraron a Texas desde México, para llevarlos de regreso a su país. La situación en Haití, el país más pobre de América, se desestabilizó en los últimos meses tras el asesinato en julio del presidente Jovenel Moise y el devastador terremoto del 14 de agosto, que mató a más de 2.200 personas, hirió a otras 12.000, destruyó unas 53.800 viviendas y dañó a otras 83.770.
Washington había suspendido de manera temporal la deportación de inmigrantes haitianos después de que el sismo afectara de manera directa a más de 690.000 personas, 40% de la población de la isla. Pero después de que más de 15.000 migrantes -la gran mayoría haitianos- entraran en los últimos días al país desde México y se encontraran varados durante días bajo un puente que cruza el río Bravo en la ciudad texana Del Rio, las expulsiones se reanudaron y bajo presión de que deben de ser rápidas.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos indicó que la mayoría de los inmigrantes serían expulsados "bajo el Título 42 de la ley que restringe la inmigración debido a la pandemia del coronavirus". El masivo flujo de migrantes que buscaba entrar ilegalmente fue embestido con dureza por el servicio de vigilancia fronteriza estadounidense, particularmente por la policía montada, que según denunciaron testigos utilizó sus riendas a modo de látigo para amenazarlos, lo que desató una condena generalizada de grupos de derechos humanos y la ONU.
En consecuencia, el secretario de Seguridad Nacional estadounidense, Alejandro Mayorkas, informó a los líderes de derechos civiles que los agentes fronterizos ya no usarán caballos para detener a los migrantes irregulares en la frontera, según dijo la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki. Al asumir, Biden prometió un planteamiento más humano que su predecesor, el republicano Donald Trump, en materia de inmigración, lo que dio nuevas esperanzas a muchos migrantes en su intento de cruzar al país.
Sin embargo, el veterano demócrata mantuvo la política de Trump de expulsar y deportar a México a todo aquel que representa "un riesgo alto de salud pública" durante la pandemia, a excepción de los menores no acompañados. Biden enfrenta una creciente presión política, tanto de parte de los republicanos como de los demócratas, para abordar rápidamente el problema de los migrantes.