Gracias al trabajo del Transatlantic Dialogue Center, El Litoral pudo conocer a Olena, la abuela de Iliya, un niño ucraniano que fue capturado por rusos tras un bombardeo del 20 de marzo en la ciudad de Mariúpol, en el que resultó herido y su madre falleció entre los escombros.
Olena recuerda que vivió en Mariúpol hasta 2017, cuando sólo quedó una de sus hijas con su nieto. Cuando comenzó la invasión militar, hablaban cada una hora para saber qué estaba pasando, sabía en qué lugar caían las bombas, dónde eran los ataques y dónde estaban sus familiares. Esa regularidad se mantuvo hasta el 2 de marzo a las 14:09, cuando la comunicación fue interrumpida durante once días.
El 13 de marzo fue el último mensaje que Olena recibió de su hija, que le avisaba que estaban vivos y en un sótano, esperando el corredor humanitario para poder escapar. No volvió a tener noticias directas de ella, ni de su nieto.
Informativo ruso
Trece días después, el 26 de marzo, uno de sus hijos que vive en Austria, la contactó para mandarle un video: un fragmento de un informativo ruso que mostraba las imágenes de un niño herido, que estaba en un hospital y contaba que su madre había muerto tras los ataques rusos en Mariúpol. Se trataba de su propio nieto.
Aunque destruida por la noticia, la mujer emprendió el camino para recuperar a su nieto. Se contactó con las autoridades ucranianas y no descansó hasta llegar al lugar.
Los últimos días
Con el correr del tiempo, Olena logró reconstruir la trama y supo que fue tras un ataque el 20 de marzo, que madre e hijo quedaron atrapados en medio de las ruinas del refugio, producto de una explosión; ella murió mientras él, gravemente herido, la abrazaba.
Una vecina la enterró en el patio del edificio y envió una foto del lugar donde se encontraba el cuerpo, mientras Olena ya se había reencontrado con el niño, que permanecía internado. En julio, una amiga fue hasta el lugar para poner flores, pero la tumba ya no estaba. Como medida para ocultar sus crímenes de guerra contra civiles, los rusos habían sacado muchas tumbas y nadie sabe dónde dejaron los cuerpos.
Mariúpol es una de las ciudades más afectadas por la guerra. Crédito: Reuters
Cambio de identidad
En cuanto al niño, que el 21 de marzo fue hallado por las tropas del Kremlin, fue forzosamente trasladado hacia el área que controlan en Donetsk, donde habían preparado los documentos para hacerlo ciudadano ruso.
Cuando Olena se enteró de la situación -a otro amigo que habían capturado, ya lo habían llevado a Moscú- logró hablar con los médicos rusos por videollamada, para pedirles por favor que no lo lleven a ningún otro lugar, porque ya estaba haciendo los trámites para ir a buscarlo. Él ya tenía su familia y estaba en Ucrania.
"Cuando llegué, él estaba muy perdido" recuerda la mujer. "No entendía cómo yo había llegado hasta ahí, llorábamos y nos abrazábamos", menciona. En ese momento, el niño estaba acostado y todavía no podía caminar. Hasta ahora, su nieto y otra nena son los únicos recuperados de todos los niños que están detenidos en Donetsk.
La palabra de Iliya
El niño, que no supera los 12 años, habló con El Litoral y recuerda que "nos habíamos escondido en los sótanos, abajo de la tierra y cocinábamos en fogata que habíamos hecho allí". Esa búsqueda de protección no alcanzó y fue "herido porque me cayó un misil cerca y me alcanzó la metralla", eso le "generó heridas en todo el cuerpo".
Casi un día después, "me sacaron los ocupantes rusos en camillas". Él no se animó a decirles que tenía otros familiares, más allá de su mamá, porque "les tenía miedo". Sin embargo, "una vez que estuve en el hospital ya les conté que tenía familiares que me estaban esperando, pero ellos no decían nada". Sucede que, en paralelo, Iliya los escuchaba decir que querían enviarlo a suelo ruso para que continúe su vida allí.
Como “Zombies”
"Ellos me querían enseñar a hablar y escribir ruso, aunque toda la vida hablé en ucraniano. Todos ellos quieren inculcar el ruso y que todo el mundo hable de esa manera, para que se hagan rusos y volverlos como zombies" apunta el niño.
A Iliya le da vergüenza mostrar su herida, porque es muy profunda. De hecho recuerda que los médicos "me querían amputar la pierna, pero cuando eso pasó empecé a moverla como podía para que entiendan que no hacía falta y que mi pierna todavía funcionaba" y asegura que "así logré detenerlos".
Consultado sobre qué le gustaría ser cuando adulto, se entusiasma con la idea de "ser médico, porque simplemente quiero salvar vidas humanas y para devolver el favor a la nación que me salvó: Ucrania".
Él evita hablar de su mamá, pero asegura que "ahora ya no tiene pesadillas porque su alma está mejor" junto a los suyos y la recuerda "cocinándole muy rico".