Invasión rusa a Ucrania: la agresión militar que ya estaba "escrita"
De acuerdo con bibliografía fehacientemente documentada y bien conceptuada por la crítica internacional, Vladimir Putin tenía planificado "desmembrar" al vecino país como represalia por la caída de su aliado Víktor Yanukovich, quien presidió a los ucranianos entre 2010 y 2014, el año de la anexión de la península de Crimea.
Desplazamiento de tanques rusos tipo BTR-90 en territorio ucraniano invadido. En su parte delantera puede apreciarse la letra Z en blanco, que significa "Por la victoria" (o "Para la victoria") e identifica la incursión rusa en el vecino país.
Vladimir Putin tenía pensado invadir Ucrania desde hace por lo menos ocho años. Por eso cuesta entender, a diez meses de haberse iniciado dicha invasión en su fase de ocupación territorial más agresiva y cruda -para ser más precisos, con los ataques perpetrados el jueves 24 de febrero de 2022, a partir de las 6 horas de Moscú (cuando el jefe del Kremlin dispuso una "operación relámpago" sobre Kiev, vía Chernóbil)-, que el gobierno ruso siga esforzándose por enmascarar y disfrazar su agresión bélica a la geografía ucraniana, la que materializó con acciones deliberadas e injustificadas que ya había previsto en 2014, al anexionar en forma impune la península de Crimea y generar en el vecino país distintos focos separatistas.
A esas acciones, el propio líder ruso prefiere llamarlas "operaciones militares especiales", por lo que no duda en sancionar y hasta castigar penalmente a quienes osan catalogarlas como "ataque" o "agresión", ya que para él es una "respuesta" al comportamiento fascista de un gobierno ucraniano, el del partido Servidor del Pueblo, que lidera Volodimir Zelenski, quien no se ha sometido a sus designios. Tampoco acepta el término de "invasión", tal como la define el "mundo occidental", y tal como se lo hiciera saber el alto funcionario portugués António Gutérres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Hecha la anterior aclaración, cabe destacar que el propio Putin encuadra los acontecimientos de Crimea en 2014 bajo los términos de "intervención militar obligada". Y así lo destaca el periodista y escritor estadounidense Steven Lee Myers en su obra "The new tsar: The Rise and Reing of Vladimir Putin", un libro de 2015 que fue publicado en castellano en 2017 como "El nuevo zar: ascenso y dominio de Vladimir Putin", elogiada traducción de Natalia Volonté.
Esta cita bibliográfica no es anecdótica o casual, ni mucho menos. En uno de los capítulos de este trabajo, titulado "Nuestra Rusia", Myers se esmera en describir con lujo de detalles el modus operandi del omnipresente autócrata ruso en materia de decisiones militares. De allí el título de esta nota, en el sentido de que todo lo que terminó haciendo y decidiendo Putin este año ya estaba anticipado o escrito por Myers, de reconocida reputación, en especial por haber sido corresponsal del The New York Times en Moscú (siete años), Beijing y Bagdad.
Que nadie sepa nada
Putin, un ex oficial de inteligencia exterior dentro del KGB (sigla en ruso del Comité para la Seguridad del Estado) y espía profesional "hecho y derecho", acostumbra ocultar hasta última instancia sus pasos ("él no le responde ni consulta a nadie", asegura Myers), incluso a sus más estrechos colaboradores, quienes muchas veces ni siquiera saben que están mintiendo o negando cosas y situaciones que ya tuvieron lugar.
Eso le pasó precisamente a Valentina Matviyenko, presidenta del Consejo de la Federación Rusa (cámara alta o Senado) el 25 de febrero de 2014, cuando después de una reunión del Consejo de Seguridad Nacional declaró que "era imposible que Rusia interviniera militarmente en Ucrania" para detener el caos producido por la gestión del presidente Víktor Yanukovich -un "compañero de ruta" que se había vuelto demasiado ineficaz e incómodo-, cuando en realidad ya lo había hecho.
