El martes por la noche, la Asamblea General del organismo dio el primer paso para imponer a Venezuela el mayor castigo que puede aplicar: la suspensión de su pertenencia, y negó a Maduro la legitimidad como presidente del país. Nunca la presión sobre el delfín de Hugo Chávez había sido tan alta como ahora y nunca la Venezuela chavista había estado tan aislada.
En los 70 años de historia de la Organización de Estados Americanos (OEA) solo ha habido dos suspensiones: la de Cuba en 1962, una decisión política para la que presionó Estados Unidos por el alineamiento de la isla en el bloque comunista, y la Honduras en 2009, un paso basado en la Carta Democrática Interamericana por el golpe de Estado contra Manuel Zelaya.
Tras el simple conteo de la votación que el martes por la noche dio inicio al proceso para suspender a Venezuela -19 votos a favor, cuatro en contra y 11 abstenciones- hay una dimensión mayor para el chavismo: la pérdida de aliados tradicionales de Caracas.
"Allá ustedes con su conciencia", espetó el canciller Jorge Arreaza cuando el martes por la noche aseguró que quienes votaron del lado de Estados Unidos estaban también votando por una intervención militar en Venezuela.
De aquel eje de izquierdas y bolivariano que se configuraba en América Latina en los tiempos en los que Hugo Chávez atacaba en la ONU al estadounidense George W. Bush -"Ayer el diablo estuvo aquí. ¡Huele a azufre todavía!"-, la Venezuela socialista fue perdiendo en los últimos años aliados en procesos electorales que cambiaron el color de Gobiernos (Argentina y Brasil son dos ejemplos).
Y ahora ha visto cómo países que hasta hace pocos meses estaban aún junto a Caracas se ponían del lado del Estados Unidos de Donald Trump, como hizo República Dominicana con su voto afirmativo a la resolución, o se abstenían, como Ecuador y la Nicaragua del sandinista Daniel Ortega, en medio él mismo de una crisis con similitudes a la de Venezuela.
El caso ecuatoriano tiene además una clave interna: el presidente Lenin Moreno, otrora delfín de Rafael Correa, marca una línea más frente a su antecesor -uno de aquellos alineados con Hugo Chávez, primero, y después con su sucesor- y afianza el giro radical en la política ecuatoriana que ha dado en el año que lleva en el poder, despegándose del socialismo de su predecesor.
A día de hoy, Maduro solo puede confiar seguro en la Bolivia de Evo Morales y en dos pequeñas islas de las Antillas -Antigua y Barbuda y Dominica-, que fueron los que votaron el martes por la noche del lado del canciller Arreaza. Fuera de la organización le queda también Cuba, que nunca desde que la OEA levantó en 2009 aquella suspensión de los años 60 ha pedido su reactivación como miembro.
Al otro lado del Atlántico, también la Unión Europea (UE) ha desconocido los comicios en los que fue reelegido el 20 de mayo y ha comenzado a aplicar sanciones como las que Trump ha impuesto ya a más de medio centenar de altos funcionarios del entorno del mandatario -él mismo uno de ellos- que han visto congelados sus activos y vetada su entrada al país.