El Litoral
La canciller asumirá un cuarto mandato. La extrema derecha por primera vez desde 1961 tendrá una bancada en el parlamento, tras consagrarse en las urnas como la tercera fuerza política
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Télam
La canciller Angela Merkel ganó este domingo las elecciones generales de Alemania y no hay duda de que asumirá un cuarto mandato, pero los que más festejaron no fueron sus militantes conservadores sino la extrema derecha que por primera vez desde 1961 tendrá una bancada en el parlamento, tras consagrarse en las urnas como la tercera fuerza política de la potencia económica de la Unión Europea.
Según las proyecciones difundidas por la televisión pública ZDF, la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y sus tradicionales aliados de Baviera fueron ratificados como la primera minoría política de Alemania con 33,5% de los votos, mientras el Partido Socialdemócrata (SPD), la otra gran fuerza del bipartidismo del país, sufrió la peor derrota electoral de su historia al conseguir sólo un apoyo de 21%.
Más lejos pero con un resultado inédito, el partido xenófobo y antimigratorio Alternativa para Alemania (AfD) se consagró como la tercera fuerza política con 13%, por delante de los liberales del FDP que volvieron a ingresar al parlamento con 10% de los votos, y de Los Verdes y La Izquierda, que empataron con 9%, siempre según las proyecciones.
Fiel a su estilo, Merkel fue moderada y pragmática en su festejo.
"No hay que darle vueltas al asunto, esperábamos un mejor resultado, pero no debemos olvidar que pasamos por un difícil mandato; en todo caso, logramos nuestro objetivo estratégico, que era seguir siendo el partido más fuerte y que no se puede formar gobierno en contra nuestra", aseguró la canciller en un discurso desde la sede de su partido en Berlín, citada por la agencia de noticias EFE.
"Tenemos el encargo de formar gobierno y asumiremos esa responsabilidad en diálogo sereno con otros socios", concluyó la veterana canciller, quien lleva 12 años en el poder, siempre gobernando en coalición con otros partidos, a veces los socialdemócratas, a veces con el FDP.
Pese a la victoria en las urnas, el clima en la sede del CDU no era festivo. Ni bien terminó el discurso de Merkel, los dirigentes y los militantes fueron abandonando el edificio rápidamente, en silencio.
Para la mayoría de los alemanes estas elecciones dejaron un sabor muy amargo: por primera vez desde 1961 la extrema derecha, que reivindica "victorias" de la época nazi y que rechaza tajantemente al islam y a gran parte de la inmigración, tendrá una representación en el Bundestag, la cámara baja federal, donde se discuten y se definen las principales políticas del gobierno.
Por eso, el verdadero clima de festejo esta noche en Berlín se concentró dentro del bunker de la AfD, mientras afuera alrededor de un centenar de militantes de izquierda se concentraron para gritar: "¡Afuera nazis!"
"Estamos en el parlamento alemán y cambiaremos este país; cualquier gobierno que se forme deberá tener cuidado; lucharemos contra Merkel o cualquiera que esté en la conducción del gobierno", prometió desafiante uno de los candidatos y líderes de la AfD que sin dudas conseguirá una banca, Alexander Gauland.
Exultante, la cúpula del partido de extrema derecha, que nació hace sólo cuatro años para oponerse al euro y pronto giró hacia posiciones abiertamente xenófobas y filonazis, ratificó que una de sus primeras medidas en el parlamento será pedir la creación de una comisión para investigar si Merkel violó leyes nacionales cuando abrió las fronteras a cientos de miles de refugiados durante unas semanas en septiembre de 2015 durante la llamada crisis de refugiados europea.
Uno de los primeros en lamentar la victoria de la extrema derecha fue el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Michel Muller: "Como otros países europeos, nos enfrentamos a un populismo de derecha, todos los grandes partidos perdieron".
Pero en ningún partido la derrota se sintió tan fuerte como en la sede de la socialdemocracia.
"Hoy es un día triste y amargo para la socialdemocracia alemana", concluyó Martin Schulz, el candidato de la fuerza, que logró mantener el segundo lugar de las últimas elecciones pero con una popularidad marcadamente menor que en el pasado.
"El SPD no cumplió con su meta electoral; está claro que no conseguimos mantener ni aumentar nuestra base electoral tradicional", reconoció el ex presidente del Parlamento Europeo, que comenzó el año con optimismo cuando las encuestas lo ubicaban cabeza a cabeza con Merkel, pero que rápidamente comenzó a caer y perdió los sucesivos comicios regionales en todo el país.
En medio de un clima de desesperanza, Schulz también anunció que la socialdemocracia no reeditará la actual gran coalición con Merkel y pasará a la oposición.
No lo dijo, pero todo indica que los socialdemócratas no quieren dejar el camino libre a la extrema derecha para convertirse en la principal fuerza de la oposición, un rol institucional que conlleva mucho poder y reconocimiento en el parlamento federal alemán.
Pero con esta decisión, y dado que Merkel repitió hasta el hartazgo en la campaña que no se aliará con la AfD o con La Izquierda, la canciller se queda con una única opción para formar una coalición mayoritaria en el Bundestag: juntarse con los liberales del FDP -lo que ya hizo entre 2009 y 2013- y con Los Verdes, un partido con una plataforma progresista que rechaza el ajuste y una política económica pro mercado libre.
El presidente del FDP, Christian Lindner, ya se ofreció como posible socio de gobierno: "Estamos naturalmente dispuestos a asumir una responsabilidad política. (...) Todo dependerá de los contenidos" del futuro programa de gobierno.
La otra posibilidad es sellar una coalición de gobierno en minoría, con el beneplácito de parte de la oposición, en este caso, los socialdemócratas. Pero esta opción siempre conlleva inestabilidad y la creación de un Ejecutivo débil y muy dependiente de las negociaciones coyunturales para cada tema.
Merkel prometió este domingo iniciar "un diálogo sereno"; sin embargo, está claro que se avecinan momentos de mucha tensión y duras discusiones con partidos tan disímiles como los liberales del FDP y Los Verdes. Una vez más, la canciller alemana deberá poner en práctica sus conocidos dones de hábil dirigente política.