El Ave del Paraíso, conocida también por su nombre científico de Strelizia reginae es una planta de origen tropical que se destaca por la exótica belleza que ofrece en la floración, de colores vivos y con la apariencia de un pájaro, la que se hizo popular también por no se trata de una especie delicada y que por ello no resulta difícil de cuidar bien.
La flor está formada por seis tépalos distribuidos en dos grupos, los tres externos iguales y libres de color naranja; los tres internos, de color azul brillante, desiguales. El fruto es una cápsula coriácea y las semillas tienen arilos naranjas y cuerpo aceitoso. Es hermafrodita y suele ser polinizada por aves, las cuales al posarse sobre el tépalo en forma de flecha para recoger el néctar mueven las anteras que dejan caer el polen sobre las patas o el pecho.
Cómo cuidar bien el Ave del Paraíso
Al tratarse de una planta tropical, la Strelitzia requiere de una buena iluminación para desarrollarse de forma adecuada, por lo que no hay que plantarla en zonas con largas exposiciones de sombra o donde el sol no llegue.
También debido a su entorno natural, es una planta que no tolera las heladas ni los inviernos duros. Su temperatura ideal para estar fuerte y sana es de entre 12 y 25 grados Celsius. Por ello, quienes viven en zonas donde el invierno tiene registros térmicos inferiores a los cinco grados, lo mejor es mantenerlas a resguardo de la intemperie, bajo techo.
Respecto al riego, la planta necesita de una cantidad leve pero constante de humedad, sin llegar nunca a encharcarse, pero sin dejar tampoco que su sustrato se seque por completo. Lo recomendado es mantener un riego cada 24 o 48 horas en verano, y cada 72 horas en invierno.
También se aconseja usar fertilizantes justo antes de la época de floración de la planta, cuyo proceso comienza en otoño, y aplicarlo cada 15 días. Por un lado, un abono rico en nitrógeno y potasio será especialmente beneficioso y, por otro lado, un aporte de magnesio ayudará a que sus hojas se mantengan de un verde intenso y brillante.
El Ave del Paraíso precisa de un trasplante anual que debe realizarse al inicio de la primavera, hasta que cumple una edad de cinco años. Será suficiente con preparar una maceta algo más grande que la anterior, hasta llegar a un recipiente definitivo de unos 30 centímetros de diámetro. En cada trasplante hay que ser delicado en el tratamiento de las raíces y en cada cambio utilizar un sustrato de tierra, estiércol y algo de arena para mejorar el drenaje.
Se puede reproducir el Ave del Paraíso por el tradicional método de cultivar las semillas, pero es un proceso lento que demandará otros cinco años hasta que produzca su primera floración. Por ello, lo más utilizado es la división de matas.
La mejor época es en los inicios de la primavera. Como en el trasplante, es importante preparar una maceta con un sustrato rico en materia orgánica, mezclado con compost o abono orgánico y algo de arena que aporte un mejor drenaje. El recipiente debe tener agujeros de drenaje y mantenerse unos centímetros por encima del nivel del suelo para no estar en contacto con la humedad sobrante.
Sobre plagas y enfermedades, se tiene que evitar condiciones excesivas de humedad en el sustrato, que pueden activar hongos como Phythopthora (de tipo vascular). A su vez, en primavera y verano es cuando más actúan insectos chupadores como el pulgón, los ácaros y la cochinilla. Los ácaros, por ejemplo, detectan la humedad, así que pulverizaciones cada poco tiempo con agua y jabón conseguirán eliminarlos. Tanto el jabón potásico como el extracto de ortigas son aplicaciones foliares opcionales para tratar, de forma ecológica, estos insectos.