El príncipe Philippos, hijo pequeño de Constantino y Ana María de Grecia, celebra este sábado su boda con Nina Flohr. Tras casarse por lo civil en diciembre del año pasado en un hotel de Saint-Moritz (Suiza), esta vez marido y mujer se dan el sí quiero por el rito ortodoxo en la Catedral Metropolitana de Atenas, lo que además de una alegría para su familia supone el regreso de los Grecia a uno de los escenarios clave de su historia.
Allí se casaron no solamente doña Sofía y don Juan Carlos, sino también los reyes Pablo I de Grecia y Federica de Hannover, padres de la reina emérita, o Constantino I de Grecia y Sofía de Prusia, sus bisabuelos paternos.
La última boda real que se celebró en la catedral fue precisamente la de Constantino y Ana María de Grecia, quienes en 1967, solo tres años después de darse el sí quiero, tuvieron que exiliarse de su país y dejar atrás ese y los demás enclaves de su breve reinado.
La familia real griega acabó recalando en Londres, y allí, en la catedral ortodoxa de Bayswater, celebrarían sus bodas los dos hijos mayores del matrimonio: la princesa Alexia y el príncipe heredero Pablo. En 2010, Nicolás de Grecia, tercer hijo de los reyes, pudo casarse ya en suelo griego, pero su boda no tuvo lugar en la Catedral Metropolitana de Atenas sino en una iglesia mucho más modesta de la isla de Spetses. Asistieron representantes de las distintas familias reales emparentadas con el novio como don Felipe y doña Letizia, pero la boda no tuvo la carga simbólica de la que, este sábado, permitirá que por primera vez en medio siglo los hijos de Constantino se comporten sin complejos como príncipes en su país de origen.
Este cambio de escenario de las bodas de la familia real griega -de Londres a Atenas pasando por la isla de Spetses- es el reflejo de la evolución que ha tenido la imagen pública de Constantino y sus hijos en Grecia. Celebrada en julio de 1995, la boda del príncipe Pablo con Marie Chantal se produjo durante el mandato del primer ministro Andreas Papandréu, quien nunca vio con buenos ojos que la antigua familia real regresara a Grecia. De hecho, solo un año antes, el gobierno de Papandréu había despojado a Constantino del pasaporte griego y había expropiado propiedades de la familia real como el palacio de Tatoi.
Al primer ministro y líder del principal partido de la izquierda griega no le había sentado nada bien que en 1993 Constantino regresara a su país para pasar unos días de vacaciones, por lo que menos aún le habría permitido celebrar en Grecia la boda de su heredero y recibir a invitados como la reina Isabel II, como si fuera un jefe de Estado.
La misma situación perduraba cuando, en 1999, la princesa Alexia se casó con el español Carlos Morales.
Más suerte tuvo el príncipe Nicolás. En el verano de 2004, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Atenas, Constantino había sido invitado por el Gobierno heleno a regresar a su país y poner fin a su exilio. El antiguo monarca y su familia comenzaron a partir de entonces a pasar sus vacaciones en Grecia, de manera que cuando en 2010 el príncipe Nicolás se casó con Tatiana Blatnik, el pueblo griego estaba ya acostumbrado a que su antigua familia real hiciera vida en el país.
Los novios, no obstante, tuvieron la cautela de celebrar su boda en Spetses, una isla lo bastante alejada de Atenas como para molestar a aquellos a quien la familia real aún resultaba antipática o incómoda, y en la que los Grecia siguen pasando sus veranos.
Muy cerca allí, en Porto Jeli, se instalaron precisamente dos años más tarde Constantino y Ana María. Esta vez, el exmonarca y su mujer llegaron para quedarse, y aunque el delicado estado de salud de Constantino les impedía mantener una vida social agitada, comenzaron a participar en algunos actos sociales. En marzo de 2014, asistieron en Atenas al estreno de un documental sobre Pablo I, el padre de Constantino. Unos meses después, en septiembre, los reyes celebraron sus bodas de oro con una cena en el Museo de la Acrópolis de Atenas a la que asistieron todos sus hijos y familiares como la reina doña Sofía, la princesa Irene, o Simeón de Bulgaria.
Por fin, en 2019, se produjo la victoria electoral del actual primer ministro de Grecia. Al contrario que la mayoría de sus predecesores, el conservador Kyriakos Mitsotakis no reniega del pasado monárquico del país y considera que la historia de la familia real griega es un capítulo que no debe ocultarse, y eso comenzó a notarse muy pronto en la agenda de Constantino. Bastante significativo fue, por ejemplo, que no mucho después de la victoria de Mitsotakis, Constantino y Ana María presidieron en el Museo de la Ciudad de Atenas la inauguración de un busto del rey Pablo que había sido retirado en 1981, tras la llegada del PASOK al poder.
Solo unos días antes, en octubre de 2019, Ana María de Grecia ya había asistido con su hijo Nicolás y la nueva ministra de Cultura griega a la inauguración de una exposición sobre moda en Atenas. Celebrada en la sede del ministerio de Cultura de Grecia, la muestra incluía un vestido amarillo de Jean Desses que la reina Ana María había llevado en la boda de Beatriz de Holanda.
Incluso la figura de la reina Federica, en su día el miembro de la familia real más odiado en el país, fue ganando cierto prestigio. Así, en marzo de 2020 Constantino de Grecia asistió con sus hermanas, doña Sofía y la princesa Irene, a la presentación de unos diarios inéditos de su madre. "Con la crisis, una parte de los griegos ha comprendido que la monarquía no era la causante de todos los males y que fueron los partidos políticos los que llevaron al país a esta situación", explicaba este cambio de paradigma el editor de los diarios de la reina al ABC . “Algunos se preguntan: '' ¿Y si la monarquía no fue tan culpable como nos la han presentado? '”.
También es significativo que Mitsotakis decidiera poner en marcha la rehabilitación del palacio de Tatoi, donde el primer ministro espera que doña Sofía y sus hermanos pronto pueden rememorar su infancia. Así se lo dijo Mitsotakis a la reina emérita este verano, durante la reunión que mantuvieron en su residencia oficial de Atenas. Doña Sofía había viajado a Grecia de manera privada para visitar una serie de proyectos puestos en marcha en el país por su fundación, pero el primer ministro quiso recibirla como reina. Lo mismo hizo la presidenta de la República de Grecia, Katerina Sakellaropoulou, quien no solo se reunió con doña Sofía sino que la invitó a posar en la escalinata del antiguo palacio real de Atenas, evocando las fotos que se tomaron allí el día de su boda.
Esta semana, por primera vez en años, doña Sofía vuelve a estar de boda real en su ciudad natal. Con varios exilios en su historia, los Grecia saben mejor que nadie que hay aprovechar las oportunidades mientras vienen bien dadas.