Este domingo terminaron las elecciones del Parlamento Europeo. En varios países, como Italia y especialmente en Francia, los partidos de ultraderecha obtuvieron una notable ventaja.
Tras la victoria del partido de ultraderecha francés en las elecciones para el Parlamento Europeo, el presidente tomó la medida en busca de ganar el apoyo de los ciudadanos. Pero si la elección nacional también le resulta adversa, quedaría en una situación difícil para gobernar.
Este domingo terminaron las elecciones del Parlamento Europeo. En varios países, como Italia y especialmente en Francia, los partidos de ultraderecha obtuvieron una notable ventaja.
Ressemblent Nacional (Agrupación Nacional, en español) sacó un 31,4% de los votos que se traduce a un total de 30 bancas. Jordan Bardella, un político de tan solo 28 años que es furor en redes sociales, encabezó la lista de candidatos. Desde 2021 es el presidente del partido que originalmente fue fundado por Marine Le Pen, quien perdió en ballotage contra Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales de 2022.
Por su parte, Renaissance, el partido del actual mandatario, sacó tan solo un 14,6 % de los votos, lo que se traduce en13 bancas. Esto, ante los ojos del presidente, significó una clara alarma y, en consecuencia, disolvió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones legislativas que se desarrollarán el próximo 30 de junio (primera ronda) y el 7 de julio (segunda ronda), según lo comunicó oficialemente en redes.
“Los resultados de ayer fueron una derrota para el presidente Macron. Aunque las elecciones están relacionadas con el Parlamento Europeo, en este tipo de procesos democráticos siempre se cuelan en los votantes las percepciones sobre la cuestión nacional”, explica en diálogo con RED/ACCIÓN Carlos Fara, consultor y estratega político.
¿Qué significa disolver la Asamblea Nacional? Básicamente Macron, bajo el aval de la Constitución, está tomando la decisión de terminar el mandato de los diputados antes de que concluya su período legislativo y convoca a que los ciudadanos vuelvan a elegir a los miembros del Parlamento.
Esta medida se toma cuando el partido que está en el Gobierno pierde apoyo. Así, si logran sacar una mayoría, puede derivar en una reafirmación del poder y una suba de imagen positiva. Por el contrario, si los resultados no favorecen al partido del presidente, esto podría debilitar su capacidad para gobernar durante el resto de su mandato así como su popularidad entre los ciudadanos.
Pero, sobre todo, si el partido opositor obtiene una mayoría de los votos y por lo tanto, una mayoría en la Asamblea Nacional se provocaría la famosa “cohabitación” política. En Francia, el presidente debe nombrar como primer ministro a un miembro del partido que tiene la mayoría en la Asamblea. Aunque casi siempre proviene del mismo partido, esto puede variar en situaciones cuando el opositor logra una mayoría en la Asamblea.
La cohabitación, entonces, se produce cuando el partido opositor obtiene suficientes votos para controlar la Asamblea, forzando al presidente a seleccionar un primer ministro del partido mayoritario en el parlamento para asegurar un gobierno funcional que pueda implementar políticas con el respaldo de la mayoría.
“Macron está intentando buscar un apoyo a su presidencia despegado de las elecciones europeas”, reflexiona Fara. “Es una jugada de alto riesgo. Le puede salir bien pero también le puede salir mal. Esto último lo dejaría sin mucha alternativa de gobernanza y claramente golpeado por el resto de su mandato”, analiza el experto.
Para entenderlo mejor, un ejemplo. En 1997 fue la última vez que el pueblo francés tuvo que ir a las urnas debido a una disolución de la Asamblea. Jacques Chirac, por entonces presidente y de derecha, se enfrentaba a una baja de popularidad y suba de imagen pública negativa por una crisis económica. Así, en un intento de fortalecer su mandato, decidió tomar la misma iniciativa por la que ahora opta Macron.
El efecto fue el contrario a lo que buscaba. El electorado francés devolvió la mayoría a la oposición de izquierda. Así, Chirac tuvo que aceptar a Lionel Jospin, un socialista, como su primer ministro, y comandar el país hasta 2002 de manera conjunta.
Esta es la sexta vez que Francia, desde la proclamación de la Quinta República en 1958, llama a una disolución de la Asamblea Nacional. Previo a Chirac, lo habían hecho en dos ocasiones cada uno Francois Mitterrand (en 1986 y en 1981) y Charles De Gaulle (1968 y 1962).