Esta semana se cumplió un año de la compra de Twitter por parte de Elon Musk en una cifra redondeada en 44 mil millones de dólares.
El empresario la adquirió por 44 mil millones de dólares. Ahora vale menos de la mitad. Mientras, los usuarios siguen molestos.
Esta semana se cumplió un año de la compra de Twitter por parte de Elon Musk en una cifra redondeada en 44 mil millones de dólares.
El multimillonario fue calificado de “apresurado” al desembolsar la exorbitante cifra para Jack Dorsey, ex propietario y fundador de la empresa ahora llamada X. 12 meses después, con una serie de errores y fallos de por medio, el valor de la marca le da la razón a quienes lo cuestionaron: 19.900 millones de dólares.
Con un valor por debajo de la mitad del pagado, Elon afronta infinitos inconvenientes de financiamiento, diseño y laborales, los cuales se contraponen al crecimiento de su imagen y validación a nivel personal en otros espacios.
Algunas nuevas funciones como la más reciente, la de las llamadas y videollamadas dentro de la aplicación, han tenido una aceptación bastante buena, pero el balance general de las modificaciones realizadas en X es bastante pobre.
Durante los primeros meses, Elon Musk tomó un rol protagónico y más monárquico dentro de la empresa, encarando de forma personal casi todas las áreas. Para esto llevó a cabo un purga masiva de empleados en casi todas los espacios argumentando desacuerdos ideológicos e incluso dando lugar a impulsos emotivos por críticas en cuentas personales.
Con el pasar de la gestión, se empapó de realidad y llegó a declarar que sólo un “loco” podía realizar ese trabajo. Bajo el concepto de crear la “aplicación de todo”, contrato como nueva CEO a Linda Yaccarino, ex presidenta de ventas de publicidad de NBCUniversal.
Justamente el espacio comercial de X es el que mayores polémicas generó en la gestión Musk. El fundador de SpaceX y Tesla viene aplicando una serie de sistemas de cuentas premium pagas.
En primera instancia indicó que sólo quienes pagaran tendrían verificado. Tras críticas de personalidades y casos de fraude con “reemplazos de identidad”, lo relegó sólo para aquellas cuentas no reconocidas. Luego, estableció diferentes colores para cada tipo de usuario dentro de la plataforma, esta sería una de las pocas novedades que lograron establecerse.
Pasando por alto algunos de los tantos anuncios que el sudafricano realizó a través de su cuenta personal respecto a suscripciones, una de las más nuevas y polémicas fue la implementación de un pago obligatorio para todos los nuevos usuarios. Su argumento es que así podría combatir las cuentas bot que se multiplicaron por el sistema de pagos por interacciones, otro de los cambios de Musk.
La renovación en la cúpula y el sinfín de modificaciones (lavada de cara con X, desaparición de el Círculo, limitación en la información de interacción de otros usuarios, cambios en el algoritmo) no lograron ocultar, y quizás van de la mano, con la serie de fallas del front de la red social.
Principalmente en su versión mobile, se registraron varios bugs en los últimos meses. Contenido audiovisual oculto, fechas inexistentes de publicación y fallos en la reproducción de videos son algunas de las consecuencias del desarmado del equipo original y el deseo de “jugar” con Twitter por parte de Elon.
Es evidente que los planes de un hombre que tiene como objetivo “colonizar Marte” con una de sus empresas van más allá de la experiencia reconfortante de los usuarios de una red social.
Elon Musk, hombre más rico del mundo nuevamente desde junio de 2023, ya tenía peso social y político en ciertos estratos de los Estados Unidos. Su presencia como líder de la innovación automovilística, inmerso en el mundo de la inteligencia artificial y competidor en la nueva carrera espacial ya le daban protagonismo en el planeta Tierra, pero le faltaba algo.
Twitter fue la última gema que le faltaba, en un mundo cada vez más interesado por la guerra de la información.
Siendo propietario de una de las dos redes de mayor llegada global por fuera del universo Meta y Google (es la 15° red social con mayor cantidad de usuarios en el mundo, pero atraviesa fronteras como TikTok de China), obtiene un poder de alcance incalculable.
El dinero pasa a segundo plano y lo que obtuvo desde 2022 es un espacio de validación personal, de sus ideologías y de dominio de las “verdades”. Su arribo a Twitter se dio bajo la idea de la libertad, pero en las primeras semanas se encargó de censurar críticas a diestra y siniestra.
Por el contrario, dentro de su rol como agente político en la interna estadounidense, en las primeras 24 horas como propietario le devolvió la cuenta al ex presidente y aspirante para el 2024, Donald Trump.
En el plano anecdótico, Musk también alcanza validación en lo netamente humana. Sus memes, chistes y burlas cuentan con mayor aprobación, a pesar de ser seriamente cuestionados por falta de humor y ética.
El interés por cuestiones fuera del campo científico y tecnológico, como así también la influencia creciente en los usuarios de su ecosistema lo han comprobado los argentinos tras su interacción con la entrevista de Javier Milei con Tucker Carlson. Su aprobación del proyecto de La Libertad Avanza no resulta casual, como así también su manifestación pública.
El poder de Elon Musk, capaz de girar el rumbo de una guerra como la de Rusia-Ucrania mediante sus satélites Starlink, parece no tener límites.