Martes 29.3.2022
/Última actualización 18:39
Las fuertes subidas de los precios de los carburantes para la ciudadanía le han costado la cabeza al máximo directivo de Petrobras, el general Joaquim Silva e Luna. El presidente Jair Bolsonaro lo destituyó este lunes por la noche después de que desoyera las presiones públicas del propio mandatario y otros políticos para no repercutir a los consumidores las alzas del petróleo en los mercados internacionales. Las acciones cayeron un 2,7% al cierre del lunes. Es el segundo presidente de Petrobras, la mayor empresa estatal brasileña, que Bolsonaro destituye en 13 meses.
El relevo fue anunciado poco antes de que el mandatario brasileño ingresara en un hospital con molestias estomacales. Tras ser sometido a diversas pruebas, recibió el alta. El presidente padece diversas secuelas de una puñalada que sufrió en la anterior campaña electoral.
Bolsonaro ha intentado quitar hierro este martes al relevo diciendo que “es un asunto de rutina, sin ningún problema”. El Gobierno es el principal accionista de la compañía con el 50,26%, que cotiza en las Bolsas de São Paulo, Nueva York y Madrid. El jefe del Ejecutivo, que el año pasado eligió al general Silva e Luna para el cargo porque pensó que sería más modelable que su antecesor, un tecnócrata, va a colocar ahora al frente de la petrolera a un economista partidario de contener los precios, Adriano Pires.
El pasado 10 de marzo la gasolina subió en Brasil un 18% y el diésel casi un 25% tras dispararse el barril de petróleo por la invasión rusa de Ucrania. El precio de los carburantes es un asunto vital para cualquiera que conduce un vehículo en este país descomunal que tiene una fuerte dependencia del transporte de mercancías por carretera. Y es, junto a la inflación, uno de los grandes quebraderos de cabeza de Bolsonaro, que pretende presentarse a la reelección. Y considera fuera de lugar que los precios castiguen a la clientela mientras la empresa reparte jugosos dividendos para su medio millón de accionistas.
El aumento del precio de los combustibles, relacionado en parte con los efectos que está teniendo la guerra en Ucrania y los de la inflación, incomodó a Bolsonaro que llegó a decir que era un “crimen contra la población”. A mediados de febrero declaró en una entrevista: “No tengo poderes sobre Petrobras. Pero, por mí, es una empresa que podría ser privatizada hoy”, pues “me libraría de ese problema”, dijo a la televisión Ponte Negra sobre esa remota posibilidad.
El problema de Bolsonaro es que la mayoría de la ciudadanía le considera responsable de los altos precios de los combustibles, según las encuestas. En Río de Janeiro y otro par de Estados, la gasolina está casi a ocho reales el litro (1,7 dólares o 1,5 euros), un dineral en un país donde el salario mínimo es poco más de mil reales. El descontento y la angustia entre los millones de conductores de aplicativos, motoristas repartidores y camioneros es enorme.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, principal adversario de Bolsonaro de cara a las elecciones de octubre, también está descontento con la política de precios de Petrobras. Es un crítico declarado de que el precio de que el consumidor pague una cantidad vinculada a los mercados internacionales y al dólar. “Si (en Brasil) todo está en reales, ¿por qué pagamos el precio de la gasolina en dólar?”, proclamó hace unos días. Este mismo martes ha participado en Río de Janeiro en un debate sobre el tema con el sindicato de los trabajadores petroleros.
Con más de 46.000 empleados, Petrobras extrae 2,7 millones de barriles de petróleo diarios. Fundada en los cincuenta por Getulio Vargas, se abrió al capital privado en los noventa.
La destitución del jefe máximo de Petrobras se produjo unas horas después de la salida del ministro de Educación, que dimitió este lunes por sospechas de corrupción. Bolsonaro aceptó finalmente desprenderse de Milton Ribeiro, que es pastor evangélico, después de días de desgaste ante revelaciones periodísticas que apuntan a que el ministro dio preferencia en el reparto de fondos públicos para la educación a alcaldes a cambio de sobornos en los que otros dos pastores ejercían de intermediaros.