El creador del programa de Trasplante Cardíaco del Garrahan reflexiona sobre la evolución de la donación de órganos y la importancia de la concientización.
Horacio Vogelfang es un ícono del trasplante pediátrico. En el 2000 creó el programa de Trasplante Cardíaco del Garrahan.
Reconocido por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en 2017, Vogelfang analiza en una entrevista exclusiva cómo ha evolucionado la conciencia sobre la donación de órganos en las últimas décadas y la importancia de las campañas de concientización para salvar vidas.
Horacio Vogelfang es un ícono del trasplante pediátrico. En el 2000 creó el programa de Trasplante Cardíaco del Garrahan. Allí practicó más de 60 trasplantes cardíacos infantiles hasta junio del 2019. Actualmente continúa haciendo trasplantes en el sanatorio de la Obra Social de Empleados de Comercio. En 2017, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró personalidad destacada de las Ciencias Médicas. En diálogo con este medio analiza cómo evolucionó en estas últimas décadas la donación de órganos.
—¿Cómo evaluás la toma de conciencia en relación a la donación de órganos?
—Noto que en el último tiempo, sacando la edad pediátrica de muy bajo peso, hay un incremento en la donación. Me parece que lo que más influye es la difusión del tema. Porque creo que la gente tiene cada vez más conciencia de la donación de órganos. Y, como suele decirse ahora, estamos transitando un cambio cultural. Creo que se dejó de dramatizar tanto la cuestión, que la gente al momento de perder un familiar o ser querido sabe que la donación es una alternativa que acompaña a la muerte.
—¿Cómo ahondar en esta toma de conciencia?
—Hay que seguir difundiendo… Como es algo que depende de un gesto altruista, humanitario, creo que la concientización es fundamental. Debe haber campañas permanentes. Considero que es importante difundir no tanto un pedido dramático de órganos, como que hay un paciente que está grave y lo necesita. Ese pedido en general siempre va acompañado de una sensación de culpa. En cambio, es importante la difusión de trasplantes realizados, de la buena calidad de vida que tienen los pacientes trasplantados. Este es el paradigma internacional. En países como España, con una altísima tasa de donantes, las campañas son fundamentales y constantes.
—Las campañas ayudan a tener meditada la decisión en momentos duros…
—Cuando una persona pierde por un hecho abrupto a un ser querido el grado de tristeza hace que, si no hay una fuerte conciencia sobre la donación de órganos, el posible donante se pierda. Es donante quien presenta muerte cerebral, lo que hace que durante unas horas el organismo siga funcionando con medidas de terapia intensiva. Esto puede extenderse a uno, dos días, pero no mucho más. Luego el deterioro aleja la posibilidad de una donación.
—¿Es más complejo en el caso de los niños y niñas?
—Es un universo de pacientes con características muy especiales. Los niños y niñas requieren donante que se adecúe en su peso y superficie corporal. Es cierto que en las enfermedades del corazón que llevan un trasplante, el corazón suele dilatarse mucho y genera un espacio propio que luego permite albergar un corazón más grande de lo que normalmente correspondería a un paciente de ese tamaño. Pero siempre cuanto más pequeño es el paciente menos cantidad de donantes hay. En pediatría, las enfermedades que sueñen llevar al fallecimiento pacientes son enfermedades que de por sí contraindican que sea donante. Por eso, en general, para ser donante un niño tiene que sufrir muerte cerebral a raíz de algún accidente y no de una enfermedad crónica.
Un detalle importante en el caso de la pediatría y de trasplantes cardíacos es que hoy hay dispositivos, como los llamados corazones artificiales, que permiten que el paciente pueda sobrevivir con asistencia durante meses. Esto amplía el tiempo en el que pueden esperar que llegue un donante adecuado.
—¿Qué sentís cuando te enterás de familias que, en momentos de dolor, deciden donar los órganos de una persona fallecida?
—Hay dos momentos muy emotivos para mí. Uno es cuando se acepta la donación del órgano. Ahí hay un gesto realmente de solidaridad comunitaria enorme. El trasplante, para encuadrarlo en términos científicos, es una actividad médica, técnica, científica. Pero si hay un milagro es ese: que una mamá o papá, al perder un hijo, acepte que los órganos sirvan para que otro pueda seguir viviendo.
Vogelfang practicó más de 60 trasplantes cardíacos infantiles hasta junio del 2019 en el Garraham.
Efemérides
Cada 30 de mayo, en la Argentina es el Día de la Donación de Órganos, una jornada en la que se nos invita a reflexionar sobre este gesto altruista que ayuda a salvar y mejorar vidas. ¿Qué pasó un 30 de mayo?
Esa fecha, en 1997, María Obaya dio a luz a su hijo Dante y fue la primera vez que una mujer trasplantada en un hospital público se convirtió en madre. "Es la prueba de que donar órganos no solo salva vidas, sino que permite generar otras nuevas", repitió numerosas veces la mujer, que falleció en el 2021.
María había sufrido durante una década de una hepatitis autoinmune y fue trasplantada del hígado en el Hospital Argerich de la Ciudad de Buenos Aires. El donante fue un joven de 19 años que había fallecido en un accidente de tránsito. La decisión de donar de su familia también permitió un trasplante de corazón, de córnea y uno bipulmonar.
Hoy en la Argentina hay 7.152 personas en lista de espera que necesitan un trasplante. Cada año hay más de 300 donantes. Pero es necesario que el número se incremente.
En esa línea, la Ley Justina marcó un gran avance, ya que cualquier persona mayor de edad es donante a menos que haga explícita la decisión contraria. De cualquier modo, expresar en vida a los seres queridos el deseo de donar ayuda a garantizar que esos órganos efectivamente puedan destinarse a trasplantes.
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