El enredo en el que se encuentra inmerso Pedro Castillo como presidente de Perú ha sumado un nuevo capítulo. El tercer primer ministro que había propuesto en siete meses, el ultraconservador Héctor Valer, ha dimitido tres días después de jurar el cargo por los continuos escándalos que han surgido tras saberse que iba a ser nombrado número dos del país.
Valer agredió a su mujer y a su hija, a una psicóloga que le hizo un test y sus vecinos recogieron firmas para expulsarlo del edificio en el que vivía en Lima por su mal comportamiento. Sabido todo esto, Castillo se ha visto obligado a dar otro golpe de timón, uno más, y son ya más de veinte los altos cargos de su gabinete que por un motivo u otro han tenido que marcharse.
Lo ocurrido lleva a Castillo una situación inaudita: dos reformas de Gobierno en apenas una semana. El suyo es el gabinete más inestable de Perú en los últimos 40 años, que es decir mucho. El país andino es conocido en la región por ser una máquina de devorar ministros y presidentes. El profesor rural que ganó por sorpresa las elecciones el verano pasado va camino de ser una víctima más. La oposición maniobra en el Congreso para destituirle de una forma u otra.
Tenés que leerDrama en Marruecos: los rescatistas están solo "a tres metros" de RayanEl presidente no ha contado con el favor del establishment desde que llegó al poder, pero las continuas crisis que enfrenta tienen que ver con el quehacer de su entorno. En esta ocasión se ha visto obligado a echar marcha atrás el nombramiento de Valer por la presión ciudadana, que ya había salido a la calle para repudiar su nombramiento, y el anuncio del resto de la cámara que había anunciado que no le daría su aprobación a Valer.