Cada año, el regreso de la temporada de ballenas a Santa Cruz es motivo de alegría y congregación. El avistaje es en todo momento y lugar: sorprende. Ahora, Caleta Olivia y el Golfo San Jorge son sitios testigo del regreso de las ballenas Sei, uno de los cetáceos más grandes del mundo: miden hasta 18 metros de largo y pesan más de 20 toneladas.
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Las sei son la tercera especie de ballena más grande después de la ballena azul y el rorcual común; y son una de las menos conocidas de todas las ballenas barbadas.
“Para toda la zona de Caleta Olivia y el Golfo San Jorge es un potencial recurso turístico, ya que cuentan con la suerte de poder ver a los animales a muy poca distancia de la costa”, explicó Miguel Iñíguez, presidente de Fundación Cethus.
Según Iñiguez, en el trayecto de la Ruta 3, que va entre Caleta Olivia y Comodoro Rivadavia, la gente puede disfrutar de la vista desde la costa. Como especies migratorias, hacen recorridos muy largos. Desde abril o mayo, aparecen en la Península de Valdez, y para octubre, noviembre, empiezan a migrar a aguas subantárticas. Hay registros para mayo en el sur, y luego se produce un pico de presencia en los meses de invierno, julio a agosto.
Indiscutiblemente, las Gigantes del Atlántico, ofrecen una chance de crecimiento para el «turismo azul» o turismo costero, una actividad que se viene potenciando en la provincia de Santa Cruz. En ese sentido, Iñíguez contó cuál es el rol de estos animales no solo para el desarrollo sostenible de la región, sino también en la conservación de los ecosistemas marinos.
Desde la provincia sureña, la contemplación de las ballenas ya es un hecho. “La gente para en sus autos y se pone a apreciar el momento del avistaje», contó el referente. En otras áreas de Santa Cruz también hay condiciones similares, como la zona costera desde Cabo Vírgenes, donde pueden verse ballenas francas, toninas overas y delfines australes. En Puerto Deseado y en San Julián, se avistan toninas overas.
El Golfo San Jorge tiene una gran biodiversidad y una enorme abundancia: hay distintas especies de ballenas (franca, sei y jorobadas) y de delfines como la tonina overa, el delfín austral y delfines grises.
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El turismo que atraen no es el único dato a favor, porque ellas también realizan un aporte al ecosistema. Las especies que pasan desde mucha profundidad hacia la superficie y que, migran grandes distancias, como es el caso de las ballenas sei, tienen mucha importancia porque transportan los nutrientes desde las zonas de alimentación a las zonas de reproducción, según explicó Iñíguez.
¿Por qué regresaron y por qué se habían ido las ballenas sei?
Las sei volvieron a verse hace unos veinte años, en 2004 al Golfo San Jorge, luego de más de 70 años. La captura comercial provocó su repentina desaparición de la costa santacruceña. Iñíguez, explicó cómo fue ese proceso.
“A fines de la década de 1920, se instaló una factoría al norte de Caleta Olivia, en la zona que hoy conocemos como La Lobería: capturaban a las ballenas sei de la zona y -un año más tarde- habían matado prácticamente a todos los animales que antes se veían. Tal es así, que para 1931, la empresa se declaró en bancarrota debido a que no quedaban más ballenas”, relató.
En 1986, la Comisión Ballenera Internacional comenzó a implementar la moratoria a la captura comercial de ballenas. Prohibieron su captura y las poblaciones de ballenas empezaron a recuperarse.
Fue recién en 2004, durante una campaña de la Fundación Cethus junto con referentes de Caleta Olivia, cuando se avistó una ballena sei en el Golfo San Jorge. A partir de ese momento, los avistajes fueron cada vez más frecuentes y anualmente se pudo comprobar el retorno de la especie.
Fue el alimento que les brinda el Golfo lo que hizo que quieran volver y recuperen áreas que antes utilizaban. “Los bosques de macrocystis son fundamentales. Si perdemos las grandes masas de macroalgas que hay en nuestro mar, lo que viene asociado es la pérdida de biodiversidad, ante la falta de especies que luego alimentan a otras”, explicó.
Proteger el mar patagónico
“Los colchones de algas son fundamentales porque junto al fitoplancton son los grandes pulmones de nuestros océanos y son además el hogar de muchas especies, que luego sirven de alimento para los cetáceos. Todo esto hace que el Golfo San Jorge sea una fuente de riqueza nutritiva muy grande y uno de los motivos que nos permite observar ballenas sei en estos momentos”, resaltó Iñíguez.
Santa Cruz y Tierra del Fuego tienen uno de los últimos bosques vírgenes de macroalgas de todo el planeta, según comentó el especialista.
“La creación de Áreas Marinas Protegidas, tanto nacionales como internacionales, es clave porque nos permite resguardar aquellas áreas del océano y de los mares que contienen una enorme biodiversidad», resaltó el referente.
Es que el Golfo San Jorge y parte de la costa de Santa Cruz, fueron reconocidos como Áreas de Importancia para Mamíferos Marinos (IMMAs), un programa que promueve la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que sirven como antesala para el posible establecimiento de nuevas áreas protegidas, o fortalecer las existentes.
Amenazas a la biodiversidad
Una de las grandes amenazas es la industria pesquera. Innumerables trabajos científicos demostraron que la principal causa de mortalidad de los cetáceos es el enmallamiento en aparejos pesqueros. De a poco, se empezó a trabajar con el sector para buscar soluciones y hay experiencias. «Se busca que los cetaceos puedan identificar dónde están las redes y no quedar en enmallados y morir ahogados», contó Iñíguez.
El otro gran problema que afecta a la biodiversidad es la contaminación que genera la industria, a través de la pérdida de algún aparejo de pesca en el mar. Esto termina afectando no sólo a los cetáceos sino a otras especies.
“Cuando pensamos en cómo mitigar las amenazas, el esfuerzo no tiene ni puede ser individual: no es sólo desde la Fundación Cethus o desde la academia o desde el sector pesquero o desde los gobiernos que van a surgir las soluciones. La forma en que esto se puede solucionar es trabajando todos en conjunto», concluyó el presidente de la ONG.
Este artículo fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica bajo el programa Periodismo Humano.
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