Octubre es el mes de la concientización sobre el cáncer de mama, dedicado a resaltar la importancia de la detección temprana y el apoyo a quienes enfrentan el temido diagnóstico. Por este motivo, desde Nosotros compartimos las historias de dos mujeres resilientes que superaron la enfermedad: Mónica Dutregnit y Romina Carrara.
A través de sus relatos, ambas destacaron momentos cruciales, como los primeros signos que las llevaron a buscar ayuda, y el desgarrador instante de recibir la noticia. Asimismo, brindaron detalles sobre sus experiencias con los tratamientos, el impacto en su vida cotidiana y en sus relaciones, así como los mitos que rodean al cáncer de mama.
Mónica Dutregnit, mamá de Milagros y Nicolás, fue la primera en compartir la experiencia que le tocó enfrentar en el año 2017, cuando tenía 51 años. Su historia estuvo marcada por antecedentes familiares que le generaron un temor constante. “Mi mamá había tenido cáncer de mama y al no controlarse tan seguido se le hizo metástasis, entonces yo tenía un miedo terrible”, explicó.
Este sentimiento la llevó a hacerse chequeos anuales: “Me controlaba todos los años religiosamente”, aseguró Mónica. Sin embargo, en una de las ecografías se evidenció un nódulo que cambió su vida. “Me hicieron una punción y dio que era una lesión esclerosante compleja que el médico no quería operar”, recordó, por lo que decidió buscar una segunda opinión profesional en Rosario.
Mónica destacó la importancia de los chequeos anuales para la detección de la enfermedad. Crédito: Flavio Raina.
Romina Carrara, “Roca” para sus amigos, tiene 45 años. Es psicóloga social e hizo una maestría en salud mental en la UNER. Comparte su vida con Martín y tiene dos hijos, Florencia y Valentino. En octubre de 2022 le diagnosticaron cáncer de mama, y hace un año que finalizó el tratamiento.
Con respecto a la detección, contó que notó algo extraño en su cuerpo un mes después de hacerse los chequeos habituales: “Yo en el 2022 me había ido a hacer mi control en julio. Salió todo bien. Y en agosto me sale un abultamiento en el pectoral, que jamás lo asocié a cáncer, porque hacía un mes había ido al médico y me habían hecho los estudios, estaba todo bien”.
El “maldito” diagnóstico
La decisión de Mónica de buscar una segunda opinión fue paso fue crucial, ya que los resultados no fueron buenos. “El médico me dijo ’te dio mal la biopsia’, no me olvido más su cara. El momento fue como en las películas. Él seguía hablando y yo estaba como en trance, esa fue mi sensación, pensé ‘no me puede estar pasando esto a mí’”, relató.
En ese momento de desolación, enfrentó un torbellino emocional en total soledad, ya que decidió que ningún familiar la acompañara en ese viaje; confiaba en que “iba a estar todo bien”.
Tras recibir la noticia, confesó que “al principio traté de hacer como que, si nada pasara, todo bien… pero eso no es así”. La palabra "cáncer" evocaba un terror profundo en ella, y recuerda que “todo lo que se relaciona con el cáncer es como que ya te da miedo. Mis hijos ya habían perdido a su papá y no quería que pierdan a su mamá”. El impacto del diagnóstico fue devastador, llevándola a cuestionar su propia fortaleza.
Por su parte, Romina explicó que en su caso no experimentó una detección temprana: “El tipo de cáncer que tenía yo se llama globulares, que no son los nódulos se expanden por la mama. Entonces hacía más o menos cuatro años se estaba desarrollando. No lo había detectado el médico en su momento, no me había detectado la ecografía, la mamografía. Nada más que el signo de alerta que detecté yo”.
Romina enfrentó un largo camino de tratamientos con gran fortaleza. Crédito: Flavio Raina.
El proceso del diagnóstico también estuvo lleno de incertidumbre y miedos: “Me mandaron a hacer una ecografía, que era rara. Después a una punción por las dudas, la punción también me pareció rara. Bueno, tenes cáncer, me dijeron”, relató Roca.
