Nuria Pérez es enfermera y en 2014, en una sala de neonatología del hospital Eva Perón, en Santa Lucía, Tucumán, conoció a Zoe, una beba recién nacida que fue abandonada. La pequeña padecía una enfermedad cerebral, por lo que su expectativa de vida era de solo un año.
A pesar de este diagnóstico desalentador, no dudó y decidió adoptarla. “Si va a vivir tan poco mejor que sea con una familia”, pensó Nuria, y empezó los trámites para adoptar a Zoe, quien no solo vivió más de lo previsto, sino que le cambió la vida a todos.
“Si va a vivir tan poco mejor que sea con una familia”.
La niña padecía hidranencefalia, una enfermedad que hace que en vez de hemisferios cerebrales, tenga dos bolsas de líquido en el cráneo. Sin embargo, Nuria, que ya tenía un hijo, no dudó en ayudar a la bebé: “Si va a vivir una vida tan corta sería bueno que tuviera una mamá, un hermano, abuelos, tíos, primos, una casa, una cama, ropa y juguetes".
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"Está claro que tuvimos miedos y más cuando se acercaba la fecha límite. Más allá de que sabíamos que en algún momento iba a suceder, nunca estás preparado para la muerte, y mucho menos la de un hijo”, afirmó.
Zoe, para sorpresa de todos, disfrutó de su familia hasta cumplir 5 años, lejos de los pronósticos que le daban solo un año de vida. La frase de su mamá lo resume todo: “Todavía estamos aprendiendo a vivir sin ella, pero no me arrepiento. Fueron los mejores cinco años de mi vida”.