El Litoral
Decidido a volver al cargo de primer ministro que abandonó en diciembre de 2016 luego de casi tres años, el secretario general del oficialista Partido Democrático (PD), Matteo Renzi, enfrentará el 4 de marzo uno de los retos más importantes de su carrera política.
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Télam
Renzi, protagonista de un ascenso meteórico desde la alcaldía de Florencia hasta primer ministro, no lo tiene fácil; es desde hace meses el blanco no sólo de los sectores opositores clásicos de centroderecha, sino también de nuevas formaciones de centroizquierda que se escindieron del PD en rechazo a su conducción.
Cuando en 2009 ganó las internas partidarias que ese mismo año lo llevarían a ser elegido alcalde de Florencia a los 34 años, las crónicas locales y nacionales ya destacaban su rápido ascenso, su "férrea determinación" y cómo sus tempranos detractores ya asociaban esas características con una "insana ambición por llegar" a la cumbre del poder.
Casi diez años después, los elogios de sus partidarios y las criticas de sus cada vez más opositores son casi las mismas y este político florentino (Florencia, 11 de enero de 1975) se enfrenta a una de las paradas más cruciales de su carrera política, mientras millones de italianos se preguntan sobre la que puede llegar a ser una de las dilapidaciones de capital político más grandes en la historia reciente del país.
Luego de una gestión como alcalde en la que nunca ocultó sus intenciones de llegar a Roma, incluida una derrota en la interna del PD antes de las elecciones de 2013, Renzi finalmente se hizo del cargo de primer ministro en febrero de 2014, tras un acuerdo con Silvio Berlusconi, el denominado "Pacto del Nazareno" que sorprendió a todas las fuerzas, incluida la suya, cuando el gobierno de Enrico Letta no había cumplido ni siquiera un año.
Cuando hace cinco años asumió la presidencia del Consejo de Ministros, la carrera del hincha fanático de la Florentina parecía no tener techo. Incluso antes de que el Parlamento hiciera caer a Letta para encargarle la formación de un nuevo gobierno, Renzi ya había prometido un ambicioso paquete de reformas que incluía ni más ni menos que la abolición del Senado, la reforma de las competencias de las regiones y una serie de cambios administrativos en pos, según sus argumentos, de dinamizar un país que todavía estaba en la siesta de la crisis económica.
Renzi, con sus aires renovadores, fue entonces el primer ministro más joven de la historia de la república italiana, el primero en tener un gabinete con la mitad de las ministras mujeres y seleccionado como la tercera persona más influyente menor de 40 años en el mundo por la revista estadounidense Fortune.
Pero la reforma que prometí terminar con ese bicameralismo perfecto de casi 1000 legisladores (630 diputados y 315 senadores) fue víctima de esos eternos tiempos parlamentarios: el tratamiento que debía durar algunos meses se extendió hasta mediados de 2016, cuando Berlusconi ya había roto la alianza y la economía no daba muestras claras de recuperación.
La ley se aprobó, pero cuando Renzi quiso mantener su promesa de someterla a referéndum, perdió y abandonó el cargo. El ascenso meteórico se había frenado abruptamente, tras una campaña en la que más que por el rechazo a la reforma, los italianos votaron por la salida del florentino.
Intimo amigo del empresario argentino Eduardo Eurnekián, a quien conoce a partir de la gestión de Aeropuertos Argentina 2000 de las terminales de Florencia y Pisa, Renzi renunció al gobierno, dio un breve paso al costado de la opinión pública cuando asumió su hasta entonces canciller Paolo Gentiloni, y se recostó sobre su círculo íntimo, que siguió con funciones importantes.
Renzi optó entonces por una de sus tantas apuestas a doble o nada: renunció en febrero pasado al PD que dirigía y se volvió a presentar a las internas partidarias para tratar de legitimar en las urnas su liderazgo como principal referente de la centroizquierda.
Lo logró, en abril de ese año, aunque luego de una campaña interna en la que tensó casi hasta el límite con algunos de sus rivales internos y más allá del límite con otros: así el oficialismo sufrió la primera escisión del 2017 cuando unos 17 diputados abandonaron el PD para formar el crítico "Artículo 1".
La sanción de la ley electoral que debutará este 4 de marzo le dio a Renzi la segunda escisión, esta vez de dos pesos pesados que lo habían apoyado en su etapa de premier: el presidente del Senado Pietro Grasso y la titular de Diputados Laura Boldrini.
Ahora Grasso, Boldrini y los ex "Artículo 1" lo corren "por izquierda" desde la agrupación "Libres e Iguales", que puede robarle al PD entre un 7 y 10% de votos que pueden ser la diferencia entre salir primero y salir tercero.
Con pocos signos de autocrítica, Renzi basó su campaña para las elecciones del mes que viene en profundizar 100 medidas que llevó a cabo durante su gestión. "Somos los únicos con promesas realizables", repite en cada intervención proselitista, mientras que el crecimiento constante de la centroderecha puede llegar a hacer que esta vez la férrea ambición que lo llevó de Florencia a los primeros planos de la política no sea suficiente.