“El cáncer tiene una carga social recontra mística. Mi psicólogo dice que es la única enfermedad que tiene un signo de zodiaco. Entonces cuando escuchás que la tenés es tremendo. Es un impacto que, en mi caso en particular, significó angustia, me dio miedo. Pero también me dio una desesperación por decir curame, sacame esto”, explicó Romina.
Afrontar el tratamiento
En el caso de Mónica, “el médico me decía que, si bien era un tumor malo, dentro de todos los tumores malignos era el menos agresivo, entonces tuve que hacer el tratamiento oncológico correspondiente, pero antes de eso, te hacen unos estudios para ver si por las dudas no hubo metástasis en algún lado y gracias a Dios me dio todo negativo”, indicó la entrevistada, quien manifestó que enfrentarse al diagnóstico no fue fácil.
Había un peso emocional que llevaba consigo, y en su interior se debatía entre el deseo de ser fuerte y el miedo que sentía. “Primero es como que yo no lo podía hablar, ni siquiera lo podía contar porque tenía tanto miedo”, aseguró.
El tratamiento que Mónica recibió fue principalmente a través de radiación, sin necesidad de quimioterapia. “Me hicieron 25 sesiones, que vas de lunes a viernes… es un minuto la radiación”. Aunque el procedimiento físico fue breve, el componente psicológico del tratamiento fue significativo. “El médico me aconsejó que, mientras yo hiciera el procedimiento, siguiera trabajando para tener la cabeza ocupada”.
Durante su proceso, Mónica recibió apoyo tanto de su familia como de su entorno laboral. En ese momento, era preceptora: “En mi trabajo no tuvieron ningún problema, así que todos los días iba a la clínica y luego al colegio”.
La fortaleza emocional de Mónica se vio potenciada por el apoyo incondicional de su familia. Crédito: Gentileza.
Tras las sesiones de rayos, “me controlan una vez cada seis meses y me dieron una medicación preventiva, que es como una quimioterapia oral. La que tenía que tomar todos los días por cinco años. Si bien nunca te dan el alta definitiva, siempre hay que controlarse”, comentó, reconociendo que cada control le generaba ansiedad. “Hasta que te dicen que está todo bien, no respiras”, indicó.
A su turno, Romina contó: “Yo tenía un tumor de 10 centímetros. Entonces, como era muy grande, recibí quimioterapia primero. Después me operaron, me hicieron una mastectomía. Me reconstruyeron toda la mama con tejido de mi cuerpo, músculos y grasas. Después me hicieron rayos, y ahora continuo con una medicación vía oral.”
En este sentido, explicó que “los tratamientos son diferentes según el tipo de tumor que tengas, el tamaño y el estado, si está comprometido otro lugar o no”. “Afortunadamente, si puedo celebrar algo, me tocó el menos malo de todos los malos. Dentro de todo recibí un tratamiento que es bastante estándar para cáncer de mama”, agregó. Sin embargo, relató que afectó su vida diaria.
“Me quedé pelada, me veía muy débil en la cara, las pestañas, las cejas. Tenía un monstruo creciendo dentro. Te das cuenta que te podés morir, que es una enfermedad mortal. Después, ese miedo se va reemplazando por tratamiento y te vas a encontrar en la cuenta que somos personas y nos vamos a morir. Algunas personas tenemos esta enfermedad, que está mucho más ligada socialmente a la muerte”, afirmó Romina, agregando que “inteligente es el que se deja acompañar”, recordando las palabras que le dijo su oncóloga cuando inició su tratamiento.
“Esto no se cura con buena voluntad, ni tampoco se cura porque uno se sienta a meditar, ni porque uno le ponga onda. No es me miro el horizonte y me tomo un vinito en la noche. No, no, alcanza. Pero para sostener el tratamiento médico que te dan cuando tenés cáncer de mama, el apoyo emocional es clave”, afirmó Romina.
Desde su experiencia Romina aseguró que “inteligente es el que se deja acompañar". Crédito: Gentileza.
