Gulnar Wakim tiene 43 años, vivió varias guerras y, sin embargo, este martes no duda en afirmar que nunca vio "una destrucción similar en Beirut" como la que dejaron las dos masivas explosiones en el puerto de la ciudad.
Gulnar Wakim tiene 43 años, vivió varias guerras y, sin embargo, este martes no duda en afirmar que nunca vio "una destrucción similar en Beirut" como la que dejaron las dos masivas explosiones en el puerto de la ciudad.
La profesora universitaria, especialista en el rol de las mujeres en las sociedades árabes, estaba en una localidad apenas fuera de Beirut cuando estalló la explosión, pero la sintió como si hubiese sido al lado, contó a la agencia de noticias Télam.
Sus "reflejos de guerra" hicieron que su primera reacción fuera llamar a sus seres queridos e ir a la ciudad a buscar a su familia.
"Tenemos reflejos de guerra, pero nunca vimos esta destrucción en Beirut. La destrucción del centro y el casco histórico es total. No quedan vidrios sanos en ningún lado. Amigos que estaban a 30 minutos de la explosión envían fotos de sus casas y todas fueron alcanzadas", contó la profesora.
"De las casas más cercanas a la explosión, en cambio, no llega información. Allí la cosa es mucho más complicada porque no queda nada y las personas están heridas o fallecidas", agregó.
Ni bien volvió a la ciudad, Wakim fue directo a buscar a su mamá de 70 años que estaba en un estacionamiento a unos 20 minutos de auto de la zona del puerto y, cuando la explosión sacudió todo, uno de los pedazos de vidrios que estallaron le cortó un nervio del brazo.
"Tuvimos que ir a tres hospitales hasta que logramos que la ingresaran. Ahora la están operando, pero fue desesperante. Todos estaban llenos de gente herida y, además en un momento se cortó la electricidad, un problema cotidiano que hay en el Líbano", relató.
"Yo llamaba a todos los médicos que conocía para ver quién podía atenderla. Hablé con una médica amiga que, llorando, me dijo que no sabía si la iba a poder recibirla porque tenía como 50 pacientes a cargo. Llorando me lo dijo y se trata de médicos que vivieron la guerra en 2006, saben manejarse en situaciones difíciles", continuó, recordando la última guerra con Israel.
Ya entrada la noche, la televisión continuaba mostrando los frentes y pasillos de los principales hospitales de la ciudad completamente colapsados, con familiares y amigos buscando entre los heridos a sus seres queridos.
Wakim, en cambio, decidió esperar a que su mamá salga del quirófano en la casa de su tía, de vuelta en los suburbios. La terminó de convencer los mensajes que por redes y celular circulan sobre posible químicos en el aire como efecto de las explosiones.
También le llueven mensajes con "advertencias de que quedan químicos en el puerto y podrían haber más explosiones".
Todo es miedo y rumores esta noche en Beirut, pero el tiempo muerto le permitió seguir contactando a familiares y amigos para asegurarse de que estén bien.
No todas sus llamadas terminaron bien.
En una de ellas, habló con su prima y ella le contó cómo su cuñado sobrevivió al derrumbe del restaurante, en el que comía con un amigo a solo cinco minutos de auto del puerto. El amigo, sin embargo, falleció ahí mismo, frente a él.
Su prima no sabe cuántas personas más había en el restaurante antes de que se viniera el techo abajo.
"Estamos todos shockeados. Tenemos diez mil problemas en este país: los conflictos con Israel, todos estamos más pobres, no se puede sacar dinero, el aire está cada vez más contaminado, tenemos un Gobierno corrupto. La sensación hoy es que el país se está cayendo completamente", sintetizó.
Con información de Télam