¿Qué significa ser padre? Es una pregunta que se asoma en cada palabra a lo largo de ésta conversación. Mario Martínez tiene dos chicos adoptados. Tobías, de 20 años- estudia el profesorado en Educación Física- y Matías, de 18, quiere ser abogado.
La historia de Mario, un papá que cambió dos vidas para siempre.
¿Qué significa ser padre? Es una pregunta que se asoma en cada palabra a lo largo de ésta conversación. Mario Martínez tiene dos chicos adoptados. Tobías, de 20 años- estudia el profesorado en Educación Física- y Matías, de 18, quiere ser abogado.
Ambos reconocen en Mario a una persona generosa que les brinda seguridad y un soporte. En el día del padre, recorren juntos el camino que los llevó a formar una familia.
Mario trabaja hace casi 30 años en una empresa que brinda servicios de comunicación, pero también es mago, ilusionista, profesor de salsa, bachata, y merengue. Un artista multifacético. Está casado con Margarita Seghewso, docente apasionada y de vocación. Se conocieron brindando servicios a los más necesitados en Cáritas.
Siempre soñaron con la idea de ser padres. En sus años de noviazgo, solían sentarse por las tardes en un banco a pensar cómo sería su vida después de casados. Imaginaron todas las posibilidades. El objetivo siempre fue formar una familia, no importaba cómo.
“Si uno va a la palabra matrimonio, viene de latín “matris” “monium”, oficio de madre. Uno quiere paternizar. Está en el derecho de los niños a tener una familia. Para nosotros tener hijos es un don, una gracia. Es algo que nos vino y así lo tomamos, como un regalo. Hemos tratado y seguimos tratando de hacer lo mejor posible en ese proceso de ser padres”, dijo Mario a Nosotros.
La idea de optar por la adopción siempre estuvo sobre la mesa. “Siempre habíamos coincidido con la idea de que queríamos tener dos hijos naturales y dos adoptados, porque conocíamos gente que había adoptado. Era la idea, pero también tener los propios. Jamás se nos pasó por la cabeza no poder tenerlos” naturalmente.
Una vez casados, comenzaron el proceso de formar su familia. Al comienzo no fue fácil. Tras años de intentos, nunca pudieron concebir niños biológicamente. Ante estas puertas cerradas, realizaron una serie de estudios de fertilidad que no llevaron a ninguna solución.
Mario recordó que “hubo mucho sufrimiento en todo el camino, hasta que dijimos basta de análisis y de estudios, porque después de tantas búsquedas, a las causas nunca las encontraron. Tampoco quisimos entrar en la cuestión de la inseminación artificial. Esa reducción embrionaria éticamente no nos pareció correcta”.
Con la concepción natural y la inseminación artificial descartadas, la pareja decidió seguir con el plan que habían pensado hace tiempo. Así, buscaron la posibilidad de darle una familia a un chico que lo necesitara, esperando que él también los ayude con su sueño de ser padres. Entonces llegó Tobías.
“Nos casamos el 14 de enero del ‘95 y él nació el 14 de enero del 2004. El mismo día que nos casamos. Esas coincidencias que por ahí solo Dios logra. Todo encaja y todo se va dando de una manera, uno no sabe cómo es, en el momento no entiende nada. Después con el tiempo vas encontrando los por qué de la vida”, afirmó.
A Tobías, su primer hijo, lo conocieron desde que era bebé. Llegó a la familia en el año 2004, luego de un largo camino de intentos para conseguir adoptar. “En el año 2000, 2002 abrieron listas de adopción, que tampoco se movían. Empezamos a buscar un montón de posibilidades, de hablar en los hospitales. A ver si había alguna madre que, en lugar de abortar, quisiera tenerlo y darlo. Que nos avisaran. Sabíamos que a través del Tribunal de Familia uno podía e iniciar la guarda preadoptiva”, contó.
