Músicos y productores aseguraron que a 15 años de la tragedia de Cromañón la escena porteña se recuperó, tras reducirse drásticamente la cantidad de lugares para tocar por lo que definieron como "criminalización de la música", y destacaron el aumento de controles en los boliches.
"En los primeros años después de Cromañon fue casi imposible tocar y se agudizó el problema de tener que pagar para tocar. Hubo una concentración muy grande en pocos lugares", explicó a Télam Juan Vázquez, presidente de la Unión de Músicos Independientes (UMI), quien aseguró que hubo una "criminalización de la música"
Vázquez señaló que "se veía como peligroso a los recitales, a los músicos y a la gente. Hubo mucha discrecionalidad de los inspectores, nunca quedaba claro que tenías que tener para obtener una habilitación".
En tanto, Federico Fuertes, manager de bandas y productor de espectáculos, dijo que la situación de los boliches post Cromañon "mejoró en cuanto a seguridad y exigencias".
"Eso fue favorable, cerraron 'cuevas' y lugares que no eran aptos para tocar, eran un peligro", aseveró y opinó que "cada productor ahora puede elegir que los músicos toquen en esos lugares o no".
A la tragedia del 30 de diciembre de 2004 en el boliche de Once durante un recital de Callejeros le siguieron algunos años de cierre masivos de lugares para tocar, pero la situación se fue normalizando.
"De a poco se fue oxigenando, hoy en día el circuito creció, se logró generar un nuevo punto de equilibrio gracias al trabajo del Instituto Nacional de la Música (INAMU) y las organizaciones. Los lugares empezaron a mejorar la seguridad y hubo controles más lógicos", contó Vázquez.
Cromañon, donde fallecieron 194 personas y más de 1400 resultaron heridas, tenía habilitación como local para recitales, pero estuvo sobrevendido (había casi 3000 personas y estaba habilitado para 1031) y en el techo había una media sombra de tela sintética de material inflamable, cuyo uso estaba prohibido para esos lugares.
Mientras se entonaban los acordes del primer tema, se prendieron bengalas que incendiaron la media sombra, lo que generó un humo tóxico que terminó con gran parte de los asistentes fallecidos dentro del predio, muchos contra la puerta de emergencia cerrada con candado.
Hoy en día la Agencia Gubernamental de Control (AGC) porteña realiza el seguimiento de la actividad nocturna con una "atención prioritaria" a eventos de este tipo y un promedio de 200 inspecciones por fin de semana, detallaron a Télam fuentes de ese organismo.
"Algunas de las clausuras que se llevan a cabo desde el área de nocturnidad están relacionadas con la falta de habilitación, de matafuegos, irregularidades de seguridad e higiene", explicaron las fuentes, y agregaron que "la mayor problemática son los bares que desvirtúan rubro y funcionan como locales bailables, sin habilitación para eso, y por ende, sin cumplir con las medidas de seguridad necesarias".
La AGC recibe habitualmente denuncias sobre irregularidades en la actividad nocturna a través del 147, la web de Gestión Colaborativa y en el teléfono 0800-999-2769 que son derivadas por la ONG "Familias por la Vida".
Con el objetivo de lograr un control más eficiente, la AGC implementó nuevos métodos de trabajo para la identificación de actividades nocturnas que se desarrollan fuera de los locales habilitados.
Todas las semanas, se realiza un relevamiento de información sobre posibles eventos, actividades de baile, presentaciones de bandas en vivo y fiestas electrónicas bajo diversas modalidades.
"Los controles te están muy encima, hay que pedir permiso para todo. Hay muchas más inspecciones que antes", aseguró Fuertes.