Gul Meena, de siete años, debió de intuir que se trataba de una reunión importante cuando sus padres le dijeron que se marchara a jugar fuera de casa. En el noroeste de Pakistán no es infrecuente que un consejo tribal, integrado por hombres mayores, se reúna para dirimir conflictos entre dos familias. Y ahí los niños sobran.
El motivo de la reunión era el hermano de Gul Meena, que se escapó con una joven y tenía que ser castigado. Después de que el consejo deliberase, algunos hombres se dirigieron rápidamente hacia la niña y se la llevaron. Su padre y sus hermanos no reaccionaron ante los desesperados llantos y gritos de auxilio de la pequeña. En el suelo quedaron las muñecas con las que apenas había estado jugando unos minutos antes.
Gul Meena fue víctima de una vieja tradición tribal por la que las niñas son casadas a la fuerza con hombres de familias rivales a fin de zanjar una disputa. "Es horroroso, pero eso todavía existe", explica la activista Samar Minallah, que lucha por abolir esta tradición vigente desde hace siglos.
En 2005, Pakistán prohibió por ley el comercio con niñas y lo tipificó como delito, explica a dpa el abogado Rizwan Khan, que vive en Islamabad. Hay penas de cárcel de hasta diez años para los acusados, dijo, pero eso parece tener poco efecto disuasorio. Recientemente la policía detuvo en el noroeste del país a varias personas en relación con el tráfico de cinco mujeres, entre las que también había menores.
Y es que la posibilidad de que la policía actúe en las regiones más apartadas son pocas, dijo el jefe de la policía responsable de la región del valle de Swat, Sher Akbar Khan. Además, se complica si en el proceso penal se ven involucrados personas con influencias políticas, apostilla la activista Minallah.
De acuerdo con los activistas de los derechos humanos, el origen de esta tradición reside en la suposición islámica de que hay que indemnizar mediante el "dinero de sangre" a la familia de la víctima en el caso de un asesinato u otro delito.
Los pocos que no tienen dinero ni tierras ofrecen a sus hijas, dijo Minallah. No obstante, el Islam prohíbe a castigar a una persona por el delito que cometió otra, señala el muftí Muhammad Ashraf. "El Islam dice que aquellos que han cometido un crimen tienen que ser castigados, pero no su hermana o su hija", explicó.
De acuerdo con las cifras oficiales, el Tribunal Supremo ha tratado 90 casos de esta índole desde 2005. Pero en opinión de los activistas falta información. Además, los casos de las regiones más remotas apenas han despertado atención, así que las muchachas han sido arrancadas ya de su familia.
Según Minallah la muchachas se ven obligadas a aceptar la decisión de los varones de su familia, porque no tienen otra opción. ‘Las muchachas se ven obligadas a marcharse con los varones de las familias rivales. Si se niegan, posiblemente las maten‘, añadió.
En su nuevo entorno, las pequeñas normalmente son maltratadas, asegura Minallah, que ha recabado casos de todo Pakistán. Sheeren Yaved, de la fundación Aurat que defiende los derechos de las mujeres, explicó que se tienen que modificar las particularidades culturales para acabar con ciertas prácticas. "Tenemos que llegar a que nuestra conciencia colectiva como sociedad rechace cierto tipo de prácticas", dijo Yaved.
La activista Minalla abogó por ir directamente tras los líderes de los clanes a la hora de aplicar la ley, pues es bajo su protectorado que se siguen realizando esas prácticas.
En opinión del abogado Khan, las penas no son lo suficientemente duras, sobre todo ante el panorama de que la vida de un niño puede quedar completamente destruida por un hecho así. "Si realmente se quiere acabar con esa costumbre, entonces la pena tendría que ser disuasoria".