Entonces, luego de no obtener respuestas por mucho tiempo, la luz apareció a través de la progenitora de Tobías a quien conocieron “con seis meses de embarazo y con la idea de que no podía seguir adelante con esa gestación”.
Así, iniciaron los trámites en el Tribunal de Familia. El 30 de mayo de 2006, dos años y medio después del nacimiento de su hijo, Mario pudo anotarlo con su apellido. Esa fecha quedó plasmada en los papeles, pero Tobías es suyo desde que lo vio por primera vez.
“Lo conocí cuando era recién nacido, era un bebito chiquito. Es una vida que se confía a uno, su fragilidad, sus necesidades. Le dimos su primera mamadera. Cambiarlo, jugar con él, es un sentimiento hermoso, es muy lindo. No sé cómo transmitirlo, es muy difícil”, manifestó.
Para Tobías, Mario es su apoyo, su sostén. La persona que le da resguardo y transmite seguridad. “Lo veo como si fuese un árbol, un roble. Un árbol grande que te protege. Que está al lado tuyo. No te deja por más problemas que tengas. El tronco, si bien puede llegar a estar dañado sigue fuerte, sigue dando mucha seguridad”, expresó el jeven.
Tobías reconoce orgulloso a su familia. Es el hogar del que forma parte, y lo agradece desde su corazón. “por más que yo me encuentre con alguien de mi sangre, padre y madre van a ser ellos. Son mi familia. Me siento agradecido que me haya compartido, me haya formado, que me haya regalado muchas cosas, y que no me haya dejado de lado, me haya aceptado. No tengo palabras para describir el agradecimiento que siento de que me hayan abierto las puertas”, dijo.
Ocho años después, llegó Matías. El proceso fue mucho más difícil, porque los requisitos para la adopción eran distintos.
“Nos habían hecho hacer cursos y capacitaciones. Uno tenía que simular ser padre, decir qué haría, qué diría. Cosas un poquito rebuscadas, hay todo un maltrato con las parejas infértiles que quieren adoptar”, consideró.
Pero ellos no se rindieron, y persistieron. “Mi señora quiso renovar una vez más. Entonces renovamos y ahí apareció Matías. Así que con toda la ilusión todos nos fuimos a San Lorenzo, porque él venía de aquellos lados, y hablamos con el juez”, rememoró.
Matías llegó a la familia con una historia complicada y tumultuosa. Concebido por una trabajadora sexual, durante su primera infancia sufrió todo tipo de abusos y maltratos. Así, tuvo paso por un hogar y varias familias con las que no pudo establecer un buen vínculo. “Mi mamá era prostituta y vendía drogas. Ahí me llevaron al hogar. Pasé por muchas familias y llegué a esta, gracias a Dios, a los nueve años”, cntó Matías y Mario agregó: “Yo dije ‘no lo voy a llevar cuando me sienta bien y después cuando me sienta mal te lo devuelvo’. Yo establezco un vínculo y es para siempre, así que bueno, eso hicimos”.
Cuando llegó, Matías debió afrontar la difícil tarea de formar parte de una familia. Hoy valora y aprecia la educación que recibió de sus padres. “Era muy salvaje. Tuve que aprender muchas cosas, a comer bien, a hablar con las personas, porque tuve que conocer mucha gente. Me resultaba difícil aprender muchas cosas que nunca me enseñaron, pero me formé”.
“Cuando llegó a casa le habían hecho repetir el tercer grado porque decían que tenía una inmadurez emocional. Mi señora le enseñó y al mes ya sabía multiplicar y dividir por dos cifras. Así que presentó todo lo que sabía el chico y bueno, lo evaluaron. Matías entró a la escuela en tercer grado y al mes ya estaba en cuarto”, contó Mario orgulloso.
Pero también debieron instruirlo en las situaciones más cotidianas. “Por ahí mi señora estaba lavando los platos y le decía ‘Tomá guarda estas cosas en el cajón’ y él preguntaba ‘¿Qué es un cajón?’”, recordó.
