Para calibrar la importancia del patio en la cultura marroquí, se dice que cuando se construye una vivienda primero se hace un patio, y después la casa para acompañarlo. Como si la casa fuera un mero añadido a lo importante, el patio. Lo cierto es que los patios íntimos de las casas en la medina (el casco antiguo de las ciudades marroquíes) son espacios que cautivan. En un patio mínimo y oculto se pueden concebir destinos lejanos. Quien está acostumbrado a quedarse en algún patio sabe que es un espacio propicio para las conversaciones lentas y las intuiciones fulgurantes. En la ciudad de Tánger hay una proyección de este patio privado, reservado para unos pocos amigos, reflejada en un patio común; este patio compartido es lo que llaman El Zoco Chico. Se trata de una pequeña plaza rodeada de cafés que constituye una imagen ampliada de ese patio recóndito que no vemos, pero que dicta la urbanidad y la sociabilidad. La atracción que se genera alrededor de la fuente en el centro del patio define a la casa, y las casas al callejón, y las calles a la ciudad, y la ciudad a los rostros. Rafael Cansinos Asséns escribió que los patios son el corazón de las casas; y Alberto España, en La pequeña historia de Tánger, que el Zoco Chico -ese patio compartido- es el corazón de la medina. En esta tradición urbanística no hay grandes ventanas, todo va dirigido hacia el interior, y la apertura por donde ingresa la luz y transcurre el agua es el patio.
El Patio de Marruecos, con sus fuentes y mosaicos, ofrece un oasis urbano en Buenos Aires.
Ahora, en Argentina, tenemos un nuevo espacio de reciente creación que trae toda esta tradición alrededor del patio. Se trata del patio marroquí construido recientemente en Buenos Aires, en el barrio de Palermo, entre las calles Gurruchaga y Nicaragua. Cuenta con dos fuentes de agua y con caminos geométricos con palmeras. Este patio tiene infinitos detalles para descubrir como si fuera un libro que se relee con deleite. Se sabe que en los patios marroquíes se destacan el uso de mosaicos, la caligrafía, que decora y a su vez reproduce versos, los arcos en herradura, la conexión con la vegetación, los patrones geométricos de origen amazigh y las fuentes y estanques, que son símbolos de purificación. Los patios ajardinados que proporcionan frescura y privacidad son característicos de las casas beréberes y sus kasbahs (la parte alta y fortificada de la medina). Este patio marroquí que ahora hay en Buenos Aires tiene, conviviendo con sus mosaicos, escritos que evocan los siete cielos o las estrellas. Fue la culminación de un proyecto de trabajo en colaboración entre la Embajada de Marruecos y la Comuna 14 de Buenos Aires con el objetivo de fomentar el intercambio sociocultural. (Tal vez algunos mosaicos celestes y blancos sean parte del diálogo con nuestro país que recibe este patio como un símbolo de afinidad). Y los patios tienen una extensa historia de intercambios culturales. En la Alhambra, en Granada, está el Patio de la Acequia del Generalife, como una de las realizaciones más brillantes de esta tradición del patio. También en Sevilla, en la Catedral, se encuentra el Patio de los Naranjos que fue construido por los almohades, dinastía marroquí que dominó parte de la península ibérica durante el siglo XII y XIII. Con el mismo nombre que el patio que perdura en la Catedral de Sevilla -construida donde antes estaba la antigua mezquita aljama- tenemos un patio en Santa Fe que prolonga, de manera silenciosa, esta ancha tradición de los patios.
Embajador de Marruecos en Argentina, Fares Yassir.
Los patios de los naranjos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (FCJS) de la manzana histórica -manzana que se completa con el Rectorado- tienen un influjo de la tradición musulmana. El tiempo, en este lugar de la facultad, adquiere otro espesor, se trata del tiempo generoso de Las Mil y Una Noches y de la amistad. Estos patios laterales (el central es conocido como Patio de la Reforma y responde a otra organización) poseen elementos de esa tradición marroquí: una acequia rematada en dos fuentes circulares en sus extremos con un diseño simétrico y rodeado de naranjos. Adriana Collado y Mariana Martina Acosta los describen en detalle: “Más recoletos, los patios laterales, llamados Patios de los Naranjos, contienen claras alusiones a los Jardines del Generalife y al Patio de Comares de la Alhambra de Granada. Principalmente a raíz de la presencia del agua, contenida en una acequia longitudinal, bordeada por lajas de mármol de Carrara y rematada en ambos extremos con una fuente circular. En el proyecto original estas fuentes estaban revestidas con azulejos policromados, pero eso no fue realizado. Además del agua, los naranjos que bordean las acequias también constituyen la ineludible memoria de la presencia árabe en España”. (La arquitectura de la Manzana Histórica. Ideas y realización. Ediciones UNL). Se sabe que fueron los árabes quienes intensificaron el cultivo de los naranjos en España y en Europa. EL cultivo del naranjo amargo (tal vez traído desde Libia o India) que utilizaban como ornamentos en patios de las mezquitas y que fue posible gracias a las técnicas agrícolas que habían desarrollado también viajó hasta el interior de estos patios. Se consideraba que estos árboles embellecían la ciudad y aportaban un perfume. Este cultivo de los naranjos dejó su huella en la lengua. La palabra azahar -flor del naranjo, del limonero y del cidro- proviene del árabe zahr, que significa flor. También la palabra azar viene de esta palabra árabe. Este deslizamiento de significación se explica porque era una flor el dibujo ganador sobre un lado del hueso en una especie de juego con una taba. El recorrido del agua junto a los árboles y los bancos en estos patios son elementos propicios para sentir estos ecos y afinidades.
El Patio de Marruecos es un reflejo de la tradición marroquí en pleno Palermo.
La luna te volverá a encontrar en el patio. Un día seremos nosotros los que faltemos a esa cita, como sugirió un poeta persa. En los patios suceden cosas definitorias.
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