(Desde Israel)
El corresponsal de este medio deja su repaso de lo que logró palpitar en las primeras horas en Tel Aviv. El momento en el que vivió el primer ataque aéreo en la ciudad; la seguridad en las calles y todas las puertas abiertas.
(Desde Israel)
Todo aterrizaje guarda su cuota de dramatismo y atención, pero el del vuelo que llega a Tel Aviv tiene un condimento especial. Aún más para los judíos y familiares de las víctimas de lo que ocurre históricamente. Podía palpitarse en el entorno un dejo de amargura por los hechos y una tensión por estar sobrevolando espacio aéreo donde el cruce de cohetes es continuo, con lo que eso implica para un avión comercial que de pronto surca el mismo espacio-tiempo. El aeropuerto Ben-Gurión está casi vacío, sólo personal operativo y los pasajeros de las pocas aerolíneas que mantienen su funcionamiento allí.
La mayoría de quienes regresaban en el mismo vuelo eran ciudadanos israelíes que decidieron tomarse unos días en el exterior para despejarse del dramatismo de la guerra, especialmente con los más pequeños. Relataban al autor que pocos días atrás un niño había muerto de un infarto tras escuchar una alerta aérea. El grado de estrés y nerviosismo es insostenible para una sociedad que más allá de su trágica historia, de pronto, se vio vulnerada, desnuda, a partir del 07 de octubre. Así lo resumió un local.
Camino al hospedaje, la altura de los edificios es imponente, el tráfico normal y el orden ciudadano y de los espacios públicos es de una pulcritud envidiable. La guerra parece no haber llegado hasta Tel Aviv, o al menos eso parece a simple vista. De pronto se observan edificios y casas con sus puertas externas abiertas, librando el ingreso a cualquiera. No estaban abandonadas ni sufrieron un saqueo masivo: los vecinos abren sus hogares para que cualquiera que esté en zona pueda ingresar y acceder al refugio subterráneo en caso de una alerta aérea. Imposible fue para el autor extrapolarlo imaginariamente a su realidad diaria.
Si de seguridad se trata, para el cronista resultó llamativo la libertad con la que la prensa puede trabajar. En ningún momento fue detenido por las autoridades policiales, militares o por los propios vecinos para ser consultado sobre por qué tomaba una u otra foto, o por qué realizaba tantas preguntas. En otras experiencias, el temor a los espías, a entregar erróneamente información al enemigo o brindar análisis distintos a los que le interesa al gobierno de turno, le jugaron una mala pasada. Aquí nota una fuerte presencia de uniformados, pero que no interfieren en el trabajo de la prensa internacional que llegó hasta Israel. No es menor destacar que son más de 2500 trabajadores de la comunicación que se concentraron en el último mes.
Las alertas aéreas se ejecutan de tres formas, principalmente: a través de sirenas en la vía públicas; en las transmisiones de radios comerciales y mediante una app. Esta última puede configurarse por ciudades o zonas. Incluso Tel Aviv, que no es la ciudad más grande del planeta necesariamente, se subdivide en cuatro. Cada vez que la Fuerza de Defensa Israelí detecta la trazabilidad de cohetes, drones, misiles o lo que sea con rumbo hacia un objetivo terrestre con presencia humana, emite una alarma en esa zona específica. La precisión no sólo es geográfica, sino también temporal. En las zonas más cercanas a la Franja de Gaza (desde donde Hamás lanza la mayoría de los ataques), la comunidad sabe que tiene menos de 10 segundos para cubrirse antes de que el impacto llegue, si no es neutralizado por la cúpula de hierro, que tiene una efectividad del 95%. En Tel Aviv, un minuto y medio es el plazo promedio.
A la hora de cenar, en un pintoresco comedor del barrio, en plena vereda, las sirenas comenzar a sonar. Las personas conversaban entre sí sobre el hecho y miraban sus teléfonos. Muy pocos atinaron a buscar cubierta. El autor inmediatamente pensó en Ucrania, donde el escenario fue naturalizado, pero antes del minuto la mayoría estaba de pie y a los 60 segundos se escucha una explosión en el cielo: los ataques estaban arriba. Inmediatamente las cervezas, los celulares, las cuentas y todo quedó en su lugar mientras los presentes corrían al refugio más cercano. “Hay que esperar siempre 10 minutos por si cae un resto de lo que derriba la cúpula, si es que no nos pega directamente”, dice un israelí con tono tranquilo. Ya están acostumbrados, pero saben que cuando las sirenas suenan, realmente los ataques llegan. En menos de tres minutos, la alarma se apagó.
Hablando de costumbres, no es menor destacar que entre las 19 y las 22 es el plazo en el cual Hamás suele lanzar sus ataques desde el 07 de octubre. Así lo comentan los vecinos y así pudo chequearlo el corresponsal en su primer día, fueron en esas horas cuando mayor operatividad de la cúpula se observó.
Cuando El Litoral llegó a Israel para cubrir la guerra, se cumplía justo un mes de la masacre de Hamás del 07 de octubre. Gran cantidad de actos masivos se dieron en toda Israel. En todas las plazas se observan velas, peluches y fotos que representantes a hombres y mujeres; grandes y niños cuya situación es desconocida. Hamás no dice nada sobre ellos y el drama de sus familias es total.
La fisonomía de las personas contrasta entre quienes visten uniforme y las que no; los ortodoxos y que no; los locales y los foráneos. En el medio, en medio de una gran movilización de reservas militares y una particular ley de portación de armas, muchos pueden vestir una bermuda y una musculosa, mientras portan una M4 terciada o una .9mm en la cintura. “Acá fue el último atentado con cuchillos”, relata Nicole – la fixer – al autor, mientras señala la esquina que estaba en frente de ellos. Pocos metros después contó otra historia similar. Esos antecedentes justifican esta realidad que parece de película. De terror.
El primer día en Israel, puntualmente en Tel Aviv, permite ver una sociedad que se mantiene unida detrás del objetivo principal de asegurar la defensa de su territorio y recuperar a los rehenes; al tiempo que busca mantener la normalidad lo máximo posible. Sin embargo, detrás de ese cascarón emocional que intentan fortalecer manteniéndose ocupados, la mayoría de ellos tiene un conocido (amigo, hijo, novia o hermano) asesinado o combatiendo en el frente que les recuerda por qué quieren mantenerse firmes y en pie.
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