Pasión por enseñar: la importancia de docentes comprometidas con la educación
Conocemos las historias de Lidia, Marita, Anabella y Jimena para honrar la labor de las educadoras en su día.
Jimena Sánchez, Lidia Tabella, Marita Valdez y Anabella Sosa se dedican a la formación y el crecimiento de las futuras generaciones. Crédito: Luis Cetraro.
En conmemoración del Día del Maestro, contamos las historias de cuatro educadoras que, a lo largo de sus carreras, recorrieron diversos caminos. Estas mujeres, de diferentes edades y desempeñándose en contextos muy diversos, enfrentaron desafíos y superaron obstáculos con dedicación y profesionalismo.
A través de sus experiencias y logros, exploramos cómo contribuyeron al desarrollo de sus estudiantes y al avance de la educación en sus respectivos entornos. Este relato pone en relieve su compromiso y el impacto positivo de su labor, destacando el valor de su trabajo en la formación y el crecimiento de las futuras generaciones.
Lidia Tabella
Lidia Tabella tiene 72 años, es madre de cinco hijos y abuela de ocho nietos. Trabajó como docente y directora de escuelas ubicadas en los barrios más carenciados de Santa Fe. Hoy en día se desempeña como apoderada legal del complejo escolar Cristo Obrero en barrio Villa del Parque. Su trayectoria es símbolo de vocación y amor por la docencia.
Lidia Tabella y sus alumnos. Crédito: Gentileza.
Su carrera como docente comenzó a los 18 años en la escuela Nº 27 José Gálvez de Cabaña Leiva. Una vez que fue madre, se dedicó a tiempo completo a sus hijos. Sin embargo, a sus 35 años se vio impulsada a volver a la escuela debido al siniestro que sufrió uno de sus hijos: “El accidente me trató re mal. Entonces mi hermana dijo vos tenés que empezar a trabajar, para sacarme de esa situación”, rememoró Lidia. De esta manera, Tabella retomó la enseñanza en la escuela primaria San Luis Gonzaga.
Allí, bien al noreste de la ciudad de Santa Fe, Tabella se desempeñó hasta su jubilación en el año 2014. Llegó a ocupar el cargo de vicedirectora primero, y finalmente, en el año 1997, asumió como directora de la institución. En la actualidad, hace seis años se desempeña como representante legal de la escuela secundaria arzobispal Cristo Obrero y fue recientemente nombrada para ocupar el mismo cargo en los niveles de jardín y primario.
Marita Valdez
"Siempre me gustó ser maestra. Desde chiquita quise serlo", relató a Nosotros María Mercedes Valdez, conocida simplemente como "Marita", quien dedica sus días a la enseñanza en el nivel primario del Colegio Antonia María Verna con una pasión que mantiene desde sus primeros días como reemplazante. Su carrera no comenzó de inmediato tras recibir su título; primero se dedicó a formar una familia y, al escolarizarse su segundo hijo, decidió retomar su vocación.
Marita Valdez, junto a sus colegas. Crédito: Gentileza.
A lo largo de su carrera, observó cambios significativos en sus estudiantes. "Los chicos de ahora están mucho por la tecnología, hay que buscar nuevas cosas para enseñarles desde otro punto de vista," explicó Valdez. Aunque el factor tecnológico ofrece grandes ventajas, en su caso aseguró que sigue promoviendo el uso de libros y materiales tradicionales para mantener un equilibrio en el aprendizaje.
En este sentido, Valdez hizo referencia a los desafíos que trajo la pandemia, destacando el esfuerzo requerido para crear contenido educativo en formato digital. En un momento de incertidumbre generalizada, la educación debía seguir adelante, lo que planteó un gran desafío para los docentes.,"Fue difícil porque había que planificar la clase, armar lo que ibas a decir, grabar y después editar el vídeo", relató.
A pesar de las dificultades, la motivación de Valdez sigue siendo sus alumnos. "Amo lo que hago y me encanta estar en el día a día con ellos", afirmó. Este amor y dedicación se reflejan en su trabajo y en el impacto positivo que busca tener en la vida de sus estudiantes.“Trato de involucrarme más en lo emocional; en el día a día, una se da cuenta cuando los chicos tienen problemas o están pasando por alguna situación complicada, y una trata de contenerlos”, detalló.