En efecto, ni ella (Matviyenko), ni los experimentados ministros Serguéi Shoigú (Defensa), Serguéi Lavrov (Asuntos Exteriores) y Vladimir Kolokoltsev (Interior), así como los directores de Inteligencia Exterior (Mijaíl Fradkov) y del Servicio Federal de Seguridad (Aleksandr Bórtnikov), sabían que Putin había puesto en marcha una operación secreta la mañana del 23 de febrero de aquel año, una maniobra que ni siquiera ellos previeron.
Casi ocho años más tarde todo hace suponer hizo lo mismo -en lo que respecta a mantener en silencio sus decisiones-, mientras uno de sus más fieles y estoicos servidores, el nombrado Lavrov (ministro desde 2004), llevaba por lo menos una semana negando que Rusia estuviera planeando una invasión al territorio ucraniano, como finalmente ocurrió. Y a los voceros Dmitri Peskov (Presidencia) y María Zajarova (Asuntos Exteriores), seguramente les ha pasado lo mismo.
Esperar el momento justo
Según lo descripto por Myers, una vez caído el gobierno de Yanukovich, "Putin castigaría a Ucrania desmembrándola". Tal es así, que el 26 de febrero de 2014, al día siguiente de la reunión de las máximas autoridades del Kremlin, el ex agente del KGB anunciaría, siempre de acuerdo a lo detallado por el citado autor, "un repentino ejercicio militar que movilizó a decenas de miles de tropas en Rusia occidental, así como al cuartel general de los comandos de defensa aérea y fuerza aérea". El ejercicio militar –continúa Myers- estaba planificado desde hacía meses, "pero la oportunidad le permitió al Kremlin disfrazar el despliegue repentino de miles de tropas rusas de operaciones especiales de elite".
"El secreto era esencial", insiste Myers, puesto que Putin no podía estar seguro de cuál sería la respuesta internacional –sobre todo la de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)- y "quería poner a prueba la determinación de los líderes del mundo antes de admitir la extensión de su plan". Si ya lo había hecho en 2014… ¿qué le impediría actuar de la misma manera algunos años más tarde, teniendo en cuenta que el panorama político de Ucrania para él "había empeorado", con la presencia –desde 2020- en la presidencia de la vecina república de "un indeseable neonazi", como el experto judoca define al actual presidente ucraniano.
Pero, al margen del antecedente expuesto por Myers, los analistas en temas rusos no dudan en volcar otros elementos a la hora de justificar la "demora" de ocho años del jerarca ruso. Entre otros, mencionan la Copa Mundial de Fútbol Rusia 2018 (una "vidriera al mundo" que no iba a perderse de ninguna manera, como no lo había hecho con los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014), el retiro de la canciller alemana Ángela Merkel de la vida pública (en 2021) o el final del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
Sobre el magnate estadounidense se podría decir que era uno de sus aliados, a la vez que es de total y de público conocimiento el recelo mutuo que lo distancia cada vez más del actual jefe de la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden, que lo ha tratado de "criminal de guerra" y a quien conoce desde hace bastante tiempo, puesto que fue el vicepresidente de Barak Obama entre 2009 y 2017.
El sueño de una "Gran Rusia"
Al inicio de la invasión, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió para discutir los alcances del conflicto. Este estalló tras semanas de negativas de Moscú en cuanto a sus reales propósitos y el rechazo de parte del Kremlin a la inclusión de Ucrania – o de cualquier otra ex república socialista soviética- a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). A su vez, Kiev se negaba insistentemente a renunciar a su incorporación a la mencionada alianza militar estratégica.
Alemania, Francia y Reino Unido se alinearon rápidamente en favor de Ucrania –como nación agredida, invadida e ilegalmente ocupada-, además de Estados Unidos, cuyo presidente llevaba varios días advirtiendo que tenía información "fehaciente y precisa" de sus servicios de Inteligencia, respecto a la intención clara de Moscú de invadir el país vecino. Y así fue como ocurrió, mientras que en Argentina algunos sectores, especialmente del oficialismo, se mostraban "preocupados" por los dichos de Joe Biden, a los que no dudaron en calificar como "alarmistas" e "infundados".
