Más del 70% del planeta Tierra está compuesto por agua, mientras que de todo ese volumen líquido, los océanos abarcan más del 96%. Sin embargo, la exploración científica mundial solo ha llegado a investigar un 5% de los océanos.
La investigadora santafesina Paula Huber junto a un grupo de científicos europeos y norteamericanos navegó en el velero francés TARA durante más de 50 días desde Chile hasta Sudáfrica. Uno de los objetivos principales es aumentar el conocimiento de la diversidad y función de microorganismos en el contexto de corrientes oceánicas y la afluencia de contaminantes, por ejemplo, los plásticos.
Más del 70% del planeta Tierra está compuesto por agua, mientras que de todo ese volumen líquido, los océanos abarcan más del 96%. Sin embargo, la exploración científica mundial solo ha llegado a investigar un 5% de los océanos.
Ante este escenario cada vez que se inicia una investigación representa un hecho, casi siempre inédito, por la cuál se actualizarán datos u obtendrá información desconocida. La Dra. en Biología Molecular y Biotecnología, Paula Huber, en una entrevista con El Litoral comentó detalles sobre la expedición trasatlántica de la que formó parte hasta hace unos pocos días, en los que navegó por la inmensidad marina del Atlántico Sur por más de 50 días.
"Navegamos a bordo del velero científico francés TARA. La goleta TARA es un barco de unos 36 metros de eslora por unos 10 metros de manga, que ya ha recorrido el mundo en otras expediciones científicas. El barco cuenta con todas las comodidades, y afortunadamente en este tramo de la expedición recorrimos el 80% a vela", destacó la bióloga y agregó que la tripulación a bordo estuvo compuesta por 12 personas: seis investigadores, el capitán, el sub-capitán (segundo-oficial), un jefe de máquinas, dos personas de equipo técnico y una cocinera.
La santafesina, quien se encuentra en Brasil como Becaria Postodoctoral del proyecto AtlantECO, en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), es la única investigadora argentina que forma parte de este proyecto, en el cual participan científicos y científicas europeos, brasileros, y africanos. La investigadora participó en dos tramos de la expedición, primero se embarcó en el Caribe para navegar hasta el norte de Brasil; y en su segundo derrotero unió Chile con Sudáfrica, en unos 54 días de navegación, aproximadamente 4.500 millas.
-¿Qué lugares abarca la expedición?
-La campaña oceanográfica para el estudio del microbioma Atlántico empezó en Martinica (isla del Caribe) en agosto del año pasado y van a terminar en Francia en octubre de este año. En un primer tramo se recorrió la costa brasilera, luego la costa argentina, la Antártida, y después cruzamos a África.
En las diferentes partes de la expedición se cambia el grupo científico, en mi caso participé de la primera parte que fue desde Martinica hasta Salvador de Bahía, donde el principal foco estuvo en analizar cómo el río Amazonas impacta al microbioma del Océano Atlántico. Y formé parte de la expedición transatlántica desde Punta Arenas (Chile) hasta Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
-¿Cómo fue esta última expedición?
-Cruzamos desde Chile, pasando por las islas Malvinas, Georgias y desde ahí hacia Ciudad del Cabo. Esta zona del Atlántico Sur es muy importante por sus diferentes corrientes oceánicas, que van generando anomalías dentro del océano, como los denominados "remolinos oceánicos". Podemos imaginarlos como grandes anillos que van girando rápidamente sobre ellos mismos en sentido horario o antihorario. Estas grandes masas de agua tienen características tanto químicas, físicas como biológicas diferentes a las del océano que las rodeas. Estos remolinos se van moviendo de un hemisferio para otro, transportando la comunidad microbiana con todos sus genes y por ello es muy importante estudiarlos.
-¿Qué condiciones climáticas tuvieron durante la navegación?
- En general el Atlántico Sur se mueve mucho y los vientos son muy fuertes. Durante la expedición tuvimos algunas tormentas de lluvia, viento y hasta de nieve. Al comienzo anclamos en Malvinas para poder protegernos de una tormenta de viento, también tuvimos que amarrar en las islas Georgias para estar al reparo. Ya llegando a las costas africanas las condiciones fueron mejorando.
-¿Cómo realizaron la toma de muestras? ¿Tenían los sitios predeterminados?
-Los días de muestreos son largos. Comenzamos a las 5 de la mañana y terminamos a las 7 u 8 de la noche. Tanto el personal científico como la tripulación estamos abocados plenamente al muestreo. Los muestreos se hacen desde el barco y tomamos muestras en superficie y a diferentes profundidades (tres por día), llegamos hasta los 1.000 metros de profundidad. Las muestras que se toman son de agua que se procesan de forma diferentes: para estudios de microorganismos mediante técnicas moleculares y de microscopía y para analizar parámetros ambientales (por ejemplo salinidad del agua, oxígeno, nutrientes), para contextualizar dónde viven estos microorganismos.
Los puntos de muestreo se definen unos días previos al día del muestreo, en función a información que obtenemos de imágenes satelitales. Cuando se estudian estructuras tan dinámicas como los remolinos oceánicos se necesita información actualizada para poder conocer la localización de los mismos. Hay una constante interacción con científicos que están en tierra que nos envían estas imágenes. Además el barco cuenta con equipos que miden continuamente parámetros ambientales, entonces podíamos detectar los cambios de salinidad y temperatura del agua, por ejemplo, que son indicadores de que estábamos dentro del remolino.
-¿Y a los microplásticos cómo los estudian?