Anabella Sosa
Anabella Sosa, licenciada en Educación Especial, trabaja como docente de apoyo a la inclusión en la vecina ciudad de Santo Tomé. Consultada sobre su experiencia y perspectiva, relató cómo una carrera que comenzó por influencia familiar evolucionó con el tiempo. “Mi hermana mayor estaba estudiando esta misma carrera y la pasión que ella ponía me generó muchas expectativas”, confesó.
Anabella Sosa. Crédito: Gentileza.
A partir de esta decisión, Sosa comenzó sus estudios en el Instituto Sara Faisal y se graduó en 2007. Sin embargo, un año después, al iniciar su carrera profesional, se encontró con sus primeros desafíos al intentar conseguir reemplazos en un sistema muy diferente al actual. En este punto, recordó con especial detalle su experiencia en una ciudad ubicada a unos 100 kilómetros de Santa Fe. “Al no haber tantas escuelas especiales y con mi deseo de trabajar, en 2015 acepté un reemplazo en Gálvez”, señaló la docente.
El viaje fue una prueba de su dedicación y pasión. “Tomaba un remis que era pagado por la escuela e iba hasta localidades cercanas, López y Pueblo Irigoyen. la docente integradora que era en ese momento el título - hoy actualmente es docente de apoyo a la inclusión-, iba solamente una vez al mes. Fue una experiencia muy cansadora, pero muy gratificante para mi carrera”.
Jimena Sánchez
Por otra parte, Jimena Sánchez es docente de nivel primario en la escuela pública Combate del Quebracho, ubicada en el norte de la ciudad. Eligió la docencia de grande, luego de probar con otras carreras y no sentirse realizada. “Me di cuenta que me interesaba bastante el área pedagógica, la educación, todo lo que tenga que ver con los procesos de enseñanza, de aprendizaje”, explicó a Nosotros.
Jimena Sánchez. Crédito: Gentileza.
La maestra asegura que el desafío más importante al cual se tuvo que enfrentar fue “con respecto a las problemáticas que que atraviesan los chicos. Desde situaciones de violencia, económicas, familiares, sociales. Tuve que aprender y sigo aprendiendo a cumplir un papel más allá del rol docente. De contención, de acompañamiento, y ser muy responsable frente a esos casos”, desarrolló.
Jimena Sánchez explicó que encuentra la motivación para ejercer la docencia al encontrar la educación como un instrumento para la transformación social: “Creo en un mundo más justo, donde las niñeces no estén vulneradas, donde puedan disfrutar con todos sus derechos, que puedan comer todos los días, que de esa manera puedan aprender ,que puedan participar, que sean escuchadas”.
Trabajo en barrios marginados
Tanto Lidia Tabella como Jimena Sánchez trabajan en escuelas ubicadas en barrios con extremas necesidades: “Ahí el desafío es mayor porque al ser lugares de mucha vulnerabilidad social y económica, los chicos muchas veces llegan con carencias orgánicas, ya desde la panza de la mamá. Esto después ocasiona dificultades de aprendizaje, que hace que por ahí les lleve más tiempo acceder a los conocimientos”, relató Tabella.
Lidia Tabella. Crédito: Luis Cetraro.
Jimena Sánchez coincidió con este planteo, y agregó que en estos ámbitos, la tarea del docente implica un rol de acompañamiento y contención “para los niños que están atravesando diferentes situaciones problemáticas que tienen que ver con la economía, en la familia, la falta de alimentación, de acceso a los servicios básicos”.
“Esto afecta un montón al aprendizaje, no se puede aprender con hambre. Muchos de los chicos van a la escuela esperando su merienda, su desayuno, o van a la escuela porque es el lugar de contención, es el lugar donde se sienten acompañados”, relató Sánchez. De esta forma, la maestra aseguró que el rol de la educación es fundamental a la hora de achicar la desigualdad. “Los docentes, en esa construcción de saberes, enseñamos también a pensar, promovemos una reflexión crítica, enseñamos a tomar la palabra y promovemos la reflexión y la acción sobre sobre toda la realidad que nos rodea”, reflexionó.
