Emmanuel Macron, blanco de furibundos ataques por su firmeza ante el islam radical y su defensa del laicismo y la libertad de expresión –incluido el derecho a la blasfemia–, ha advertido que Francia seguirá fiel a sus valores y combatirá el fanatismo. Esa fue la respuesta del presidente francés a los insultos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y a la campaña organizada durante los últimos días, en diversos países musulmanes, para boicotear productos galos como réplica a las caricaturas de Mahoma.
La reacción de Macron fue cometida en el tono y la forma, aunque contundente en el contenido. Optó por publicar varios tuits en la noche del domingo, en francés, inglés y árabe. No mencionó directamente ni a Erdogan ni a Turquía. Tampoco aludió a los boicots comerciales. “Nunca cederemos, nunca –decía uno de los mensajes–. Respetamos todas las diferencias en un espíritu de paz. No aceptamos el discurso del odio y defendemos el debate razonable. Siempre estaremos al lado de la dignidad humana y de los valores universales”. “Nuestra historia es la de la lucha contra las tiranías y los fanatismos –afirmaba otro tuit–. Continuaremos”.
En la acción punitiva hay contradicciones: Qatar, que compra armas francesas, retira quesos y cosméticos
En Francia hay una mezcla de inquietud, perplejidad e indignación por una situación que se percibe como el mundo al revés. Ven una corrupción de los argumentos, una manipulación obscena de la realidad, con el riesgo de alentar el terrorismo. Hace pocos días el país sufría un atentado brutal, de fuerte simbolismo –la decapitación de un maestro al salir de su escuela, cerca de París–, una declaración de guerra a lo que Francia encarna, a la libertad de pensamiento, a la herencia de la Ilustración. Un yihadista checheno lo asesinó por haber mostrado caricaturas de Mahoma en una clase dedicada a la libertad de expresión.
En vez de encontrar solidaridad, Francia es castigada con groseras descalificaciones a su jefe de Estado y llamamientos a no comprar sus productos. En las redes sociales se denigra con montajes fotográficos ofensivos a Macron y a su esposa Brigitte. Son métodos de países en guerra y de regímenes totalitarios.
Ya se sospechaba la larga mano de Erdogan en el boicot comercial, pero ayer se despejó cualquier duda. El propio líder turco, en un discurso, se sumaba a la acción punitiva. Además de Turquía, las represalias contra París se dan en Qatar, Kuwait, Jordania y Libia. Ha habido manifestaciones en Gaza, Trípoli y Tel Aviv. En el caso de Qatar, la contradicción es evidente. El rico emirato gasístico es un gran comprador de armamento francés, incluido el cazabombardero Rafale, pero ahora se retiran de sus estanterías los quesos y cosméticos galos.
Tenés que leerErdogán pidió a los turcos no comprar productos de marcas francesasLa patronal francesa (Medef) expresó su preocupación por los daños a las empresas causados por el boicot. El Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM) salió en defensa de los intereses franceses, calificó de “contraproductiva” la campaña y subrayó que “Francia es un gran país en el que los musulmanes no son perseguidos”. La reacción del CFCM es importante porque en la propaganda turca y en las redes sociales se difunden noticias falsas. Se dice que en Francia se discrimina a los musulmanes igual que hacía el nazismo con los judíos, o que el estudio de las caricaturas de Mahoma forma parte del currículum escolar obligatorio.
El diario conservador Le Figaro publicó un editorial muy duro contra Erdogan, a quien llamó “hermano musulmán” –como la cofradía islamista– y comparó su “política del insulto” con la de Hitler. Según el rotativo, el presidente turco pretende “movilizar a los islamistas de todo pelaje contra Francia” porque ha sido el país que más ha criticado las injerencias turcas en Siria, Libia, Nagorno-Karabaj y el Mediterráneo oriental. Le Figaro advertía que el insulto es algo a tomar muy en serio porque, “para los islamistas, suele ser una invitación a matar”.