A Matías esta familia le ha dejado mucho: “De chico era recontra pobre. Pedía en las calles. Y la verdad es que si no estudio ni trabajo, el sacrificio que hicieron para educarnos sería en vano. Él es excelente como padre. De todos los padres que tuve la verdad que él fue el mejor”.
Nunca estuvo en las intenciones de Mario esconder los orígenes de sus hijos. “Siempre supieron, desde el primer momento. Desde que Tobías tiene razón, sabe que es adoptado. No se les puede robar la identidad”, aseguró.
Para Mario, la transparencia es esencial en la crianza. Afirma que sus dos hijos son concebidos desde el corazón por eso “que sepan bien quién son y también que se sepan orgullosos de ser adoptados. Porque no es algo malo, al contrario. Hay un montón de hijos que han venido al mundo sin querer. Los chicos adoptados no son sin querer, uno quiere realmente adoptar. Así que es un hijo deseado, concebido en el corazón, no nueve meses, en el caso nuestro 9 años”.
Tobías coincide con ésta idea de su papá. “Pensando un poco mejor la palabra padre, no representa a cualquiera. Padre es alguien que te forma, que busca el modo de darte una educación de base. Conozco chicos que el padre no tuvo presente nunca”.
“Para nosotros los hijos son siempre hijos. La gente es más la que trata de buscar diferencias o de contrastar. Por ahí te dicen “Ah vos sos el papá de él… Pero es adoptado”, como diciendo “Ojo no te vas a creer que es hijo natural”” y evaluó que “como padre hay veces que te cansa, que te enojas, que los retas. Uno en la vida aprende a ser padre, así como vos vas aprendiendo a ser hijo. No es que uno estudia y se prepara. No hay manual. Es todo a prueba y error con la mejor intención”.
En cuanto a su relación como hermanos, Matías y Tobías, entre risas, definen su vínculo como “quilombero”.
- Mario: más que nada con la colaboración de ellos en la casa. Por ahí uno pone la mesa y el otro lava los platos.
- Matías: porque sino nos peleamos.
- Tobías: nadie quiere hacer nada.
Sin embargo, ambos admiten que se llevan muy bien.
Según Mario “están muy pendientes uno del otro. Sé que les importa porque en los momentos en los que han pasado cosas que han afectado a uno, el otro el otro lo sale a defender. Si a alguno le ha pasado algo el otro sale a socorrerlo enseguida. Y eso pasa con los hermanos”.
Sobre las cosas que disfrutan hacer juntos, Tobías contó que “a la noche jugamos juegos de mesa. Al ludo, el sinoca. En los juegos de más estrategia, como la batalla naval, gana siempre papá” y Mario agregó “somos una familia de personajes. Por ahí vamos a comer y mientras pedimos la comida, sacamos las cartas y los cuatro decimos ‘¿vamos a jugar una loba?’”.
La adopción como una opción recomendable
Si algo ayuda a entender la historia de ésta familia, es que el camino no es fácil, pero obtiene sus frutos.
En la última parte de la entrevista, Tobías llamó a que “los padres actuales no tengan miedo adoptar. El niño siempre va a ser revoltoso primero, porque no tuvo formaciones de chico. Siempre estuvo libre y esa libertad está siendo restringida por una familia. No hay que forzarlo a que entre su propio mundo, de su familia ideal”.
Por su parte, Mario sostuvo que “la experiencia en general es muy buena, es muy aconsejable. Le diría a los posibles padres que están casados y están con problemas en su fertilidad, que piensen en la posibilidad de darle una familia a aquellos recién nacidos y también a los que están un poquito más grandes. Que sepan que no es fácil, pero que tampoco es imposible”.
En el día del padre reconocemos a Mario, quien a pesar de las adversidades nunca renunció al sueño que tuvo desde joven. Con su ejemplo, enseña que paternar es mucho más que traer a la vida a un ser humano. Porque a sus hijos, él los concibió con el corazón.