El Litoral
El hotel turístico "Imperial Marhaba", de la cadena españal RIU, parece abandonado.
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Mey Dudin - DPA
La mañana posterior al atentado el hotel turístico "Imperial Marhaba", de la cadena españal RIU, parece abandonado. Con las tumbonas blancas, unidas con una banda de precinto negra y amarilla, parecen formar una especie de verja ante el complejo hotelero. Detrás pueden verse algunas flores lanzadas a la arena o sobre las sillas, así como un balón y un libro abandonados. Lo que no abundan son los turistas: sólo hay algunos que son entrevistados por periodistas en el lugar.
Aún sigue sin estar claro lo que ocurrió en la jornada del viernes, cuando un estudiante de la pobre provincia de Siliana, en el norte de Túnez, sacó su arma en las instalaciones del hotel y comenzó a disparar indiscriminadamente.
Muchos dicen que llegó desde el agua en una tabla de surf, y otros cuentan que lo hizo caminando y que había escondido el arma en una sombrilla. Como no tenía barba y llevaba pantalones cortos, su aspecto no llamó la atención de los vigilantes.
Al final, al menos 39 personas murieron en el que es ya el atentado más sangriento contra turistas de la historia del país.
Un turista italiano cuenta que cada día pasea por la playa a la misma hora, precisamente la hora en la que tuvo lugar el ataque. Pero el viernes decidió caminar en otra dirección. "Si no habría ido a los brazos del atacante".
Para muchos turistas también de los hoteles vecinos se han acabado las vacaciones en la costa: ahora espean impacientes en el hall del hotel a que los operadores turísticos los lleven de vuelta a sus países.
Entre ellos, la familia alemana Schneider. "Alemania nos ha dejado en la estacada", se queja Anna Schneider, que asegura que no quiere quedase ni un minuto más en ese lugar, que le recuerda las horribles escenas vividas el viernes.
"Me desmayé cuando empezaron los disparos", cuenta. La gente corría presa de pánico, dejó todo y huía descalza. "La playa parecía un campo de batalla". Desde entonces sólo quiere pasar página. "No hemos dormido en toda la noche". Mientras otros turistas del hotel son traslados en autobuses, ellos aún deben esperar. "Ya no pudo tumbarme en la playa, ni en la piscina, porque los criminales y terroristas llegaron de la playa".
Otros sin embargo no están tan seguros de qué decisión tomar: esperan el consejo de sus operadores turísticos. "Si podemos quedarnos, nos quedaremos", dice otro alemán que no quiere dar su nombre y que era hoy uno de los pocos bañistas que se atrevían a volver a la playa. Le queda aún una semana de vacaciones. Pero a parte de los pocos bañistas y periodistas, apenas hay gente en la playa.
Aún no está claro qué ocurrirá en el popular lugar vacacional a 120 kilómetros al sur de la capital Túnez, aunque parece que de momento, la estación turística que acababa de empezar podría terminar de forma prematura.
Un joven animador del complejo "Imperial Marhaba", sede del ataque, no sabe que va a ocurrir. "Quizá me den vacaciones", dice resignado. Se encuentra con un grupo de extranjeros en la playa ante la instalación intentando hacer a la gente lo más soportable posible el resto de su estancia en el lugar. Y esperando que pueda continuar trabajando.
Sin embargo, para muchos empleados del hotel la estación turística podría haber terminado tras el atentado. Y es que la mayoría de ellos son trabajadores temporales sin contrato fijo. Y si los turistas no vuelven, perderán el empleo.