Tiene 73 años, está terminando la secundaria y es abanderado
Rubén Darío Cúchero es un estudiante sobresaliente que, además, fue condecorado como Alumno Destacado por su promedio de 9.25 en 2021. Ahora, está cursando su tercer y último año de secundaria, y este 25 de mayo, le tocará portar la bandera de ceremonias.
Rubén Darío Cúchero, de 73 años de edad, está cursando su tercer y último año de secundaria.
Viernes 20.5.2022
21:11
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Rubén Darío Cúchero nació un 8 de mayo de 1949 y transitó su infancia y preadolescencia entre las vides del barrio Puesto Viejo, en Colonia Caroya, donde vivió junto a su madre, Alcira Ana Strasorier D’Olivo, ama de casa; su padre, Luis Alberto Cúchero Civilotti, agricultor y albañil; y su hermana menor, Ester, a quien califica como la viva imagen de la “mujer tana”.
De sangre friulana, no puede evitar recordar cómo eran aquellos días en la Colonia: “Cuando venían parientes, mis padres hablaban en furlán. También entre vecinos”, cuenta Rubén, explicando que al día de hoy a él se le suelen mezclar las palabras en español con las del dialecto italiano, constituyendo, incluso, cierto desafío a la hora de volver a las aulas. Pero nos estamos adelantando.
Al momento de rememorar su infancia, compartió una anécdota: “Mi vida ha sido como la de todo chico de campo: jugaba con amigos, con vecinos, hacíamos travesuras. En tiempos de la fruta, nosotros teníamos en casa pero eran más ricas las frutas del vecino - cuenta y empieza a reír - La siesta era sagrada pero esperábamos a que se durmieran los padres y salíamos. Sabíamos dónde estaba la uva de mesa, en qué parrales, y sabíamos que no había gente”, rememora como un niño.
Lo cierto es que una vez culminada la infancia y terminada la escuela primaria en el Centro Educativo Mariano Moreno de Puesto Viejo, sus padres resolvieron enviarlo de pupilo al “Instituto Técnico Salesiano Villada”, en La Calera, donde sólo curso dos años y luego pidió salir.
“No quería estudiar más ahí porque no me gustaba. Le dije a mis padres: ‘no quiero’ porque estaba encerrado y salíamos para las vacaciones, y me dijeron que o estudiaba o trabajaba y me fui a Buenos Aires”, con sus quince años en la mochila.
En aquel entonces, apareció la oportunidad de viajar a la capital para trabajar en una heladería durante la temporada alta y, así, entre viajes y algunas changas cuando volvía, pasaron los años hasta que llegó el Servicio Militar, el cual cursó durante ocho meses – pues fue dragoneante - en el Batallón de Comunicaciones 141 del Ejército Argentino, en La Calera.
Rubén Darío Cúchero junto a su esposa.
Al salir, la vida de adulto lo encontró delante de un volante: se transformó en camionero y logró conocer Argentina, casi, de punta a punta: “Desde Santa Cruz hasta La Quiaca”, dice y se autodenomina “un trotamundo”.
Rubén, que le dedicó treinta y cinco años de su vida a las rutas, entre camiones y luego colectivos – ya que debía hallar cierta estabilidad una vez casado y con hijos, dice – terminó retirándose de la actividad laboral y comenzó otro desafío que en su juventud no había podido concretar: aprender a bailar folklore.
Alentado por su esposa y amigos, allá por 2010, 2011, comenzó a bailar: “’No, estoy viejo’, decía, pero fui. Como me gustaba, enseguida aprendí los pasos. El profesor me dijo que iba a bailar en escenario y le dije que no, que nunca, y cuando competimos (en el Abrazo Tradicionalista de 2017), ganamos el primer premio (Pareja de Zamba categoría “Seniors”) para bailar en el Festival – de Doma y Folklore de Jesús María –“.
Rubén Darío Cúchero también incursiono en el mundo del folklore.
Una materia pendiente
Rubén es un hombre rico en la vida: su infancia fue feliz, goza de buena salud, una amorosa familia, grandes amigos, una trayectoria laboral llena de satisfacciones, trofeos artísticos y tantísimo más pero… sólo una deuda tenía en la vida: terminar la escuela.
“Me faltaba hacer la secundaria”, dijo, en profunda emoción. “Cuando la empecé a hacer, me agarró la pandemia en el 2020. Fui quince días. Ese año fue virtual”, dice Rubén, quien ya cursa el tercer y último año de Secundaria en el Cenma adultos Jesús María.
“La escuela empezó a ser virtual. Para mí fue un martirio por el teléfono, después había que imprimir – los libros, manuales, material de consulta, etc. El contador – Julio - me imprimió las cosas pero ese año lo hice a duras penas, aunque lo pasé”.
Rubén Darío Cúchero, de 73 años, es un ejemplo de perseverancia para alcanzar los sueños.
El desafío era de consideración, Rubén no tenía el contexto a favor: las nuevas tecnologías, sobre todo en tiempos de pandemia, parecían ponerle un obstáculo más en su añoranza de terminar “el cole” pero, aun así, trastabillando y con varios intentos de renunciar, encontró la forma de avanzar, con un fuerte empujón de su familia.
En el año 2021retomó la presencialidad y, allí, las cosas se tornaron más simples: “Me hizo un ‘click’ la presencialidad, me dio otra motivación porque había materias como matemáticas e inglés, que son difíciles, las que más me cuestan. La matemática de hoy tiene raíces, fracciones, ecuaciones”, dice, evidenciando las constantes modificaciones de los planes de estudios y modalidades académicas desde su juventud a la actualidad.
“Mi mente está en otra. En matemáticas no hay nada de memoria, es todo mente. Pero me va bien”, termina diciendo.
“Otra alegría más es que la Municipalidad me dio una condecoración por ser alumno destacado 2021, por buen promedio (9.25) y después, la otra alegría, fue cuando me llamaron desde el directorio para nombrarme abanderado. Soy abanderado del colegio y el 25 tengo que desfilar. Mi señora y chicos sabían de antes pero no me quisieron decir. Lo mismo cuando cumplí 70 años, me hicieron llorar todo el día”.