-Los plásticos que se generan en las ciudades, llegan a los ríos y después al océano, esas pequeñas piezas son colonizadas por microorganismos como bacterias o eucariotas, lo que se conoce con el nombre de plastisfera. Lo que hacemos es estudiar estos pequeños fragmentos de plásticos (que tienen entre 2 y 5 milímetros), su concentración, que tipo de plásticos son y la comunidad que los coloniza. Para esto último extraemos el ADN de los organismos que están adheridos y lo secuenciamos.
-¿Cuándo se van a conocer los resultados y qué alcance van a tener?
-Ahora el barco está relevando la costa africana, y los resultados se van a conocer una vez que terminen los muestreos. Todos los datos que se están generando en el proyecto van a ser de acceso público y podrán ser utilizados por cualquier persona en cualquier parte del mundo.
-¿Cuáles son los objetivos del proyecto?
-Uno de los objetivos principales es aumentar el conocimiento de los microorganismos que habitan el océano Atlántico, que son fundamentales para el funcionamiento del océano y del planeta en sí. Se busca conocer la diversidad y función del microbioma atlántico en el contexto de corrientes oceánicas y la presencia de contaminantes como los plásticos; también un aspecto es la bioprospección, por la cual se busca conocer qué genes están albergando los océanos y el descubrimiento de nuevas enzimas pueden tener importancia en la industria. Además de estos objetivos, este proyecto apunta a fomentar la investigación y la ciencia en países sudamericanos como Argentina y Brasil, y en África.
Investigadores a bordo del TARA en la expedición trasatlántica: Paula Huber (UFSCar, Brasil); Remí Laxenaire (CNES, Francia); Alison Chase (Universidad de Washington, USA); Giancarlo Bachi (Universidad de Pisa, Italia); Cora Hörstmann (AWI Instituto, Alemania); Clara Trellu (CNES, Francia); Flora Vincent (Instituto Weizmann de Ciencias)
Investigadores a bordo del Houssay en la expedición Ana María Gayoso: Paula Huber (UFSCar, Brasil; INALI-CONICET-UNL, Argentina); Federico Ibarbalz, (CIMA- CONICET-UBA, Argentina); Carola Ferronato (IADO- CONICET-UNS, Argentina); Azul Gilabert (IADO- CONICET-UNS, Argentina); Román Uibrig (IADO- CONICET-UNS, Argentina).
Durante la expedición, el grupo de investigadores puso su atención en el estudio de los cocolitóforos, un grupo de alga que se desarrolla en zonas de la costa del mar argentino. "En la zona de la Patagonia, a finales de primavera comienzo de verano, esta alga crece rápidamente formando floraciones o blooms. Estas floraciones producen una cambio de color en el agua que llega a verse desde imágenes satelitales", contó Huber.
Al ser consultada sobre la importancia de estudiar estos fenómenos, indicó : Es muy importante para los ciclos biogioquímicos del océano. Lo que se hizo en esta parte de la expedición fue contactar a investigadores argentinos y con el barco 'Hussey' de la Prefectura recorrimos desde Ushuaia hasta Buenos Aires en noviembre y en el velero francés hicimos la misma expedición en diciembre, pero desde Buenos Aires hacia Ushuaia, ya que no se tiene certeza cuándo empieza a florecer esta alga, por eso ahora conseguimos muestras de cómo son las condiciones previas a la floración y las muestras durante la floración".
Al ser consultada sobre la importancia de estudiar estos fenómenos, indicó: "La expedición estuvo enfocada en la especie Emiliania huxleyi, que es la especie más abundante de cocolitóforo. Esta alga es un organismo unicelular formado por placas de carbonato de calcio. Esta característica hace que estas algas tengan rol fundamental en el ciclo biogeoquímico del carbono, ya que convierten el carbono inórganico disuelto en carbono orgánico mediante la fotosíntesis y para la producción de sus placas. Además, cuando el organismo muere, las placas se depositan en el fondo marino, acumulándose millones de toneladas de calcita por año. De esta manera estos organismos regulan el CO2 atmosférico y son muy buenos indicadores de los cambios en la temperatura y salinidad de los océanos".
Este tramo de la expedición se llevó a cabo en dos partes. La primera estuvo a cargo de investigadores argentinos y se realizó desde Ushuaia hasta Buenos Aires a bordo del motovelero B. Houssay de la Prefectura Naval Argentina, durante noviembre. La segunda parte se realizó en el velero francés desde Buenos Aires a Ushuaia en el mes de diciembre, a cargo de investigadores europeos. "De esta manera logramos tener muestras durante los meses más importantes en los cuales se desarrollan las floraciones. Esta campaña llevó el nombre de la investigadora argentina Ana María Gayoso quién dejó un legado muy importante en la ciencia Argentina y en el conocimiento y estudio del fitoplancton marino", remarcó Huber.
Según la National Geographic se estima que cada año llegan al océano unos 8 millones de toneladas de residuos plásticos, lo que convierten a este desecho en el residuo más común de los océanos. Se calcula también que entre un 15 y un 30% de todo ese plástico son fragmentos de menos de cinco milímetros, lo que comúnmente se denomina "microplástico".
"Es difícil saber si, como consumidores de pescado y marisco, los microplásticos nos afectan directamente, lo que sí podemos asegurar es que están en todas partes: en el agua que bebemos, la comida que ingerimos y al ropa que vestimos. Un estudio de la UIC concluyó que dos terceras partes de todo ese plástico microscópico procede de lavadoras y de la abrasión provocada en los neumáticos cada vez que un automóvil frena", advierten desde la cadena internacional.
Además afirman que parte de esos microplásticos son las microesferas que contienen muchos productos cosméticos, como las cremas exfoliantes o algunos dentífricos. Estas esferas diminutas se van con el desagüe, aunque son tan pequeñas que escapan a los filtros de las depuradoras y acaban en los ríos hasta desembocar al mar, donde son ingeridas por la fauna marina.