Por Santiago De Luca
Por Santiago De Luca
Se sabe, que los confabulatores nocturni eran aquellas personas que en Oriente tenían como única profesión contar historias por las noches. Con el tiempo, atrapadas por el título que funcionó como imán, terminarían formando Las mil y una noches. Algunos escritores han querido pertenecer a este linaje. Bioy Casares, en el prólogo a Historias Fantástica, sostiene que todos los escritores pertenecen a esta familia de confabulatores nocturni que en una época en El Cairo “entraban en los bares y les contaban a los parroquianos, a cambio de unas monedas, las historias de las mil y una noches”. (Hoy la biblioteca del Instituto Cervantes de El Cairo lleva el nombre de Bioy) Sin embargo, actualmente, y desde siempre, estos narradores orales, contadores de historias, se encuentran en las plazas de Marruecos donde se forma una halka -corro que rodea al halaiquí o sheij el-Kalam- como círculo protector de las magias verbales que se despliegan en su interior. Uno de los lugares más célebres donde se cumple este rito es en la plaza de Marraquech, Jemaá el-Fná. Entre los objetos más dispares, junto a serpientes y a rostros profundos, circulan estas historias. El narrador gesticula acompañando las peripecias de sus invenciones. O las de otros que repite añadiendo su personalidad. Estos son unas de los tantos deleites que se pueden encontrar en estas plazas de Marruecos, lugares que contienen mundos dentro de otros mundos. Allí, se encuentran tesoros de la cultura magrebí y con los relatos de los confabulatores nocturni una puede acceder cada noche al nacimiento de la literatura.
El Zoco Grande, en Tánger, según cuenta algunos cronistas, fue una hermana de la plaza Yemaá el-Fná. Luego, los cambios urbanísticos la modificaron. Pero todavía hoy el Zoco Grande sigue conservando su magnetismo. Roberto Arlt en 1935, pudo visitarlo y en su aguafuerte El narrador de cuentos describe el encuentro con una halqa y su narrador oral. Escribe Arlt, impactado por el espectáculo al que asiste, en ese texto lo siguiente: “Toda la piojosería de Tánger forma círculo en cuclillas, a espaldas de unos andamios, en el Zoco Grande. Escucha al sheij-el-kalam, o sea el narrador de cuentos. (…) En medio de este círculo de piedra, está el narrador de cuentos, el sheij-el-kalam, descalzo, con los pies hinchados. Por tumores lívidos, una chilaba negra caída sobre los hombros, rostro mongólico fino color tabaco, con un musgo de barba blanca en el mentón y vivaces ojos oblicuos. En una mano soporta una vara y en otra un florero de cartón con fondo de cuero. Es el tam-tam. (…) El narrador, grave, se inclina hacia el suelo y comienza a narrar entre las carcajadas del auditorio anécdotas de Yeha”. Se trata de un personaje cómico que se encuentra en muchas de las tradiciones orales del mundo musulmán, de Marruecos a Mongolia, pasando por los Balcanes.
Hoy, si somos afortunados, podemos cruzarnos con el magnífico narrador oral Mohamed Mrabet, quien colaboró con Paul Bowles en la elaboración de varios libros. Él aportaba la historia y Paul Bowles la escritura, según relata el propio Mrabet, que fue pescador hasta que un día devolvió un pez al agua que estaba atrapado entre las rocas, cerca del Cabo Espartel, y desde entonces se le aparece en el interior de su cabeza para dejarle historias. Escucharlo en los cafés es presenciar cómo se construye la literatura oral, apoyándose en fórmulas verbales y empujado el ritmo de sus propias palabras y por una memoria prodigiosa.
