Carlos Catania
La agresividad de Sábato es impaciencia intelectual y vital. No es alegre ni divertido, ni desea quedar bien con nadie. Nos hace reír a veces porque resulta brillante, pero al aplicar su sentido del humor contra sí mismo, desconcierta e irrita.
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Toda novela es autobiográfica. Sábato se enrola a la galería de los grandes provocadores desnudos que, desde Nietzsche a Henry Miller, pasando por Witkievicz, enfrentan el horror sin esconder la cara. En este vértigo de extrañas culpas y altas misiones, destaca aquel punto de la infancia. En alguna parte, debe andar el trineo del ciudadano Kane. Ir en su busca no constituye un plan de fuga, sino un enfrentamiento. El universo entero es culpable, así que nada queda fuera de la inquisición. Tampoco hay un final feliz. El pesimismo de los clarividentes nada tiene en común con la negación esquizofrénica. Aquéllos se resisten y escudriñan. La forma parece nihilista, pero siempre han sido los niños profetas del derrumbe y de las utopías.