Alberto Fujimori, expresidente de Perú y una de las figuras más controvertidas de la política latinoamericana, falleció este miércoles en Lima, a sus 86 años. Su muerte cierra un capítulo complejo de la historia reciente de Perú, caracterizado por el auge y caída de su mandato, entre elogios por sus reformas económicas y críticas por violaciones a los derechos humanos.
Fujimori, quien gobernó el país entre 1990 y 2000, había pasado los últimos años bajo arresto domiciliario debido a problemas de salud. Estaba cumpliendo una condena de 25 años por delitos de lesa humanidad, entre ellos, la violación de derechos humanos y actos de corrupción durante su gobierno.
Fujimori, quien gobernó Perú entre 1990 y 2000. Archivo Reuters.
Su fallecimiento marca el fin de una era en la que Perú fue testigo de profundas transformaciones económicas, pero también de una creciente corrupción y represión política.
Un gobierno entre logros económicos y violaciones de derechos humanos
Fujimori llegó al poder en 1990 como un outsider político, venciendo al escritor Mario Vargas Llosa en las elecciones presidenciales. Su mandato coincidió con una de las peores crisis económicas que Perú había enfrentado, marcada por una inflación galopante y una deuda externa insostenible.
La "Fujishock", como se conoció a sus primeras medidas económicas, fue un duro paquete de reformas que estabilizó la economía, redujo la inflación y promovió el crecimiento del país, ganando aplausos de la comunidad internacional y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, el éxito económico fue opacado por sus métodos autoritarios. Fujimori disolvió el Congreso en 1992 en lo que llamó un "autogolpe", consolidando su control sobre el poder judicial y los medios de comunicación. En su lucha contra el grupo terrorista Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), su gobierno implementó una estrategia militar que incluyó violaciones a los derechos humanos, asesinatos extrajudiciales y desapariciones forzadas.
Uno de los casos más emblemáticos fue la masacre de La Cantuta, en la que un escuadrón militar secuestró y asesinó a nueve estudiantes y un profesor universitario bajo sospechas de colaborar con Sendero Luminoso.
Estos actos, que durante mucho tiempo estuvieron ocultos, finalmente salieron a la luz, impulsando investigaciones judiciales que perseguirían a Fujimori hasta sus últimos días.
Relación con la justicia: condenas y arresto domiciliario
Tras su reelección en 1995, Fujimori intentó mantenerse en el poder con una polémica tercera candidatura en el año 2000. Sin embargo, el descubrimiento de una vasta red de corrupción dirigida por su mano derecha, Vladimiro Montesinos, desencadenó su caída. Fujimori huyó a Japón, país del cual tenía nacionalidad debido a sus raíces familiares, y desde allí renunció a la presidencia vía fax.
En 2005, tras años de exilio en Japón, fue arrestado en Chile cuando intentaba retornar a la política peruana. Finalmente, fue extraditado a Perú en 2007 para enfrentar cargos por violaciones a los derechos humanos y corrupción. En 2009, fue condenado a 25 años de prisión, siendo el primer expresidente latinoamericano en ser juzgado y condenado por su propio país por crímenes de lesa humanidad.
Durante su tiempo en prisión, Fujimori enfrentó problemas de salud, y en 2017 fue beneficiado con un indulto humanitario por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, generando fuertes protestas en Perú.
No obstante, en 2018, la Corte Suprema revocó el indulto, lo que llevó a Fujimori de regreso a prisión. Sin embargo, debido a su delicado estado de salud, el expresidente pasó los últimos años bajo arresto domiciliario.
Un legado dividido
El legado de Alberto Fujimori sigue dividiendo a los peruanos. Para muchos, fue el presidente que salvó a Perú de una catástrofe económica y erradicó a los grupos terroristas que sembraban el caos en el país. Para otros, fue un líder autoritario que pisoteó la democracia y los derechos humanos, dejando un rastro de corrupción y dolor.
Fujimori al momento de su salida del centro penitenciario, en diciembre de 2023, jusnto a sus hijos, Keiko y Kenji. Archivo Reuters.
Con su muerte, se cierra un capítulo de la historia política peruana que continúa marcando la realidad del país. Sus hijos, Keiko y Kenji Fujimori, intentaron mantener el legado político de su padre, pero también se han visto envueltos en escándalos judiciales, particularmente Keiko, quien ha enfrentado acusaciones de corrupción en el marco del caso Odebrecht.
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