The Conversation*
Cómo se desarrolla la habilidad lectora desde temprana edad, integrando el lenguaje y la percepción visual. Este artículo detalla las etapas clave del proceso lector, su base neurológica y las herramientas para detectar dificultades de lectura, proporcionando una guía esencial para padres y educadores.
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La lectura se determina biológicamente, como el habla. Es el resultado de un complejo proceso de aprendizaje. Los primeros signos del lenguaje podrían haber aparecido con el Homo Erectus hace alrededor 1,9 millones de años. En cambio, los primeros escritos datan de alrededor los 4 000 años antes de Jesucristo.
El cerebro ha tenido casi dos millones de años para desarrollar la red neural especializada en la producción y la comprensión del lenguaje, pero solo unos pocos miles para el desarrollo de la red neural de la lectura. Por ello, la lectura depende de la puesta en marcha en paralelo de distintas redes neurales implicadas en diferentes funciones cognitivas. Veamos como se lleva a cabo.
Dos de las funciones cognitivas que confluyen en la lectura son especialmente importantes. Se trata del lenguaje y el sistema visual relacionado con la percepción de las formas. Respecto al lenguaje, al nacer nuestro cerebro ya está preparado para procesar cualquier sonido relacionado con el habla humana. Y a los pocos meses de vida, se especializa en aquellos sonidos que le son más habituales. Entonces comienza un proceso de aprendizaje muy complejo.
A los 5-6 años este proceso culmina con una representación detallada de cómo suena el lenguaje (fonología), un amplio vocabulario, un dominio de las principales estructuras gramaticales y la forma en que éstas transmiten el significado.
Paralelamente se desarrolla el sistema visual especializado en la percepción de formas complejas, como lo son las letras en sus diferentes formatos. Ello lleva a que el período entre los 5-6 años sea un período especialmente sensible para el aprendizaje de la lectura. Es el momento clave para la detección precoz de las dificultades lectoras.
La lectura es un proceso por el cual a determinados signos se les atribuye un sonido y una etiqueta (es decir, su nombre: letra “be”, signo “b”, sonido /b/). Combinados entre ellos, expresan un significado. La identificación de estos signos se puede realizar de forma aislada, uno a uno (ej: /l/, /a/) o en combinación entre ellos (ej: /la/).
El inicio del aprendizaje lector suele comenzar a los 3 años en educación infantil. Se enseña a identificar las letras individualmente, por el sonido y por la etiqueta. Progresivamente, el proceso se automatiza. Así, la identificación se hace comparando las grafías con la representación de éstas en la memoria. Al finalizar la educación infantil, muchos niños ya tienen una buena mecánica lectora. Son capaces de leer palabras sueltas o incluso frases cortas, con una buena comprensión de lo que leen.
Inicialmente, cada letra que se lee representa un solo sonido. Deben coincidir la forma de la letra escrita con la forma aprendida, que inicialmente es solo una, por ejemplo, en mayúscula. Progresivamente, el proceso de identificación se amplia para diferentes tipologías de letra.
La práctica permite que progresivamente la lectura sea más fluida y precisa. El alumno consigue identificar palabras como un todo; es decir, la palabra ‘hola’ entera, de un vistazo, sin tener que descifrarla letra a letra: /h/-/o/-/l/-/a/).
Cuando esto sucede, el cerebro libera recursos de atención, de memoria y de percepción. Y entonces estos recursos se dirigen a la comprensión lectora, a interpretar y dotar de significado lo que se lee.
Todo el vocabulario que va incorporando el niño a lo largo del desarrollo del lenguaje, y cómo éste se utiliza, es la base de la comprensión lectora. Así, mientras se leen palabras, frases y textos, esta información se enlaza con la información ya guardada en las áreas de la comprensión del lenguaje (oral) para dotar de significado lo leído.
El hecho que el aprendizaje lector sea un proceso tan complejo nos lleva a pensar en alguna manera de evaluar si se lleva a cabo con normalidad o hay alguna dificultad. Es un hecho muy importante, ya que, si bien el proceso se inicia con el aprender a leer, culmina con leer para aprender.
En este sentido, la detección precoz es clave en la identificación de la presencia de dificultades en este proceso. Actualmente, hay herramientas suficientemente sensibles para detectarlas en las aulas de educación infantil y de educación primaria.
Por ejemplo, las aplicaciones Grapho-Game, Dytective o Neurekalab. Estas aplicaciones, validadas científicamente, miden la conciencia fonológica, la mecánica lectora y la comprensión, así como la memoria verbal. Clasifican a los alumnos en función de la velocidad y la precisión lectora, del grado de comprensión de lo que leen, de la capacidad para reconocer y manipular fonemas, y de la capacidad de su memoria verbal. Si se detecta que el proceso de aprendizaje es más lento de lo esperado, se podrán tomar las primeras medidas para facilitar el aprendizaje lector.
*Sergi Grau Carrión, Profesor e investigador de Tecnologías Digitales, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya and Josep M Serra Grabulosa, Profesor Titular de Universidad, área Psicobiología, Universitat de Barcelona
Este artículo fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica bajo el programa Periodismo Humano.
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