Jimena Sánchez. Crédito: Luis Cetraro.
Lidia Tabella coincidió con Sánchez, pero remarcó que, muchas veces, las políticas no ayudan: “Si un chico no repite en toda la escuela primaria y sale sin las herramientas mínimas para la vida, no estamos incluyendo. Estamos haciendo un simulacro de inclusión”, reflexionó. “Entonces la educación es muy importante, pero la educación llevada a cabo de manera que corresponde y contextualizada”, concluyó Lidia.
Enseñar en casa
Consultada sobre las dificultades de su profesión, Marita Valdez consideró que uno de los mayores desafíos que enfrentó fue trabajar como docente domiciliaria durante unos meses. “En este momento, la niña tendría que haber ido a sexto grado y, como no podía por una cuestión de salud, ya que tenía distrofia muscular congénita, iba a darle clase a la tarde en su casa”, recordó Valdez.
Marita Valdez. Crédito: Luis Cetraro.
Este rol requirió una gran adaptación, ya que tuvo que enfrentar obstáculos significativos mientras brindaba apoyo tanto a la menor como a su familia en un contexto muy distinto al de las aulas tradicionales. Valdez aseguró que esta experiencia dejó una marca indeleble en ella. “La experiencia fue muy buena. Aprendí mucho de ‘Aby’, me enseñó que había cosas más importantes que lo material”, recordó con cariño.
“A veces llegaba y ella no tenía fuerzas ni energía por la misma enfermedad; hacíamos dibujos o pintábamos para que se distrajera”. Esta experiencia le enseñó a ver el proceso de aprendizaje desde una perspectiva más profunda y significativa. Aunque lamentablemente la niña falleció el 13 de agosto de 2013, producto de la enfermedad, su "seño" la tiene presente. “Yo siempre lo digo, Aby es mi ángel, un ángel que me acompaña siempre”, manifestó emocionada.
Diversidad como oportunidad
Con respecto a su área, Anabella declaró que “la educación especial contribuye a que los alumnos en el proyecto de inclusión accedan al conocimiento de maneras diversificadas, lo que permite un desarrollo pleno, especialmente para aquellos con discapacidad”.
Anabella Sosa. Crédito: Luis Cetraro.
Además, enfatizó en que dentro de este ámbito “se trabaja de una manera colaborativa con las escuelas en pos de crear una cultura inclusiva, no solamente para que los alumnos tengan un derecho a la educación sino también para que se puedan diversificar las ofertas educativas, se generen espacios de participación, escuchando la familia, acompañando y que se considere la diversidad no como un problema, sino como una oportunidad para enriquecer el aprendizaje”.
Compromiso con la educación
Tanto Lidia como Jimena aconsejaron a las nuevas docentes estudiar y formarse mucho “porque así es la educación, está en constante evolución”, aseguró Sánchez. Tabella recomendó tener en claro que “el aula homogénea no existe, que piense que va a tener 20 alumnos diferentes y que los tiene que conocer, tiene que empatizar, porque si no, no se da el vínculo pedagógico. Pensar que conociéndolo va a lograr que esos chicos aprendan, o por lo menos lleguen a su máximo potencial. Uno nunca sabe hasta dónde puede llegar un chico”, explicó.
Estas mujeres enfrentaron desafíos y superaron obstáculos con dedicación y profesionalismo. Crédito: Luis Cetraro.
En el mismo sentido, Sosa afirmó que “es fundamental que un docente de educación especial esté comprometido”, “a partir del cambio de paradigma hacia un modelo social de educación especial, se ha comenzado a hablar de una perspectiva integradora inclusiva. Esto se basa en la igualdad de oportunidades y en adaptar los contextos para que la persona pueda desarrollarse plenamente”.
Finalmente, Valdez subrayó la importancia de la dedicación en la docencia. “Si no estás comprometido con lo que haces, no podés enseñar; eso es lo más importante.” Para ella, el compromiso es esencial no solo para enseñar, sino también para inspirar a los jóvenes y contribuir al desarrollo de la sociedad.
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