El lago de Furnas, donde el desprendimiento de una roca sobre turistas dejó al menos 10 muertos, debió haber sido cerrado producto de las intensas lluvias que se registran en la zona, comentó una geóloga. Para la agencia meteorológica Metsul, el fenómeno que provocó el incidente había sido advertido, pero el aviso no llegó a sus destinatarios.
Si bien las impactantes imágenes hacen pensar que nadie podía prever la desgracia, analistas que dieron su opinión luego de la tragedia consideran que, en virtud de las intensas lluvias registradas en los primeros días de enero en la zona, las autoridades debieron tomar más precauciones.
Joana Sanches, profesora de Geología de la Universidad Federal de Goiás (UFGO), comentó que el área en el que se produjo el desprendimiento "debería haber sido cerrada para el turismo hasta que se hiciese una intervención con técnicos capacitados y un análisis más preciso de los riesgos del lugar". La experta apuntó que el derrumbe se produjo porque "ya había una fractura previa en la roca que se desprendió". En ese sentido, explicó que las intensas lluvias lavaron la fractura, no permitiendo que se rellenara con más tierra y, para peor, le agregaron más peso dentro de la falla.
Sanches consideró que una buena medida para evitar el accidente hubiera sido provocar un derrumbe controlado de la roca. Otra propuesta manejada por su equipo es la posibilidad de asegurar la roca con cables de acero. Para la geóloga, este tipo de medidas de prevención deben ser discutidas por las autoridades para evitar nuevas tragedias.
En tanto, la agencia meteorológica privada Metsul relacionó la tragedia con un fenómeno conocido como cabeza de agua, que suele producirse cuando ocurren precipitaciones muy intensas en zonas montañosas o rocosas. Cuando la cantidad de agua que cae ya no puede ser absorbida por el suelo rocoso, se producen súbitos desprendimientos que pueden acarrear inundaciones, deslizamientos de lodos o, como en este caso, la caída de una roca desde un cañón.
Según Metsul, Defensa Civil de Minas Gerais había advertido sobre la posibilidad de un fenómeno de esta naturaleza dos horas antes del incidente. Sin embargo, la notificación nunca llegó a las víctimas o sus guías.
El informe de Metsul recuerda que la zona de Capitolio recibía alta cantidad de lluvias desde el mes de diciembre de 2021, un mes en el que cayeron entre 200 y 400 milímetros. La situación no mejoró en los días previos a la tragedia, generando las condiciones para que se diera una cabeza de agua.