El ejército israelí confirmó la muerte de Yahya Sinwar, líder de Hamás y cerebro del ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, pero esto no pondrá fin a las hostilidades que ya traspasaron las fronteras de Gaza. En el norte de Israel la amenaza se llama Hezbolá (o Hezbollah), que para Firas Maksad, experto en política libanesa y geopolítica de Medio Oriente, "es actualmente la fuerza militar no estatal más poderosa del mundo".
Se trata de una organización libanesa designada terrorista por gran parte de la comunidad internacional, que pertenece a la corriente chiíta del islam. En términos religiosos y geopolíticos responde a la República Islámica de Irán.
Hezbolá anunció oficialmente su creación en 1985 mediante la publicación de una carta abierta que identificó a Estados Unidos y a la Unión Soviética como los principales enemigos del islam. En ese manifiesto también planteó la destrucción de Israel como un objetivo clave.
En 2009 la organización emitió un nuevo manifiesto, en el que mantuvo su línea dura contra Israel y Estados Unidos. En términos de capacidades militares, si bien Israel posee superioridad notoria con respecto a Hamás, esta milicia islamista resiste hace un año merced al apoyo de aliados como Irán y al empleo de la estrategia "guerra de guerrillas". Es interesante también observar lo que sucede en el interior de Palestina. Desde 2007 dos facciones se disputan el poder: Fatah y Hamás.
Con el triunfo de Hamás en las elecciones parlamentarias de 2006 y su toma de poder en la Franja de Gaza en 2007, el territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) quedó dividido entre Fatah en Cisjordania y Hamás en la Franja de Gaza, donde viven más de 2,3 millones de personas.
En lo que atañe a la ANP, vale decir que el gobierno autónomo provisional que se estableció tras los acuerdos de Oslo y que lidera Mahmud Abás, ha ido perdiendo legitimidad entre los propios palestinos.
La guerra entre Israel y Hamás es el conflicto armado que más tiempo ha durado de todas las que Israel ha librado contra Hamás en Gaza. La respuesta castrense israelí se inició el mismo día que Hamás sorprendió al mundo tomando 250 rehenes israelíes y asesinando a 1.200 personas.
Desde entonces, la furia de Israel dejó el territorio de la Franja de Gaza destruido y acabó con la vida de más de 41 mil personas, especialmente civiles, muchos de ellos mujeres y niños. El 90% de la población de Gaza se ha visto desplazada y la mayor parte subsiste en condiciones infrahumanas, entre basura y aguas fecales debido al bloqueo que Israel impone sobre el ingreso de ayuda humanitaria a la Franja, lo que vulnera el derecho internacional humanitario, según denuncia la ONU.
El conflicto israelí-palestino es de larga data, pero se potenció después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181 (II), que prevé la creación de un Estado árabe y otro judío en los territorios del antiguo Mandato Británico de Palestina. A partir de entonces, se sucedieron cuatro guerras. Las mismas tuvieron lugar en 1948, 1956, 1967 y 1973. En todas, Israel se impuso militarmente.
En el plano internacional se hicieron intentos para negociar una solución de dos Estados, lo que implicaría la creación del Estado de Palestina independiente junto al Estado de Israel, concebido en su origen como un Estado judío.
Cisjordania y la Franja de Gaza son territorios señalados por quienes buscan una solución basada en la propuesta "Dos Estados". No obstante, el Estado árabe nunca se concretó, aunque la Resolución 67/19 de la Asamblea General, aprobada en 2012, acordó la admisión de Palestina como Estado observador no miembro de la Organización.
Ni los Acuerdos de Oslo (1993), ni la Cumbre de Camp David (2000), ni la Hoja de Ruta para la Paz (2002), ni la Iniciativa de Paz Árabe (2002, 2007 y 2017, que proponen la normalización de las relaciones y la firma de tratados de paz entre los países árabes e Israel, a cambio de que Israel abandone los territorios que mantiene ocupados desde 1967), ni las posteriores negociaciones, han podido frenar la violencia en este rincón del planeta.
El politólogo Robert Keohane definió al terrorismo como la "globalización de la violencia informal", porque es perpetrada por actores no estatales y porque estas organizaciones actúan mediante células dispersas en distintos rincones del planeta que en algún momento se activan. El objetivo del terrorismo es indirecto porque busca impactar en la población civil mediante el miedo que infunden sus actos.
El accionar de Hamás sintetiza estas definiciones. Del otro lado, las acciones militares de Israel reciben críticas y denuncias por violar el derecho internacional público. La frase "efectos colaterales" ya no justifica la muerte de civiles inocentes ante la opinión pública.
¿Acaso, alguien tuvo el privilegio de elegir dónde nacer? Muchos palestinos parecieran estar condenados a morir por el mero hecho de que el azar los hizo venir al mundo en un sitio en el que grupos sociales saldan sus diferencias con armas. Padecen violencia de Hamás y también de Israel.
¿Quién piensa en todos ellos? ¿Quién tiene el poder y la voluntad necesarios para parar esta catástrofe humanitaria? Por ahora el fin de la guerra no se avizora. Hamás no está cerca de lograr el Estado Palestino independiente por el que dice luchar, ni Israel está próximo a cumplir su objetivo de erradicar para siempre a Hamás. Y asombra la indiferencia del Consejo de Seguridad de la ONU, o quizás lo que sorprende es el proceso inequitativo, añejo y poco representativo que posee para tomar decisiones que atañen a la seguridad internacional.
La sangre derramada posicionó la causa palestina en la opinión pública mundial y en organizaciones internacionales. No obstante, es importante diferenciar el comportamiento de los gobiernos árabes y el de los pueblos árabes.
Los gobiernos abandonaron Palestina hace muchos años, pero sus pueblos aún creen que la causa palestina es justa y sueñan con el Estado independiente que la comunidad internacional les adeuda desde hace setenta y siete años. Pero imaginar un nuevo Estado en manos de Hamás potencia la preocupación y cuestiona esta solución.
(*) Analista internacional, docente universitario, especializado en la Universidad Nacional de Defensa de Washington, autor del libro "Grietas y pandemia".