Con la derecha pisándole los talones en los sondeos, el primer ministro socialista de Portugal, Antonio Costa, se juega su permanencia en las elecciones legislativas anticipadas de este domingo, en las que la extrema derecha puede dar un gran salto.
La amplia victoria necesaria para formar un gobierno en mayoría, que puede aprobar la mayoría de las leyes pese a la oposición del parlamento, es poco habitual en el país
Con la derecha pisándole los talones en los sondeos, el primer ministro socialista de Portugal, Antonio Costa, se juega su permanencia en las elecciones legislativas anticipadas de este domingo, en las que la extrema derecha puede dar un gran salto.
Los colegios electorales abrieron a las 08.00 y se cerrarán a las 19.00. Una hora después se publicarán encuestas a pie de urna.
«Hemos vencido la austeridad y el estancamiento, estamos en camino de vencer la pandemia y el domingo venceremos también esta crisis política y llevaremos la estabilidad al país», dijo el viernes en el cierre de su campaña Antonio Costa, en el poder desde 2015.
El dirigente de 60 años se enorgullece de haber «pasado página a la austeridad» presupuestaria aplicada por la derecha tras la crisis financiera mundial con la alianza histórica formada en 2015 con las formaciones de izquierda radical, Bloque de Izquierdas y los comunistas.
Pero, cuando el gobierno minoritario contaba también con «pasar la página de la pandemia» gracias a una cobertura de vacunación récord y la llegada de los fondos de relanzamiento económico europeos, sus aliados rechazaron su proyecto de presupuestos para 2022, lo que desencadenó la convocatoria de elecciones anticipadas.
Cuando su fecha fue fijada hace tres meses, los sondeos daban al Partido Socialista de Costa (PS, izquierda) 13 puntos de ventaja sobre su principal opositor, el Partido Social-Demócrata (PSD, derecha).
«Desencanto»
Este cojín se ha prácticamente evaporado. El PS oscila entre 35-36% del voto en los sondeos, contra 33% para el PSD del antiguo alcalde de Oporto, Rui Rio. La diferencia es tan pequeña que las encuestadoras han declarado un «empate técnico».
Con uno de cada 10 portugueses en cuarentena, el nivel de participación de las elecciones, las terceras organizadas en Portugal en pandemia, constituye otro factor de incertidumbre.
«El avance de Rui Rio en los sondeos demuestra que la población quiere cambio», afirma a AFP uno de sus seguidores, Paulo Faria, restaurador de 49 años.
El balance de gobierno «no es muy bueno, pero con el COVID no se puede esperar mucho más», estima por su parte Isabel Rodrigues, una residente de Lisboa, de 50 años.
Pese a un «cierto desencanto» hacia el Partido Socialista, la mayoría de electores cree que Costa tiene «más competencia y experiencia para gobernar» que Rio, un economista de 64 años apreciado por «su franqueza y su autenticidad», dice la politóloga Marina Costa Lobo.
Alianzas «complicadas»
Después de las elecciones, el futuro político de Portugal se anuncia «inestable», estima el analista Antonio Costa Pinto, investigador en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.
«La viabilidad de un gobierno del PS o del PSD dependerá de la abstención del otro» gran partido, especialmente para adoptar rápidamente un presupuesto de reimpulso económico, prevé.
Y es que tanto a izquierda como a derecha será «complicado» para los partidos moderados negociar el respaldo de los extremos de un Parlamento más fragmentado, donde la extrema derecha del partido Chega (Basta) dirigido por André Ventura puede ser tercera fuerza con un 6% de votos.
Si Costa es reelegido, podrá intentar reconstruir la alianza de izquierdas a pesar del fracaso del último presupuesto, provocado según él por la «irresponsabilidad» de sus antiguos aliados, que reclamaban más esfuerzo en servicios públicos y la recuperación del poder adquisitivo.
Y si Rio gana la partida, deberá contar con los liberales que esperan, como Chega, confirmar la fuerte progresión que les auguran los sondeos.
Con un solo diputado en el Parlamento saliente, los liberales serían más fáciles de convencer para Rio que Chega, un posible socio aparentemente muy volátil y con un discurso antisistema.