Juan Goytisolo confesaba en sus charlas frente a la halqa de Jemaá el-Fná, sentado en el Café de France, mientras observaba sucederse a los narradores, que lo que ocurría en esa plaza, que intentó describir en una enumeración que es una suerte aleph (porque esa plaza es un universo vastísimo) en el capítulo final de su libro Makbara, -Lectura del espacio en Xemaá el-Fná-, permitía leer mejor el Arcipreste de Hita. En todo caso él necesitaba leer El libro de buen amor en el entorno único de Jemaá el-Fná. Tal vez porque allí, como en muchos lugares de Marruecos, hay un espesor no solo del espacio sino también del tiempo. Estos halaiquíes, que aquí vinculamos con los confabulatores nocturni, representan el largo recorrido de la palabra hablada desde el desierto hasta las plazas con sus halqas y que llega hasta las orillas de los dos mares que confluyen en Tánger. Sus palabras hechizan las noches porque detienen el tiempo y abren las puertas de la imaginación. Patrimonio oral de la humanidad, estas historias se desplazan en el espacio y si se agudiza el oído se pueden percibir sus ecos en diferentes lugares del mundo. Los narradores anónimos no pudieron saber que con el tiempo, desde las solitarias caravanas camelleras, llegarían a los cafés más poblados de las ciudades.
La palabra ‘medina’ en Argentina remite a un apellido bastante frecuente, en la lengua árabe significa ciudad, y en Marruecos se refiere al casco antiguo de la ciudad, con sus calles estrechas y su espacio urbano singular. En estas medinas hay centros ocultos que de alguna manera reflejan el espacio de las plazas. Son los patios de las casas. Si uno tiene la fortuna de recibir la hospitalidad marroquí y lo invitan a conocer una de estas casas, en el patio, alrededor de una fuente, seguramente con el transcurrir de las horas podrá apreciar a algunas personas que se transforman, incluso sin ser conscientes, en fabuladores. Las medinas ocultan, para protegerlos como tesoros escondidos, con un falso caos a diversos confabulatores nocturni. Se sabe que los tesoros no están allí donde se cree. Hay que seguir el hilo invisible de la palabra. Este oficio ancestral y atemporal de componer y narrar oralmente escapa a la captura de los dispositivos electrónicos y permite observar nuestro destino en palabras de otros. Cuando el sol empieza a desangrarse podemos unirnos y ser parte de la halqa. Tal vez escuchemos nuestra propia historia.
La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires recibirá el viernes a las 18:30, en la sala Tulio Halperín Donghi del Pabellón Amarillo, el colectivo intercultural Poetas Argentinos Amigos de Marruecos (PAAM) que presentará su tercera antología literaria. PAAM es producto de una iniciativa de la Embajada de Marruecos en Argentina, cuyo objetivo es sostener el arte como forma de diálogo y de fortalecimiento de las relaciones culturales entre los dos países. Diálogos entre Marruecos y Argentina. III Antología es un libro que no solo incluye cuentos, poemas y ensayos de 50 escritores argentinos, sino que invita a recorrer Marruecos sensorialmente a través de 9 pinturas de artistas marroquíes. Este recorrido hace conversar el arte visual con el arte escrito como experiencia de lectura. Los grandes y pequeños zocos; las ceremonias como la del té o la de la henna; los oficios más antiguos como el del aguatero o el escriba, y los pueblos milenarios como los hombres del desierto o las mujeres del Atlas son solo algunos de los sitios geográficos o culturales del alma de Marruecos que nos acerca este trabajo colectivo. Según el embajador Fares Yassir, esta obra es “un llamado a reforzar el conocimiento mutuo entre Marruecos y Argentina, es un testimonio de hermandad entre nuestros países, una huella que se fortalece con el arte y que permanecerá en el tiempo…”.
La presentación estará a cargo de S.E. Fares Yassir, embajador de Marruecos; Alejandro Vaccaro Chao, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores; Santiago De Luca, escritor argentino; Rachid Mamouni, corresponsal de la Agencia Marroquí de Prensa (MAP) y la Mrta. Mariela Palermo, profesional a cargo del proyecto.
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