China, mientras tanto, prefería mantener una posición relativamente mesurada, si bien con el correr de las semanas quedó en evidencia su simpatía con el accionar de Putin. No hay que olvidar que, iniciados los ataques a Ucrania, el régimen chino criticó duramente a Washington, al que señaló como instigador de lo que estaba ocurriendo y le reclamó que solucione "un conflicto que ayudó a alimentar". En cuanto a las motivaciones y razones esgrimidas por Putin para justificar la invasión, se aclaraba que en forma paralela a los avances sobre Kiev, el conflicto tenía foco de atención en las áreas separatistas del este de Ucrania.
Horas antes de producirse los primeros ataques, secesionistas prorrusos solicitaron ayuda a Moscú para detener una supuesta agresión por parte de las tropas ucranianas, algo que Kiev negó terminantemente, al mismo tiempo que negaba una ofensiva para recuperar esos territorios (perdidos a partir de la anexión rusa de Crimea). Es más, el gobierno ucraniano siempre tildó de "excusa premeditada" y de "propaganda rusa" a dicha versión.
Con el correr de los días, Putin reiteraría y potenciaría su intención de proteger esos territorios "recuperados", a los que empezó a anexionar mediante la implementación de referendos que Kiev califica como "una farsa". A su vez, volvió a considerar como inaceptable la inclusión en la OTAN de Ucrania, o de cualquier otra nación que haya integrado la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Si algún país ataca Rusia, dijo entonces, la respuesta sería "instantánea". Y en caso de sufrir alguna "interferencia extranjera", agregaba, "reaccionaría inmediatamente".
Putin sigue respaldando fuerte y decididamente a los gobiernos prorrusos de los territorios del este y sureste ocupados a Ucrania, es decir las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Es más, días atrás recibió y condecoró en Moscú a los líderes de cada una de las que se conocen como "repúblicas separatistas recuperadas": Denís Pushilin (Donetsk), Leónid Pásechnik (Lugansk), Vladímir Saldo (Jersón) y Evgeni Balitski (Zaporiyia).
El jefe del Kremlin considera a esas regiones como parte de la anhelada "Gran Rusia", una construcción de carácter geopolítico y cultural, inspirada más en los sueños de una Rusia imperial o zarista que en los alcances y prerrogativas de la antigua URSS, de la que durante décadas él mismo fue un cuadro político dedicado, disciplinado y muy eficaz.
Ese anhelo o sueño de Putin también es descripto con singular clarividencia por Steven Lee Myers en "El nuevo zar: ascenso y dominio de Vladimir Putin". A partir de 2014, el jefe del Kremlin utiliza el término Novorossiya (Nueva Rusia) para evocar "el reclamo histórico" de su país sobre la franja del territorio ucraniano que va desde Odesa hasta la frontera rusa, que la Rusia imperial había tomado de los otomanos en el siglo XVIII.
Crónica y detalles de los primeros ataques
En su portada de la edición del viernes 25 de febrero de 2022, diario El Litoral daba cuenta del inicio de la invasión rusa al territorio ucraniano, a partir de una "operación relámpago", que no era otra cosa que la utilización de una parte importante de los 100.000 soldados que el gobierno ruso había movilizado para un supuesto "ejercicio militar" que en teoría iba a llevarse a cabo en la frontera con Bielorrusia (mascarada que no tardó en revelar su verdadero propósito), que a su vez tiene límites con Ucrania.
Así, bajo el título "Las tropas rusas se acercan a Kiev" se explicaba que "los militares de la Federación Rusa hicieron cabecera en Chernóbil y desde allí avanzan los pocos más de 130 kilómetros que la separan de la capital de Ucrania". Con un movimiento de pinzas que tenía varios frentes, el principal una columna que bajaba desde Chernóbil y tenía como objetivo Kiev.
