(Enviado especial a Ucrania)
La potencia militar evita enfrentar la principal resistencia del territorio que invade, mientras los defensores intentan que ninguna información sensible salga a la luz internacional.
(Enviado especial a Ucrania)
El Derecho Internacional de los Conflictos Armados establece una serie de parámetros que los estados, en cierta igualdad de capacidades, deben respetar en un fenómeno que incluye el uso de fuerzas armadas. La actualidad, y la historia, demuestran que tratados multilaterales de ese estilo suelen mantener su vigencia plena únicamente en tiempos de paz. Una vez comenzada una guerra, el respeto de lo comprometido previamente es de difícil cumplimiento o indeseado por los dirigentes de una u otra nación (o de ambas) mientras búsqueda la manera más efectiva de lograr sus respectivos objetivos.
En la invasión que Rusia lleva adelante en Ucrania, varias denuncias se han sucedido de un bando hacia el otro. Éstas incluyen ataques a hospitales de niños, centros de refugiados, sabotaje de puntos críticos como centrales nucleares que ponen en riesgo – directamente – a la humanidad. Fue común también, como siempre, que dichas acusaciones sean respondidas con una denuncia de fakes news en esos cargos. Si de manejo de la información se trata, es una guerra ampliamente ganada por Ucrania: solamente trascienden los daños civiles – con el impacto que eso tiene en la población mundial – y no la afectación de sus objetivos militares, ni mucho menos las bajas reales entre sus filas. Claro que Rusia también facilitó todo eso: el discurso argumentativo de Vladimir Putin no se vio reflejado en los hechos (habló de liberar una región del genocidio, pero bombardeó todos los puntos cardinales del país lindante). Esta incoherencia – fuertemente aprovechada por los ucranianos - que incluye justificar el fin a través de todos los medios existentes expuso deliberadamente al Presidente ruso. Su gobierno , por su parte, continúa apelando al discurso de dictaminar como “nazis” a sus vecinos para justificar su agresión armada.
En los hechos, la maniobra operacional principal rusa parece concentrarse en Kiev y como objetivos secundarios el Donbass y la costa del Mar Negro. La capital de Ucrania, hasta ahora no ha podido ser conquistada y tampoco Mariupol. Sucede que sus dirigentes políticos y sus habitantes están golpeados y sus militares diezmados y atomizados, parecen haber entrado en una fase de desgaste. Pero todos están lejos de claudicar. Esto podría sostenerse así por muchísimo tiempo mientras occidente, especialmente Estados Unidos, continúe enviando material militar al Teatro de Operaciones. Para evitar eso, cae de maduro, Rusia está lejos de lograr cerrar todas las fronteras terrestres y marítimas de Ucrania o de dejar obsoletas la totalidad de sus pistas aéreas. El tiempo es un factor determinante y es clave cuánto de él están dispuestos a mantener en condición de guerra a sus pueblos cada uno de los Estados intervinientes.
Rusia, mientras tanto, apela a lograr conseguir un apoyo formal y concreto de China, que debe definir integrar o no el conflicto armado en cuestión. Esto podría cambiar totalmente el panorama, ya que atacar, conquistar y controlar un territorio extranjero por largos períodos en las condiciones de aislamiento político-económico que afronta hoy Rusia es prácticamente imposible y todo esto podría concluir en pocas semanas de mantenerse así.
La presencia militar en ciudades debe leerse con doble visión. Los locales saben que, al hacerlo, la misma pierde la protección legalmente reconocida por la comunidad internacional por ser una zona residencial civil, es decir, le entregaría una excusa a Rusia para atacar sin analizar la necesidad de luego afrontar alguna recriminación. Desde la perspectiva de estos, no es probable que combatir puertas adentro de las ciudades ucranianas sea un medio considerado. Su moderna doctrina de operaciones profundas, desarrolladas por los propios rusos en 1938, contempla el combate en localidades como último recurso. Este tipo de enfrentamientos es desgastante, consume innumerables recursos y se iguala en capacidades con el más débil (ver como ejemplo los casos de Stalingrado, Berlín y Mosul), que en este caso se multiplica por millones de civiles que, armados o no, ya demostrar su predisposición hasta las últimas consecuencias de defender su bandera. Aquel que no quiera pérdidas civiles no llevará la guerra a ciudades, y los más débiles buscaran mezclarse en ella para ocultarse, ganar tiempo y hasta atacar desde allí; como ya está pasando.
En las líneas precedentes puede encontrarse una potencial explicación de la operación militar rusa: aislar y desgastar a la población ucraniana para consolidar la administración rusa en una región ruso parlante sobre el Mar Negro donde se encuentran algunos objetivos energéticos (además de la propia salida marítima) y así aumentar su fuerza de negociación de cara a los intereses instalados por la OTAN, que busca desarrollarse en la zona y ser integrada por ese país. Por eso es lógico deducir que el objetivo invasor no es conquistar militarmente Kiev y manejar un gobierno extranjero desde allí; sino cuidar sus propios intereses nacionales. Para alcanzar eso, es necesario reducir lo máximo posible a las fuerzas regulares ucranianas, doblegar la voluntad de los civiles y, consecuentemente, de su conducción política. Por todo esto y lo expuesto en los párrafos anteriores es que Rusia apela en estas horas, más que nunca, a su poderío aéreo al máximo de su capacidad.