Martes 8.3.2022
/Última actualización 19:34
El 77% de las personas en edad de trabajar, a nivel mundial, sin empleo remunerado y sin estudios son mujeres. Las jóvenes latinoamericanas dedican entre 15 y 30 horas más que los hombres a las tareas de cuidados. Cada año hay 4.000 niñas menores de 15 años embarazadas en Colombia, 8.000 en México. Las mujeres de la región reportan el doble de nivel de ansiedad que los varones (27% frente a 15%), causada en gran parte por su situación económica. Ellas sufrirán los efectos del cambio climático de una forma más agravada, pero sin tierras en propiedad. De la población indígena que termina la secundaria en México, solo el 25% son mujeres. En Bolivia solo hay una trabajadora por cada 10 empleados en áreas de matemáticas y tecnología; en la región son tres de cada 10, y en esos sectores, cobran un 40% menos. Su situación laboral es más inestable y precaria: las jóvenes latinoamericanas tienen en mayor proporción ingresos inferiores al salario mínimo. Los datos, recogidos en el informe Danzar en las brumas. Género y juventudes en entornos desiguales en América Latina y el Caribe, hablan. Ellas, las jóvenes de la región, viven en una profunda desventaja.
El principal objetivo del documento, en el que participan 30 investigadores de una veintena de países, organizados alrededor de la Unesco, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y el Colegio de México, es visibilizar estas desigualdades. “Existe la idea de que en realidad las mujeres tenemos los mismos derechos que los varones en todos los contextos e incluso se puede percibir como exagerada la ola verde o las manifestaciones feministas”, desgrana la politóloga Laura Flamand, “y queremos comunicar que las mujeres jóvenes están en desventajas muy severas, como se vio de manera muy patente con la pandemia: ellas están mucho más vulnerables que los hombres en muchas circunstancias”.
En un informe de más de 200 páginas, los tres organismos dibujan un panorama de falta de equidad para las mujeres menores de 30 años de Latinoamérica. Las desigualdades se acumulan, se entrelazan, se tejen hasta llegar a un perfil de jóvenes que siempre salen más perjudicadas. “En el informe hay evidencia muy contundente que muestra que las mujeres siguen sufriendo profundas desventajas entrecruzadas, no nada más que son indígenas o de bajos ingresos o que se embarazaron a una edad muy temprana, sino que es todo eso junto lo que les vulnera a ellas y a sus familias”, explica Flamand, investigadora del Colegio de México y participante en el informe.
Las diferencias entre los países de la región e incluso dentro de ellos son palpables; no sufre la misma desprotección una joven de Santiago de Chile que una de la sierra de Guerrero, en México, pero hay rasgos que se mantienen en el continente. La socióloga Landy Sánchez resalta cómo las desigualdades de género en la región son “profundamente resistentes a las transformaciones”. Por ejemplo, en los últimos años se ha avanzado mucho en el acceso a la educación universitaria de las mujeres, pero siguen entrando menos al mercado laboral. Es el caso de México, explica Sánchez, con una de las tasas de participación laboral más bajas de la región —y para su nivel de desarrollo, una de las más bajas del mundo—, pese a que las ganancias educativas han sido de las más rápidas en las últimas décadas. “Esto es porque ciertas normas de género, expectativas y roles están tan presentes que hacen muy difícil desestructurar los mecanismos de desigualdad, en la participación laboral, la distribución de los cuidados, el tipo de carrera que se escoge, el tipo de habilidades que fomentamos o el tipo de trabajo que se hace en las comunidades rurales”.
El investigador del Colegio de México Luis Olmeda hace hincapié en la misma idea: incluso en los países donde las desigualdades no son tan visibles a primera vista, estos roles de género siguen marcando el paso. “Chile es uno de los países más exitosos en términos del acceso de las mujeres a la universidad, pero los hombres siguen eligiendo ingenierías y ellas más carreras relacionadas con la enseñanza”. Algo similar ocurre con el acceso a Internet, aunque los jóvenes lo utilicen por igual, el informe concluye que ellos adquieren más habilidades de programación y ellas del paquete de Office, destinado a tareas administrativas.
Así, estas desigualdades persisten pese a los avances, pese a los convenios internacionales firmados, a los compromisos acordados. Otro ejemplo está en el acceso legal a la interrupción del embarazo. El aborto ha sido recientemente despenalizado en México o en Colombia, pero los hospitales y centros médicos de las regiones todavía no tienen protocolos o recursos para hacerlo realidad. Existe en el papel pero no en el día a día de las mujeres.
El informe no pretende quedarse en la mera evidencia, sino que propone recomendaciones a los Gobiernos de la región para encauzar algunas soluciones. En el caso de México, los tres investigadores participantes inciden en la creación de un sistema nacional de cuidados, que permita facilitar el acceso estable y continuado de las mujeres al entorno laboral; desarrollar políticas educativas que recuperen a los alumnos que se quedaron atrás en la pandemia —cinco millones de estudiantes abandonaron las clases en la crisis sanitaria por la falta de recursos para acceder a ellas— y asegurar que siguen hacia los niveles escolares superiores, y, en general, proponen al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador apostar por iniciativas que empoderen a las mujeres jóvenes: para acceder a propiedades, a protección social, a una mayor capacitación e ingresos, y a una representación política real.
Con información de El País