Por Mónica Ritacca
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El 29 de abril se cumplen 11 años del ingreso del Río Salado a la ciudad. Eso se produjo porque un tramo del terraplén que protege a Santa Fe de crecidas del río estaba abierto y el Salado había crecido mucho debido a precipitaciones intensas y prolongadas sobre su cuenca baja.
En 2003, a esta altura del año, 120 mil santafesinos debieron salir de sus casas con lo puesto, desesperados en la búsqueda de un lugar seco. Tu escuela, seguramente, fue durante varios meses uno de esos lugares que los alojó. Es que nadie sabía qué hacer ni a dónde dirigirse. La gente caminaba desorientada.
El 29 de abril de 2003 un tercio de la ciudad quedó bajo agua. En muchos barrios, de los 43 que se vieron gravemente afectados, el Salado superó los cinco metros de altura. Cubrió viviendas, espacios verdes, centros recreativos y hasta hospitales. También arrasó con fotos, libros, cartas, documentos de identidad, muebles, juguetes, cuadernos de clase…
Fueron días difíciles y muy tristes para los santafesinos, pero que también sirvieron para conocer su esencia. Es que si bien hubo carencias, abundó algo que seguramente fue lo que permitió salir adelante: la solidaridad.
La historia de Emilce Cáceres es uno de varios ejemplos. Nació el 2 de mayo de 2003, mientras sus padres estaban alojados en un centro de evacuados que se armó en el cámping de Upcn.
“Nací en la inundación y me bautizaron en el centro de evacuados”, contó. Con una voz dulce e inocente, aprovechó para agradecer a casi once años de aquel día a todas las personas que ayudaron a sus padres con pañales, abrigos y mantas. (continúa aquí)