“Noctalgia”, la nueva palabra que describe el dolor por la pérdida de estrellas en el cielo debido a la contaminación lumínica
Al tener haber oscuridad por la noche, no solo peligra nuestra posibilidad de disfrutar de la vista hacia aquello que está más allá de la Tierra, sino también de realizar observaciones científicas, mantener vivas muchas culturas y preservar los ciclos de diversos animales.
“Noctalgia”, la nueva palabra que describe el dolor por la pérdida de estrellas en el cielo debido a la contaminación lumínica.
Un equipo de investigadores reveló en una publicación en Nature que uno de los objetos más brillantes visibles desde la Tierra es un satélite de comunicaciones llamado BlueWalker 3. Aunque su brillo no es constante, su pico está a la par de dos de las estrellas más fuertes del cielo nocturno.
Pero este no es el único satélite que pone en alerta a los astrónomos ni es la primera vez que sucede. Como te contamos en esta nota, ya en 2016 un equipo de astrónomos informó que la Vía Láctea ya no era visible para un tercio de la humanidad (principalmente europeos y norteamericanos). Además, un niño nacido donde hoy se ven 250 estrellas por la noche solo podrá ver unas 100 cuando cumpla los 18 años en el mismo sitio.
Por eso, Aparna Venkatesan, cosmóloga de la Universidad de San Francisco, y John Barentine, astrónomo y comunicador científico de la empresa Dark Sky Consulting, crearon un nuevo término para describir lo que genera: “noctalgia”, que significa “dolor del cielo” y plasma la angustia colectiva que se crea a medida que seguimos perdiendo el acceso al cielo nocturno. El término se informó en un artículo dearXiv y en un escrito en la revista Science.
"Culturas de todo el mundo y a lo largo de la historia han utilizado el cielo como trampolín para la imaginación, pintando héroes, monstruos y mitos en las constelaciones”.
Una nota sobre el tema publicada en Space profundiza sobre el problema: “La abundancia de satélites está provocando que el brillo general del cielo aumente en todo el mundo. Algunos investigadores han estimado que, en promedio, nuestros cielos nocturnos más oscuros, ubicados en las regiones más remotas del mundo, son un 10 % más brillantes que hace medio siglo, y el problema no hace más que empeorar”. Por ejemplo, solo en los desiertos, zonas salvajes y océanos más remotos se puede encontrar un cielo tan oscuro como lo conocían nuestros antepasados, agrega.
Sumado a la cantidad explosiva de constelaciones satelitales en los cielos, el incremento del uso de luces LED y su uso indiscriminado en iluminación exterior, alumbrado público y publicidad durante las 24 horas del día obstaculizan nuestra visión de las estrellas. Y no solo eso, también dificultan las observaciones astronómicas del espacio profundo y, por lo tanto, el avance de nuestro conocimiento sobre el universo.
Por otro lado, más allá de los problemas científicos, la falta de oscuridad del cielo nocturno tiene impactos culturales. “Estamos perdiendo una rica tradición de conocimiento cultural humano. Culturas de todo el mundo y a lo largo de la historia han utilizado el cielo como trampolín para la imaginación, pintando héroes, monstruos y mitos en las constelaciones”, asegura Space. Finalmente, muchos animales también sufren el aumento de la luz y se han identificado especies cuyos ritmos circadianos y comportamiento se ven alterados.
Según reflexionaron los autores de la publicación en Science, “afortunadamente, la contaminación lumínica no se acumula en el ambiente; se puede detener simplemente apagando las luces, aunque eso no siempre es práctico. A menudo, los responsables de una mala iluminación no se dan cuenta de que están provocando una contaminación que daña el ambiente”. En este sentido, concluyeron: “un diseño cuidadoso, un uso apropiado de la tecnología y una regulación eficaz pueden garantizar que conservemos los beneficios de la luz artificial durante la noche y al mismo tiempo minimicemos sus efectos nocivos. Si no lo hacemos, perderemos la poca oscuridad que queda”.
Este artículo fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica bajo el programa Periodismo Humano.
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