La calle vuelve a desafiar a Emmanuel Macron en lo que amenaza con convertirse en el movimiento contestatario más potente desde la revuelta de los chalecos amarillos y un momento definitorio para la actual presidencia. La oposición a la reforma de las pensiones, que prevé retrasar dos años la edad de jubilación (de los 62 a los 64 años) y aumentar el periodo de cotización, movilizó ayer a más de un millón de personas y provocó una huelga que impactó con fuerza en sectores como el transporte, el suministro de carburante y la enseñanza.
Hubo más de doscientas manifestaciones en todo el territorio. La más concurrida fue la de París. El sindicato CGT cifró sus participantes en 400.000, un número quizás exagerado, pero lo cierto es que se concentró un océano de gente en los alrededores de la plaza de la República. Los congregados tardaron más de tres horas en avanzar hasta la plaza de la Nación. El cortejo hubo de dividirse en dos flujos dada la densidad humana. La policía estimó que, en el conjunto de Francia, se sobrepasó el millón de manifestantes, el umbral que los sindicatos pretendían pasar para decretar el éxito de la convocatoria. Según la CGT, fueron más de dos millones.
Pese al aparatoso dispositivo policial, fue imposible evitar algunos choques en París entre los elementos más violentos, los temidos casseurs, y las fuerzas antidisturbios. Hubo destrozos en comercios y mobiliario urbano, cargas policiales, lanzamiento de petardos y de gases lacrimógenos, un paisaje de guerrilla urbana –aunque controlada– que forma parte del ADN parisino y que surge una y otra vez en la capital.
Mirá tambiénAscienden a 54 los muertos en medio de intensas protestas en PerúLos empleados del gigante eléctrico EDF redujeron la potencia distribuida en algunos momentos del día. Un 44,5% de sus efectivos secundaron la huelga, según la empresa. En la compañía nacional de ferrocarriles, SNCF, se sumó a los paros un 46,3% de la plantilla, según los sindicatos. En las refinerías de TotalEnergies, paró entre un 70% y un 100% de los empleados.
Más allá del baile de cifras sobre el seguimiento real de la huelga y la presencia en la calle, fue evidente que los sindicatos lograron su objetivo de perturbar la vida del país y de lanzar un mensaje muy serio a Macron y a su Gobierno antes incluso de que el proyecto de reforma haya llegado al Parlamento. Se trató del primer asalto de un combate que será largo y que probablemente se enconará.
Desde Barcelona, durante la conferencia de prensa con Pedro Sánchez, Macron constató que las movilizaciones son “una expresión legítima de desacuerdo” en las democracias, pero también recordó que “hay que decir las cosas cuando se toman las decisiones democráticas” y que la reforma de las pensiones figuraba con claridad en su campaña presidencial del año pasado y en el programa de sus partidarios en las elecciones legislativas.
Para el presidente francés, la reforma “es justa y responsable” y viene a corregir “un cierto retraso de Francia” respecto a sus vecinos europeos que ya han retrasado la edad de jubilación. “Si queremos ser justos entre generaciones y salvar el sistema de repartición, debemos hacer esta reforma”, concluyó, al tiempo en que ponía énfasis en que se actuará desde “el respeto y el espíritu de diálogo, pero con respeto y espíritu de responsabilidad”.
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