Con el avance de la vacunación anti Covid-19 en Nueva York, la ciudad que hace más de un año fue un importante foco de la pandemia levantó muchas de las restricciones que había vuelto a imponer para frenar la última ola de contagios. Al menos 47% de los residentes de Nueva York recibió al menos una dosis de las vacunas contra el coronavirus y el índice de casos cayó por debajo del 1,5%.
Esos dos datos permitieron que a partir de este miércoles los neoyorquinos vacunados puedan quitarse el tapabocas incluso en espacios cerrados como restaurantes, comercios y gimnasios. Además, esta semana el subte reanudó su funcionamiento las veinticuatro horas y los toques de queda de medianoche para bares y restaurantes desaparecerán a fin de mes.
Las entradas para los teatros de Broadway están a la venta de nuevo, aunque el telón no se levantará en ningún espectáculo hasta septiembre. Asimismo, muchas empresas pueden volver a su capacidad máxima si verifican las tarjetas de vacunación o las aplicaciones para comprobar que todos los clientes han sido inmunizados. De hecho, los grandes bancos como JP Morgan Chase o Goldman Sachs suspendieron el teletrabajo generalizado.
Tras unos días de vacilación, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, ratificó su decisión de avanzar hacia una normalización casi total y dejar atrás la imagen de una ciudad y un estado que el virus puso de rodillas el año pasado, durante la primera ola de contagios que sufrió Estados Unidos. Sin embargo, reina cierta confusión ya que nadie verifica si las personas que no llevan tapabocas están vacunadas.
"Creo que es demasiado pronto, se precipitan", declaró Juan Rosas, encargado de un restaurante en Manhattan. Por su parte, para Ameen Deen, neoyorquino de 63 años, la normalidad "no va a llegar pronto, en un sentido completo, porque todavía hay demasiadas muertes, demasiado sufrimiento y mucha desigualdad".
Hace poco más de un año atrás, la icónica ciudad de Estados Unidos fue uno de los puntos de acceso de coronavirus más mortífero del país, que albergó a más de 21.000 muertos en solo dos meses. Los pacientes negros y los hispanos murieron en tasas notablemente más elevadas que los blancos y los de origen asiático, mientras que los hospitales se desbordaron de pacientes y cadáveres.
Los remolques refrigerados sirvieron como depósitos de cadáveres temporales y se instalaron tiendas de campaña en Central Park como salas de Covid-19. Las agitadas calles de Nueva York quedaron en silencio. Después de un año de reflujos, oleadas, reaperturas y cierres, la ciudad espera que las vacunas estén cambiando el rumbo para siempre.
Las muertes llegan a unas dos docenas por día en las últimas semanas y los nuevos casos y hospitalizaciones se desplomaron después de la última ola invernal. Grandes franjas del país y del mundo también están comenzando a volver a la normalidad después de una crisis a la que se atribuyó 3,4 millones de muertes en todo el mundo, incluidas más de 587.000 en Estados Unidos.