El Litoral
Este domingo, el papa Francisco proclamó santos al papa Pablo VI y al obispo mártir salvadoreño Óscar Romero, junto a otros cinco beatos.
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Ante una multitud que colmó la Plaza San Pedro, el papa Francisco proclamó hoy santos al papa Pablo VI y al obispo mártir salvadoreño Óscar Romero, junto a otros cinco beatos e instó a "imitar su ejemplo" de una vida "sin tibieza, sin cálculos".
En una ceremonia histórica en la que utilizó el cálice y el palio del papa Montini y el cíngolo que llevaba puesto Romero al ser asesinado en 1980, el pontífice los elevó a los altares junto a los italianos Francisco Spinelli, Nuncio Sulprizio y Vicente Romano, la alemana María Catalina Kaspery y a la española Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús.
La misionera española beatificada residió en Buenos Aires, donde murió en 1943.
"Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo", proclamó Francisco en su decimoséptima misa de canonización.
Durante la ceremonia, que coincide con el sínodo dedicado a la juventud, que se desarrolla hasta el 28 de octubre, Francisco se refirió con énfasis a la figura de Pablo VI, que se convirtió en el papa número 83 en ser declarado santo Pablo VI siguió el camino de amor a Jesús "a todo o nada", remarcó el pontífice
"Lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres", agregó.
De este modo, puso de relieve que Pablo VI fue el primer papa en pisar América Latina, en 1968.
Pablo VI (Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini), quien le da el nombre al aula cerrada en la que Francisco celebra sus audiencias generales, fue el papa 262 de la Iglesia desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte, el 6 de agosto de 1978.
"Pablo VI, aún en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús", aseguró Francisco.
Montini fue además el pontífice que llevó a término el Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por Juan XXIII. Durante su beatificación en 2014, Francisco lo definió como "el gran timonel del Vaticano II".
"También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad", afirmó hoy el papa.
"Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos", apuntó.
El nombre de los dos nuevos santos está ligado desde hace más de 40 años ya que Romero fue nominado arzobispo de San Salvador por Pablo VI, en 1977.
Monseñor Óscar Romero, muy popular en América Latina y llamado "la voz de los sin voz" por su consagración a los más desfavorecidos, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de ultraderecha, al comienzo de la guerra civil en El Salvador.
Fue por iniciativa de Francisco que el Vaticano lo reconociera como mártir por haber sido asesinado "in odium fidei" (por odio a la fe), la misma figura usada para declarar beato al argentino Enrique Angelelli, a comienzos de este año.
Romero, nacido en la salvadoreña Ciudad Barrios, 15 de agosto de 1917, había sido beatificado en su país natal el 23 de mayo de 2015 en una masiva ceremonia que encabezó el cardenal Angelo Amato como delegado papal.
"Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y de Nuncio Sulprizio", puntualizó Francisco.
Durante su homilía, frente a una plaza con más de 70.000 personas según el Vaticano, incluidos 7.000 salvadoreños, Francisco aseguró que "donde el dinero se pone en el centro, no hay lugar para Dios y tampoco para el hombre".
Con información de Télam