Según las estadísticas de Our World in Data actualizadas al 5 de enero, Sudamérica es el primer lugar del mundo en porcentaje de población total vacunada, un puesto que sigue manteniendo hasta estos días. La región tiene un 76% de personas vacunadas con al menos una dosis y un 64% con el esquema completo, por encima de Europa (66% y 62%) y de Estados Unidos (74% y 62%), por utilizar como ejemplos una región y un país que aventajan largamente al Cono Sur en disponibilidad y acceso a las vacunas.
¿Qué sucedió para que la región que tiene el país con mayor cantidad de fallecidos por habitante a causa de la pandemia —Perú— y el segundo con mayor cantidad de muertes en total Brasil- se volviera el líder global en vacunación? Aunque la respuesta es múltiple y varía de país a país, también es posible rastrear factores comunes en la región, sobre todo históricos, como la existencia de una arraigada cultura de vacunación o las raíces de sistemas sanitarios que, por más frágiles y debilitados que hayan llegado a la pandemia, aún conservan una vocación de servicio público e infraestructuras que pudieron ser reactivadas parcialmente al servicio de la vacunación. Y también la necesidad de subsistir en economías con altísimos índices de informalidad.
Si bien durante varios meses Sudamérica no contó con grandes accesos a los antídotos en comparación con las naciones más desarrolladas del mundo, los expertos señalan varios factores para explicar la rápida expansión de las campañas de inoculación en los países sudamericanos.
Entre ellos Paulo Lotufo, epidemiólogo brasileño y profesor de la Universidad de Sao Paulo, quien destaca décadas de planes de inmunización exitosos frente a otras enfermedades como viruela, meningitis, poliomielitis y sarampión, que sentaron las bases de una infraestructura necesaria para vacunar en masa y sobre todo infundieron confianza en gran parte de sus habitantes.
En algunas ciudades importantes, incluidas Río de Janeiro y Sao Paulo, más del 99% de la población adulta ha recibido al menos una dosis de los fármacos contra el nuevo coronavirus. Las autoridades resaltan que la nación tiene una "cultura de vacunación".
"Esta confianza, acumulada durante varios años, se basa en los beneficios de nuestro extenso calendario de vacunación", coincide desde Buenos Aires Leda Guzzi, experta en enfermedades contagiosas.
Esta situación explicaría por qué Sudamérica supera a Europa en las tasas de vacunación, pese a que el Viejo Continente tiene mayor acceso a los antídotos. El fuerte abstencionismo hacia las inyecciones de inmunización por parte de miles de habitantes en naciones europeas como Reino Unido y Países Bajos es uno de los principales talones de Aquiles a los que se enfrentan las autoridades para erradicar el virus.
Gobiernos de países como Francia, España y Alemania, entre otros, se han visto obligados a reinstaurar cierres y restricciones para tratar de parar la rápida propagación de los contagios en medio de las fiestas decembrinas, mientras enfrentan una tasa de vacunación aún insuficiente y la llegada de la variante Ómicron.
Argentina ha aplicado casi 78 millones de vacunas contra el coronavirus, la segunda mayor cifra de Sudamérica después de Brasil. El 84% de la población tiene al menos una dosis, el 72,9% tiene dos y un 14% ya ha recibido una tercera de refuerzo. Los movimientos antivacunas son minoritarios en el país y no están organizados. Aunque al Gobierno le ha costado llegar al 16% que aún no se ha vacunado, los altos porcentajes de aplicación tienen que ver con una arraigada cultura sanitaria. Los bebés reciben su primera vacuna minutos después de nacidos; cuando crecen, no pueden ingresar al sistema educativo si no presentan el carnet que demuestra que tiene las dosis obligatorias aplicadas. “Tenemos un calendario de vacunación de los más completos de América Latina”, explica una fuente del Gobierno nacional a El País. “La vacunación es algo que la población de nuestro país tiene incorporada culturalmente. Además de eso, el antecedente de la gripe N1H1 también sirvió como experiencia para introducir en el calendario normal de vacunación algo fuera de lo normal”, como las dosis contra la covid-19.
Garantizar las dosis fue, sin embargo, un camino cuesta arriba. Meses después del inicio de la pandemia, Argentina celebró como un gran triunfo el acuerdo con Astrazeneca para producir millones de dosis junto con México. Pero las cosas no salieron como se esperaban y, cuando ya era evidente que el contrato no podría cumplirse (México argumentó que no conseguía en el mercado los suministros necesarios para cumplir con su parte), la Casa Rosada optó por la vacuna rusa Sputnik V. Argentina fue de los primeros países en aprobar el uso del vial ruso, lo que le permitió iniciar la aplicación de la vacuna a finales de diciembre de 2020. La apuesta por Moscú le valió al Gobierno de Alberto Fernández duras críticas de la oposición conservadora, que lo acusó de desplazar a laboratorios estadounidenses como Pfizer por cuestiones ideológicas. Un año después de aquellos debates, el suministro está normalizado y no faltan vacunas en el país. El ministerio de Salud hoy tiene en stock 17 millones de dosis de seis laboratorios diferentes.