Mitos y realidades
Mónica también reflexionó sobre los mitos que rodean al cáncer de mama. “La mayor creencia es que ya enseguida tenés una metástasis y te vas a morir, pero no es así, realmente como dicen los médicos detectado a tiempo lo podés superar”, fundamentó. Este mensaje de esperanza es vital, ya que la detección temprana puede marcar la diferencia en el tratamiento y en la supervivencia.
Mientras que, para Romina, “hay mucho mito acerca del tratamiento, sobre todo de la quimioterapia. Porque las drogas, es cierto, son fuertes y tienen que ser tan fuertes para curarte. Es doloroso, pero creo que hay que hacerlo en compañía, en soledad es más cruel.”
“Llega un momento donde el tratamiento es ocuparte de vos: de tener las medicaciones para para las aplicaciones, de hacer reposo cuando el cuerpo necesita hacer reposo, de tratar de buscar algún tratamiento paliativo cuando te sentís mal”, reflexionó la psicóloga social.
Mónica destacó la importancia de los chequeos anuales para la detección del cáncer de mama. Crédito: Flavio Raina.
Teniendo en cuenta su experiencia personal, también afirmó que otra de las creencias es que alcanza con hacerse los chequeos una vez al año. “Para detectar el cáncer vos tenés que cuidarte, tenés que observarte, no tenes que confiarte. Yo me hice los controles en julio y no tenía nada. En agosto me aparece algo y fue cáncer”, relató. “Tu cuerpo te está diciendo ojo acá. Mírate, prestá atención. Hay que volver, los médicos tienen el deber de tratarte amorosamente de nuevo, de atender esa duda que vos tenés”, agregó.
Mensajes de esperanza
Al finalizar su testimonio, Mónica ofreció un consejo sincero a aquellas mujeres que reciben un diagnóstico similar.
“Busquen ayuda, contención. Yo la tuve de mi familia y que se permita llorar. Sí, estoy triste porque me da miedo, me da miedo tener cáncer, de morirme; no me quiero morir tan joven. Eso es lo que le diría a una persona que esté atravesando por este momento", enfatizó.
Mónica también reflexionó sobre las expectativas que otros tenían de ella: “En mi caso particular, todos me veían siempre sonriendo y me decían ‘ah, pero vos estás re bien’ y llega un momento en que te caes. Uno necesita la compañía, pero no la pedís porque te sentís fuerte, no querés molestar a nadie; que se la podés contra el mundo, pero no es así”, aseguró emocionada.
Mientras que Romina aseguró que a alguien que acaba de recibir el diagnóstico, le diría “que se informe con todo lo que pueda y con todo lo que quiera, porque hay personas que no quieren escuchar todo. Pero saber qué es lo que te va a ir pasando, que te van a dar tal tratamiento, que puede provocarte malestares”.
Mónica y Romina son ejemplos de resiliencia en la lucha contra el cáncer de mama. Crédito: Flavio Raina.
“Que, si te queda una cicatriz, y a vos no te gusta, podés hacer un tratamiento sobre esa cicatriz; que, si te hacen una mastectomía, la vamos a poder reconstruir; que, si te hacen quimioterapia y te dan muchos efectos secundarios, hay tratamientos también para esos efectos secundarios”, agregó.
“Un elemento que te ayuda mucho es tratar de encontrar tu propósito, pensar por qué querés curarte, por qué querés vivir. El mío quizás sea contar que la vida está buena, que querés ver a tus hijos, que querés estudiar, que querés casarte, viajar”, reflexionó Carrara.
“Las personas que atraviesan la enfermedad son las que tienen la verdad. Personalmente me tocó pasarlo a mí, entonces lo puedo contar en primera persona. Pero a los consejos de terceros hay que tomarlos con pinzas, tanto para darlos como para recibirlos. Porque si no es muy enloquecedor, son muchas voces de gente, que muchas veces quiere ayudarte, pero termina por confundirte más”, cerró Romina.
Así, ambas historias y la de tantas otras mujeres que enfrentan el cáncer de mama son un recordatorio de la importancia de la detección temprana y el apoyo emocional. La lucha contra el cáncer de mama continúa, y con ella, la necesidad de compartir experiencias, buscar ayuda y, sobre todo, cuidar de nuestra salud y la de quienes nos rodean.
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