Rusia atacó por vía aérea y terrestre a Ucrania, en el marco de una ofensiva militar ordenada por Moscú, la que causó conmoción y repudio a nivel global, tras provocar la muerte de unos 60 ucranianos, según lo informado en los reportes oficiales locales como corolario del primer día de intensos combates.
Por aquellas horas, por medio de Noticias Argentina, se conocían las primeras declaraciones del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski. "Rusia atacó a traición, como lo hizo la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y decidió imponer la ley marcial en territorio ucraniano", recogía la agencia china Xinhua.
"Ucrania se está defendiendo" dijo Zelenski en un discurso televisado en el que más de 40 soldados ucranianos y alrededor de 10 civiles habían perdido la vida en el conflicto. Más tarde el Ministerio de Salud local reportó que 57 ucranianos murieron y 169 resultaron heridos durante la primera ofensiva rusa, que llegó a tomar incluso la planta de energía nuclear de Chernóbil, tristemente célebre por la catástrofe de 1986.
"Las fuerzas terrestres rusas penetraron este jueves en Ucrania desde varias direcciones", indicó el servicio de guardia fronterizo de ese país, horas después que Vladimir Putin anunciara el lanzamiento de una "operación militar especial". Mientras tanto, información de Associated Press (AP) daba cuenta de una gran alarma en la capital Kiev, con la evacuación de cientos de personas y el derribo de drones no identificados, lo que generó pánico en sus habitantes muchos de los cuales abandonaron sus hogares.
"Descabezamiento"
Por un lado, agentes fronterizos indicaban que vehículos militares rusos, entre ellos decenas de tanques, habían cruzado las fronteras en varios puntos del país, incluida la anexionada península de Crimea. Mientras tanto, el Estado Mayor Conjunto de Ucrania informaba que Rusia había lanzado más de treinta ataques con misiles Kalibr y MLRS, aviones y artillería.
Asimismo, en horas de la noche del miércoles 23 se había reportado que unos veinte helicópteros KA-52 y Mi-8 de Rusia lograron aterrizar de incognito en el aeródromo de Gostomel, cerca de Kiev, donde las batallas "permanecían en curso". Paralelamente, dos cargueros civiles rusos fueron alcanzados por misiles de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el mar de Azov y se informaba de por lo menos "un herido de gravedad".
En Kiev, las sirenas de Defensa Civil se hacían sentir en el aire en medio de una mañana gris con llovizna pero la calle principal de la ciudad, Khreshchatyk. La situación planteaba "una mezcla de ansiedad y normalidad", según la AP, cuyos periodistas se alojaban en un hotel que fue evacuado en 30 minutos. A algunos habitantes los había despertado el sonido de las explosiones en las afueras de la ciudad, pero otros no escucharon nada, mientras que decenas de ucranianos buscaron refugio en estaciones de metro, ante la amenaza de bombardeos de parte de Rusia.
El alcalde de Boryspil, el suburbio donde se encuentra el principal aeropuerto de la capital, dijo que algunas de las explosiones se debieron a drones no identificados. Ante el desconcierto generalizado, empezaron a surgir versiones sobre los supuestos propósitos de una serie de rápidas y violentas incursiones rusas al distrito capitalino.
Entre esas incursiones estaba la denominada "Descabezamiento del régimen de Kiev", operación comando pedida personalmente por Putin, que consistiría en tomar con tropas especiales –se hablaba de mercenarios chechenos o georgianos- y en no más de 72 horas, el bunker en el que estaría establecido Zelenski junto a su gabinete, apresarlos y eliminarlos.
Ese sería, "teóricamente", el inicio de un "operativo limpieza" que incluiría a unos 2.500 dirigentes políticos ucranianos, ya sea oficialistas como opositores, entre los que se cree que estaba incluido el mundialmente reconocido alcalde de Kiev, el ex boxeador Vitali Klitschko (fundador de la Alianza Democrática Ucraniana para la Reforma), quien fuera un respetado y competitivo campeón mundial del peso pesado.