El Litoral
Todo comenzó el domingo con explosiones moderadas que no alteraron el ritmo de vida de las familias que habitan en los poblados cercanos, que supusieron que la incipiente erupción volcánica sería, como de costumbre, pasajera e inocua. Pero el Volcán de Fuego en Guatemala iba, esta vez, a ser arrasador.
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Más de 60 personas murieron calcinadas tras quedar atrapadas entre la ardiente mezcla de piedras, lodo y gases expulsados por el volcán, algunas en el propio interior de sus viviendas.
Todo ocurrió muy rápido. La gente incluso se detuvo confiada a observar y no optó por correr para ganarle a la velocidad con que descendieron por las barrancas los flujos prioclásticos (una mezcla de gases volcánicos, materiales sólidos calientes y aire atrapado) lanzados por un enfurecido volcán.
"Mis hermanas me gritaron: Nelda, se está poniendo peor, porque las nubes ya venían, ya casi sobre la colonia", dijo entre lágrimas Nelda Mijangos Chang, una mujer de unos 45 años de San Miguel Los Lotes, en el sureño departamento de Escuintla, probablemente la comunidad más devastada.
Su madre fue uno de las heridos de gravedad que debieron ser trasladados al Hospital General San Juan de Dios, en Ciudad de Guatemala.
Mijangos contó que su madre estaba poniendo tortillas al fuego y que cuando sus hermanas quisieron sacarla, dijo que prefería quedarse. Finalmente consiguieron moverla, pero sus piernas fueron alcanzadas por el material ardiente y hubo que ampuntárselas.
El Volcán de Fuego luce impetuoso. Se levanta con sus 3.763 metros de altura al lado del Volcán de Acatenango (3.976 metros). Junto al Volcán de Agua forman una tríada imponente. Éste último no está activo pero en 1541 fue origen de una correntada de lodo y piedras que sepultó la entonces capital de Guatemala, Santiago. El episodio es recordado porque entonces murió Beatriz de la Cueva, gobernadora y viuda del conquistador Pedro de Alvarado.
El panorama custodiado por los tres volcanes es visualmente apacible. El paisaje lo complementa la romántica presencia de la colonial ciudad de Antigua Guatemala, principal destino turístico del país y distante solo unos ocho kilómetros de los volcanes.
Pero este paisaje tranquilo se convirtió el domingo para muchos en escenario del fin del mundo. Los cuerpos, en los lugares a los que se pudo tener acceso, parecían flotar en la espesa capa de flujos piroclásticos.
Ese día, cuando solo unos pocos socorristas consiguieron llegar para auxiliar a los sobrevivientes en la aldea El Rodeo, otro de los lugares devastados por la erupción, el canal Todo Noticias 23 mostró una impactante escena.
Un hombre de unos 60 años permanecía sentado sobre el borde de la carretera, casi sin aliento, cubierto del lodo que se había secado sobre su rostro, cabeza y ropa, lo que le otorgaba a su figura un color ceniciento.
A su lado yacían dos cuerpos calcinados por los ardientes flujos piroclásticos. Al fondo se apreciaba un horizonte de desolación, un manto de lodo abrasador.
"No pudo salir toda la gente. No pudo salir... Yo digo que se quedaron atrapados", expresó Consuelo Hernández, una mujer de unos 40 años que caminaba por instinto, fatigada y cubierta de lodo, tras haber escapado con vida.
"La lava se vino por todos los lotes y (por) la calle", describió con esfuerzos sin detener sus pasos, empapada por la llovizna. Dijo que ella y algunos de sus familiares lograron salvarse porque treparon a una ladera cerca del terreno donde habitan.
El Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) informó que se trató de la mayor erupción "en muchos años".
En realidad, aunque Guatemala posee 32 volcanes, no hay en el recuerdo reciente un fenómeno de este tipo con un impacto parecido: 1,7 millones de personas afectadas, 3.271 evacuadas, 1.877 albergados y 46 heridos, de acuerdo con el último informe de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred).
Con información de dpa.