Los talibanes se apoderaron este martes de Pul-e-Khumri, distante a 200 kilómetros e Kabul, en lo que es la segunda capital provincial de Afganistán en caer en las últimas veinticuatro horas y la octava en menos de una semana. "Los talibanes están ahora en la ciudad, izaron su bandera en la plaza central y en la oficina del gobernador", anunció Mamoor Ahmadzai, diputado de la provincia de Baghlan, cuya capital es Pul-e Khumri, precisando que las fuerzas afganas se habían retirado.
Pul-e-Khumri cayó a manos de los insurgentes poco después de que los talibanes se hicieran con el control de la ciudad Farah, en el oeste de Afganistán, la séptima capital provincial que capturan en menos de una semana. "Los talibanes entraron en Farah tras haber combatido brevemente a las fuerzas de seguridad. Tomaron la oficina del gobernador y el cuartel general de la policía. Las fuerzas de seguridad se retiraron a una base militar", declaró Shahla Abubar, integrante del consejo provincial.
Hasta el momento, la milicia islamista avanza a un ritmo frenético y domina seis de las nueve capitales provinciales del norte, mientras que en el sur ya controlan Zaranj y en el oeste la mencionada Farah. El domingo, en pocas horas tomaron control de Kunduz, un punto estratégico entre Kabul y Tayikistán.
Mientras se suceden combates intensos a norte y sur, con ciudades como Kandahar y Lashkar Gah asediadas desde hace días, un enviado de paz de Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, viajó a Medio Oriente para advertir a los talibanes y entregar un mensaje contundente: un gobierno talibán que llegue al poder por la fuerza en Afganistán no será reconocido. El Departamento de Estado de Estados Unidos dijo que Khalilzad ya se encontraba en Doha, Qatar, donde los talibanes mantienen una oficina política.
Búsqueda de un acuerdo político
El enviado estadounidense llegó a Doha "para ayudar a formular una respuesta internacional conjunta al rápido deterioro de la situación en Afganistán", aclaró la Casa Blanca. La ciudad qatarí tenía previsto recibir, además, a referentes de los gobiernos de Qatar, China, Reino Unido, Pakistán y Uzbekistán, así como de la ONU y la Unión Europea.
Doha, asimismo, acoge desde septiembre conversaciones entre el gobierno afgano y los talibanes, acordadas en el acuerdo de paz firmado en febrero de 2020 entre los insurgentes y Estados Unidos, que preveía la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán.
Obviamente, aprovechando la salida de las tropas estadounidenses, los talibanes lanzaron desde mayo una fuerte ofensiva con la que se hicieron primero con vastas zonas rurales, y ahora apuntan a las ciudades. Aunque las esperanzas son escasas, Khalilzad "exhortará a los talibanes a que cesen su ofensiva militar y negocien un acuerdo político", dijo el departamento de Estado.
La retirada de las fuerzas internacionales fue decidida por el presidente estadounidense Donald Trump. Su sucesor Joe Biden retrasó la salida unos meses pero las fuerzas estadounidenses y extranjeras habrán completado su retirada a finales de agosto. El gobierno de Biden dejó claro en las últimas semanas que la línea no cambiará: mantendrá su "apoyo" a Kabul, pero son los afganos los que deben decidir su destino.
"Se trata de defender a su país. Es su combate", dijo John Kirby, portavoz del Pentágono. El Comité Internacional de la Cruz Roja informó que, en el marco de la ofensiva talibán, fueron atendidos más más de 4.000 heridos de guerra (entre ellos civiles y combatientes) en la última semana, "una muestra de la intensidad de la violencia", afirmó la portavoz de la organización en Afganistán, Roya Musawi.